Princesa Juliana: El despertar de la heredera

Capítulo 23

La puerta que da acceso a la propiedad Byington se ve enorme y parece que a cada segundo, aumenta en anchura y altura. Respecto a eso, Julia sabe que eso no es posible, pero aún con todo, no puede evitar que los nervios alteren sus sentidos.

―Su alteza, ¿está bien?

Ella asiente levemente en respuesta a la indagación de Gardner y acomodándose un poco el cabello, inicia con el procedimiento de rutina para acceder a su hogar. Sin embargo, su mente se haya lejana, dando vueltas en la preocupación de lo que sucederá a continuación. Y es que, aunque mientras corría las vueltas que Erich le sugirió y aún más, cuando viajaba en el automóvil, ella se sentía contenta por el video llamado que tuvo con sus hermanos, en este instante, los pensamientos negativos se han apoderado de su mente, imposibilitándole tener la visión de que existe la probabilidad de que suceda algo bueno.

―¿Acaso se siente mal, princesa? ―Pregunta una preocupada Hill, tocando su hombro cuando luego de hablarle por unos segundos, ella no ha contestado―. ¿Le duele el cuerpo? ¿Tiene algún malestar?

―No ―contesta Julia, dejando de ver la puerta para evitar preocupaciones innecesarias―, todo está bien.

Dicho esto, traspasa la compuerta que se ha abierto y con la parsimonia usual, camina por el hermoso y bien cuidado jardín, hasta que entra a su humilde morada.

―Bu… Buenas noches.

Y ahí está, el pequeño avance que Julia ha logrado con sus sesiones de terapia familiar. Quizás no es mucho, pero un saludo en voz baja, es un gran paso para quien parecía estar impedida del habla.

―Hermanita, ¿no cenarás? ―Interroga Adrián, sentado en el sofá frente al televisor, cuando observa que Julia se dirige al pasillo―. Papá está haciendo su versión casera de macarrones con queso, no te lo puedes perder.

Julia gira su rostro y de nuevo, se haya entre la espada y la pared porque, una parte de su ser quiere intentar traspasar el muro entre ella y su familia, pero la otra…

―Deberías hacerlo ―habla Anne con voz apenas audible, sin mirar a su hermana mayor, apareciendo para acercarse a Adrián―. Ven, te ayudo con las muletas.

Un fuerte dolor en el pecho invade a Julia cuando observa la manera en que Anne ayuda a su hermano a levantarse y cómo, sujeta dos pedazos de hierro para situarlo en los lugares correctos para permitir que el pequeño Adrián se movilice. No obstante, tal y como se lo comentó a Erich, ese dolor no es nada como el que se activa al vislumbrar el frío y blanco material que el menor de sus parientes tiene en su pierna.

―Anne también quiere que cenemos juntos, acompáñanos. ―Vuelve a invitar el niño de cabellos azabaches y mirada azulada, pero al distinguir la mirada de Julia que está enfrascada en su extremidad, agrega sorprendiéndola―: No fue tu culpa. No te sientas mal porque a la verdad, no me duele y no me molesta. Quizás me he perdido un par de partidos de fútbol, pero… Mañana vendrán mis amigos y firmarán mi yeso. ¿No te parece genial, Julia? Cuando me lo quiten, será un buen recuerdo.

La mencionada baja un poco su cabeza y con todas sus fuerzas, trata de no llorar.

―Pero qué molesto y mentiroso eres ―susurra la peli castaña para que Julia no la escuche―. Todos sabemos, que cuando viste tu yeso, pasaste llorando por dos horas.

―¡Cállate, Anne! Si me molestas, no volveré a jugar contigo y le diré a mi mamá lo de…

―Ni se te ocurra convertirte en un traidor ―expone ella en respuesta, con una rapidez sorprendente mientras sitúa sus manos sobre la boca de Adrián―. Tú que le dices a nuestra mamá y ella en consecuencia me quita la cámara que me regaló Julia y yo…

―Está bien, cenaré con ustedes.

Un profundo silencio de desconcierto es dado por los hermanos Byington porque aunque ellos mismos hicieron la invitación a su manera, el obtener algo positivo de parte de Julia es un logro tan grande, como el de ir al espacio exterior y levantar una ciudad en Saturno. Por ello, ni Adrián ni Anne dan crédito a lo que han escuchado, hasta que su hermana con un temblor palpable, deja su bolso en el sofá y camina rumbo al comedor.

―Lo hicimos, Anne ―dice Adrián con una enorme sonrisa―. Las cosas van a cambiar.

La adolescente responde con una sonrisa a medias y de inmediato, con Adrián se desplaza al área señalada donde sus progenitores se hayan tan ocupados con los utensilios de cocina, que no notan que la persona que en primer lugar se adentra a la habitación, es Julia.

―Mi amor, no tomes asiento ―habla Caroline revisando unas encimeras―. Ayuda a poner la mesa y si es posible, ve afuera para esperar la ensalada que el chef enviará y luego,  llévasela a tu hermana a su habitación.

―Eso no lo haré, mamá ―responde Anne que sabe a la perfección que la petición ha sido para ella―. Julia está…

―¿Cómo qué no? ―Interroga la mujer llevando una mano a su sien―. Anne, ayuda aunque sea un poco y por favor, deja de contrariar. Tu hermana necesita comer, Adrián no puede moverse tanto y los agentes de la organización no harán algunas cosas aunque se lo suplique. Así que, tú eres la única que está un poco libre para…

―Pero mamá…

―Caroline, deja a la niña ―interviene Grayson tomando unos tomates―. No te preocupes, me encargo de todo rápido y yo mismo le llevaré la cena a…




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