Princesa Juliana: El despertar de la heredera

Capítulo 22

Con el traje deportivo de la academia Juliana puesto, la princesa se haya temblorosa. Sin embargo, tal y como le enseñó la doctora Metzler en su cita anterior, hace un par de ejercicios de respiración para relajarse y cuando la ansiedad baja un poco con la ayuda de la técnica, Julia sale de los vestidores femeninos con el objetivo de presentarse en el campo donde Erich y sus compañeros la esperan.

―Eres la primera en presentarse ―indica el joven maestro que está cómodamente sentado en una de las sillas del estadio―. ¿Estás bien?

―Sí ―responde ella bajando un poco el rostro, haciéndose una coleta en el cabello rubio―. Solo es ejercicio físico. No debería haber problema. Además, la doctora dijo que me hará bien para despejar la mente, ¿no?

Erich asiente y cuando se propone a abrir su boca, lo que lo evita es la presencia de sus demás alumnos y obviamente, el cómo Josiah se acerca para abrazar a Julia y hacerla girar.

―Princesa, te extrañé mucho ―expresa emocionado en tanto deposita un beso en la mejilla de ella que la hace enrojecer.

―Basta, no te aproveches de la situación para tomar ventaja ―dictamina Yerik, empujando a su amigo para que deposite a la princesa de nuevo en el suelo―. Y, no solo Josiah te extrañó, yo también lo hice.

Escuchar eso, provoca que el pecho de Julia se infle. Con disimulo, ella le da un corto vistazo a Erich a manera de agradecimiento porque, aunque él fue enfático al decirle que aún contaba con el aprecio de sus compañeros, la duda de ello hasta hace un segundo la tenía.

―Los esperé en el hospital y pensé que no habían ido a visitarme por… Yo creí que no querían verme después de la fiesta de cumpleaños de…

―¡Fue por su culpa! ―Exclaman ambos jóvenes apuntando a Erich.

―¡Genial! ¿Me culparán? ―expone el maestro, colocándose unas gafas oscuras―. Qué maduros. ¿Cuántos años tienen? ¿Cinco quizás?

Las miradas rabiosas de los muchachos no tardan en aparecer.

―Diga lo que diga, él es el culpable ―reafirma Josiah pasando sus manos por sus cabellos ante la noticia frustrante de que aunque quiera golpear a Erich, no puede hacerlo―. Yo fui el primero que se enteró de lo que te hizo la Insurrección ya que escuché una conversación de mi abuelo. De inmediato se lo comuniqué a Yerik y fuimos al hospital donde estabas, pero…

―Erich negó nuestra entrada ―interrumpe Yerik a su amigo, completando la oración―. Este idiota nos sacó, usando a los elementos de seguridad, como si fuésemos unos desconocidos o una especie de peligro para ti.

Confundida, ella dirige sus ojos verdes a Erich y aunque éste entiende que debe dar una explicación, se toma un tiempo para contestar ya que no le agrada rendir cuentas absurdas.

―Lo hice por las orientaciones del personal médico ―explica por fin con desgana y dirige sus ojos a ella para señalar lo más importante―. Tú no estabas bien y los especialistas no querían que nadie te molestara. Por lo cual, previendo cómo son ellos contigo, tuve que expulsarlos. Por otro lado, eso se dio precisamente cuando… El punto es que, de haberlos dejado pasar, quienes te hubiesen encontrado en “aquella situación” habrían sido ellos y no yo. Así que, como siempre, tomé la mejor decisión.

Julia asiente sin más, satisfecha por la acción de Kirchner ya que si las cosas se hubieran dado de otra forma, sus compañeros habrían sido testigos de algo que no quiere recordar.

―Gracias, bien hecho.

―¿Cómo? ¿Bien hecho? Esa no puede ser tu respuesta ―contradice Yerik colocándose frente a ella―. ¿Y qué es todo ese código que parece haber entre ustedes? ¿De qué situa…?

―¿Significa que también nos extrañaste? ―Indaga Josiah con un brillo en los ojos turquesa, empujando a Yerik a un lado al entender las palabras anteriores de la princesa―. Y para que lo sepas, ansiábamos verte, pero lo de Erich sumado a que no conocemos la dirección de tu casa… Más eso no importa, es genial tenerte con nosotros. ¡Te prometo que algún día, cobraré con sangre, lo que la insurrección te hizo pasar!

Todo se derrumba, la insinuación del italiano con la cual pretendía mostrar su aprecio por Julia, la daña en lugar de confortarla. La mente de ella aún está delicada y por consiguiente, la palabra prohibida retumba en toda su psiquis, desestabilizándola. Así, casi de inmediato, las imágenes de su trauma se aglomeran y más, la de su episodio más reciente.

―¿Qué te pasa, princesa? ¿Te ves pálida?

Erich se levanta con rapidez cuando escucha a Josiah y ve a Julia. De esa manera, se acerca a ella y la sujeta del brazo antes de susurrarle:

―Tranquila, recuerda tus ejercicios.

A pesar de que la princesa escucha la voz de Erich a kilómetros de distancia, empieza a poner en práctica los ejercicios de respiración y también, otros para el control de su vejiga. Esto último debido a que, en palabras de la psicóloga alemana, a partir de presenciar un suceso similar al evento que la traumó, se ha provocado una especie de regresión en Julia que en los últimos días, la hace que de manera ocasional, no pueda controlar sus esfínteres.

―¿Mejor? ―Pregunta su maestro cuando nota que el color rosáceo regresa a su rostro y al ver su asentimiento, agrega―: ¿Quieres agua?




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