Princesa Juliana: El despertar de la heredera

Capítulo 24

A Julia siempre le ha encantado el aire libre y los bellos y naturales paisajes. No obstante, cuando Erich le informó hace un par de semanas de su primera salida del país, jamás contó con que sería llevada a un lugar que a través de la ventana, le parece paradisiaco y de ensueño.

―¿Y se supone que aún faltan tres kilómetros? ―Interviene Josiah que viaja en la parte de atrás del automóvil, acercándose al espejuelo, empujado en el proceso a Miu―. Princesa, ¿lo observas? ¿No es precioso? ―Expone retomando su posición en la parte de en medio. Posterior, toca el hombro de Erich que va al volante―. Atrás había un mirador, regresemos.

―¡Mira! ―Antes que Kirchner conteste, Yerik atrae a su amigo y coloca el celular en su rostro―. Hay sitios para hacer buceo, kayak, caminatas, cabalgatas, senderismo, parapente…

―¿Parapente? ¿En serio?

―Me parece que tendré que ayudarlos a hacer memoria ―anuncia Erich con molestia―. No los traje a Nicaragua a vacacionar, sino a entrenar.

La corrección de Erich no es oída por ninguno de sus alumnos. Estos están demasiado ocupados en sus imaginaciones como para escucharlo. Así, Miu se haya maldiciendo en su mente por la compañía molesta con la que viaja. Por su parte, los varones planean con ahínco qué deportes practicar cuando lleguen a su destino y la princesa, está totalmente perdida en la belleza de la laguna cratérica que puede entreverse a lo lejos. Con todo, la fascinación por la vista es disminuida en Julia, por los gratos recuerdos que ha empezado a acumular en su memoria y que se repiten, como un bello cuadro que desea postergar eternamente.

¡Qué giros tan bellos da la vida cuando uno pone de su parte!

Si hace un par de meses alguien le hubiera dicho a Julia que no todo sería gris, la joven habría tildado al sujeto de demente, más con lo sucedido a partir de la terapia… ¿Cómo no podría ser feliz? ¿Quién podría culparla de disfrutar de pocos, pero increíble momentos? Y es que, los silenciosos compartimentos en la mesa, la sesión de ayuda en matemáticas a Anne y el par de jugadas con Adrián, han sido como un sueño. Además, contando con que ahora se da a la tarea de entablar una relación de amistad con sus compañeros, ella está  satisfecha. Y, tal es su complacencia, que diminutos sucesos como la aún distancia con Anne y el recelo que su madre mostró ante su viaje migratorio con Erich, no le quitan el sueño. Es más, Julia ni siquiera le toma importancia porque lo que le importa es saber que su hermana logró aprobar la materia por la única lección que impartió y que cada día mejora.

―No quiero escándalos ―dictamina Erich al llegar al destino, haciendo que Julia deje sus pensamientos y aterrice―. Bajen en silencio y tomen su equipaje del maletero.

De nuevo, la mayoría de los jóvenes no prestan atención y salen emocionados. Así pues, los últimos en bajar del vehículo son Erich y Julia. El maestro, por el descontento que le provocan los muchachos y en el caso de ella, porque se ha entretenido con el panorama.

―¡Increíble! ―Exclama Grimaldi abrazando por detrás a la princesa y acercándose con coquetería a su oído, agrega―: ¿Te gustaría nadar conmigo? Prometo que será divertido.

―Aprovechado. Tú lo único que quieres es verla en traje de baño ―vocifera Yerik y coloca su mano sobre la de Josiah para apartarlo de la princesa―. Además, si va a nadar con alguien, ése seré yo. ¿Se te olvida quién es el mejor nadador?

―¡Claro que no! Ni lo primero, ni lo segundo. Pero si así fuere, ¿cuál es el problema? ¡Como si no quisieras lo mismo! Y respecto a lo otro, arreglémoslo con una competencia.

Al conflicto presentarse, Kirchner lleva sus manos a su sien y quizás por el largo viaje que ha disminuido su nivel de tolerancia, su irascibilidad crece y a la fuerza, separa al dúo. De ahí que, Julia le dirija un pequeño agradecimiento mental, porque tales situaciones, en verdad que la colocan en serios aprietos de los cuales se le dificulta salir sola.

―¿Están sordos? ¿Qué parte de “saquen el equipaje de mi automóvil” no entienden?

―Que lo haga el servicio ―responde Josiah con tranquilidad y señala a una mujer que sale de la casa―. Ahí viene el ama de llaves. Esta es tu propiedad y nosotros somos tus invitados. Por lo cual, ordena que nos sirva.

Con maldiciones en sus adentros, el teniente coronel se acerca a la humilde persona de edad mayor, en tanto los jóvenes aprecian el lugar. No obstante, cuando regresa, éste abre el maletero y lo señala con furia.

―Tienen once segundos. Si no se apresuran a sacar sus cosas, las arrojaré a la laguna y saben, que no estoy mintiendo al respecto.

Las largas caras se hacen presente en los varones, que ahora también acompañan a Miu en su grado de molestia. Pero aún con ello obedecen y a continuación, Erich coloca un papel en la mano de cada uno de sus alumnos, el cual como siempre, contiene una lista escrita con su puño y letra, en relación al itinerario que manejarán durante los cuatro días de estancia en su propiedad. En consecuencia, los ojos de cada muchacho se pasean por el papel y poco a poco, sus bocas se abren por el estupor. Y es que, aunque Erich ya es conocido por ellos como un sádico, el programa que les ha brindado, es por mucho, el peor de todos.

―Esto tiene que ser broma ―espeta Yerik―. ¿Piensas hacernos correr todas las mañanas el diámetro de seis kilómetros que tiene esta laguna?




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