Anne y Adrián se hallan boquiabiertos. Ellos aún no pueden creer la situación en la que están envueltos y por ello, permanecen estáticos, con sus orbes en los dos enormes agujeros del piso que literalmente, se han tragado al restante cuerpo de seguridad de su hermana mayor.
La primera en mostrar una pequeña reacción es la adolescente, quien al entender que deben buscar de inmediato a Julia y aprovechar la nueva pausa que es dada por los atacantes en aquel campo de guerra, moviliza su mirada por todas partes, para encontrar a la princesa en una escena que la altera.
―¿Ju… Julia, estás… estás bien?
Aquella pregunta sale con verdadera preocupación, pero no se limita al miedo de que su hermana esté herida por la abundante sangre que la baña, sino al estado que presenta. Y es que Julia tiembla con pavor y con una desesperación que raya la locura, intenta con todas sus fuerzas quitar la sangre de sus brazos al frotar el líquido con sus manos.
Los pequeños hermanos empiezan también a temblar y sintiendo los pies sin fuerzas, se acercan a ella. Allí, ambos ven el cadáver que está a la par de su hermana y que está envuelto en un charco rojizo. En consecuencia, lo primero que Anne piensa es en abrazar a Adrián y tapar sus ojos para que no vea aquello tan grotesco. Sin embargo, su cuerpo ha alcanzado el límite de acciones permitidas.
―Hermanita, ¿te hirieron?
En su mente, Anne alaba la gran valentía de Adrián que a diferencia de ella ha logrado articular una frase completa y, tratando de ser de algo de ayuda, al igual que el pequeño, trata de hacer que Julia vuelva en sí. No obstante, es demasiado tarde para hacer reaccionar a la princesa, pues ella ya ha perdido la visión de su presente por completo y se hunde cada vez más en el fango de su pasado donde no puede ver más que el infierno de sus terribles recuerdos, de la masacre perpetrada por sus manos.
―Detente, hermana, te haces daño.
Adrián tira uno de los brazos de Julia, en un vano intento porque ella deje de desgarrarse la piel de los brazos con sus uñas.
―Julia, cálmate, tenemos que huir.
Las palabras de Anne también se pierden. Su hermana no los escucha y aunque ellos logran tirar de ella tanto como para hacer que se levante y deje de auto infligirse daño, aquello se vuelve infructuoso cuando Julia cae de nuevo al suelo.
Los hermanos Byington intercambian miradas de desconcierto. Es la primera vez que vislumbran una crisis tan fuerte en Julia. Aunque, en realidad, lo correcto es decir que es la única crisis mental que han presenciado en toda su vida porque la joven con la que comparten lazos familiares, nunca se ha permitido que ellos o sus padres la vean así. La princesa no ha entendido cómo, pero siempre se las ha ingeniado para soportar el dolor en su soledad. Con todo, ahora ellos están observando lo rota que está por la forma en que arrodillada, con la frente en la cerámica, llora y gime sin cesar mientras aprieta su cabeza con desesperación.
―Anne, ¿esto es a lo que mis papás se refieren con…?
―Yo… No lo sé… Ella…
Unos pasos firmes que llenan todo el espacio, hacen que instintivamente, Anne abrace a su hermano. Por su parte, éste apenas reacciona, y se debate entre seguir viendo a Julia o al hombre que aparece por una puerta y que se asemeja a una muralla, por la imponente fuerza de su presencia.
―¡Pero qué diablos! No solamente erré el tiro por ese bastardo sino que me encuentro con esto ―expone en tanto camina con ira hacia los menores―. Qué patética, ni siquiera la he tocado y ya está…
―¿Quién eres tú? ¿Por qué estás haciendo esto?
La adolescente de ojos azules observa con espanto a Adrián. Ella ha dejado de creer que su actitud sea valentía, ahora lo contempla como un completo idiota que hará que los asesinen más rápido de lo previsto. Por tal razón, cierra los ojos esperando el golpe de gracia que no llega a ellos sino que es propinado a Julia en forma de un pisotón en su espalda que hace que el encorvamiento que hasta hace unos segundos mantenía producto del malestar psicológico, se vaya lejos.
El perpetrador no es consciente de lo sucedido, pero el increíble dolor que le provoca al cuerpo de Julia, hace que su mente nublada cobre un poco de lucidez y por ello, aún con su iris verde lleno de desesperación y lágrimas, logra vislumbrar un poco la atmósfera que tiene alrededor.
―¿Estás aquí? ―El hombre fornido no espera una respuesta de la princesa, sujeta su larga cabellera rubia desde el tronco y con ella, levanta su cuerpo de un tirón, dejándola suspendida en el aire―. Vamos, dame un poco de pelea.
Un grito de dolor es lo que la doncella deja escapar seguido de un par de patadas inútiles.
―¿Qué haces? Déjala, no le hagas daño.
No comprende en qué momento lo ha dejado ir. Anne no recuerda cuándo sus brazos se abrieron y permitieron que Adrián, cometiera el error de darle un débil puñetazo al hombre.
―Maldita rata. ¿No sabes cuál es tu lugar?
Sin dejar a su víctima principal, con su mano libre, el hombre arroja al pequeño pelinegro con un puñetazo. De inmediato, Anne va en su auxilio, pero poco es lo que puede hacer por el golpe que Adrián ha recibido en el rostro.
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Editado: 31.12.2022