Princesa Juliana: El despertar de la heredera

Capítulo 25

La princesa frota sus ojos verdes a consecuencia de que su cuerpo le pide un poco más de sueño para reponerse. Sin embargo, ella sabe que eso no puede ser y que debe de mantenerse en pie con sus escasas cuatro horas de dormitar, porque ella lo decidió así.

―Perdón ―pronuncia Josiah lo más bajo que puede, para que Erich no lo escuche―, no debimos obligarte a participar.

―Concuerdo, por nuestra culpa, no tuviste un buen descanso.

En medio de las pocas luces que los rodean, Julia echa un vistazo a Kirchner que está completamente entregado a leer su típica larga lista de indicaciones y, notando que éste se encuentra en lo suyo, decide contestar a sus amigos.

―Está bien, me divertí muchísimo.

Antes se mencionó que en el sitio hay pocas luces alumbrando, ¿no? Pues debido a que aún es de noche, éstas son únicamente las de la terraza de la casa de Erich, más la luminiscencia de ellas se vuelve nada ante la brillantez que Josiah y Yerik experimentan al ver la modesta sonrisa que la princesa les brinda. Así, la ligera curvatura en los finos labios de ella, se vuelve todo su mundo y sobre todo, un poderoso potenciador para el pesado día que los espera. Pero respecto al tema de la sonrisa y lo que se desprende de éste, cabe destacar que aunque el joven ruso se encuentra igual de satisfecho que su amigo con el diminuto avance que han obtenido con la doceava, en su mente resuenan demasiadas preguntas.

¿Por qué el cambio? ¿Por qué ella se mostró diferente luego de su episodio con la insurrección? ¿Qué es lo que la llevado a ser más cordial, dejar de lado sus audífonos para participar en sus conversaciones y aunque sea, decir un par de palabras en medio de ellas? ¿Qué ha sido lo que la ha transformado poco a poco? En esto, Yerik quiere interrogar a la princesa, pero lo que lo ha evitado, es el miedo de que ella selle sus labios y vuelva a su viejo andar. Por otro lado, lo que también quisiera añadir a sus averiguaciones, es aquello por lo que Grimaldi se ha reído de él e incluso, lo ha llamado “tonto celoso” lo cual es, la extraña relación de la doceava con Erich. Y es que, por mucha burla de su amigo, a Sóbolev nadie le quita de la cabeza, el hecho de que el contenedor de la princesa y su maestro pasen tanto tiempo juntos (puesto que en un par de ocasiones ha visto a Julia salir de la oficina de Kirchner), no puede ser nada bueno.

―¿Comprendieron ese punto?

Los alumnos asienten por puro compromiso, para que Kirchner no les haga comenzar con el pie izquierdo, pero la verdad, es que de todo lo que ha leído Erich de su lista, nada han escuchado. Esto, porque así como Yerik debate en su mente preguntas cuya respuesta es probable que no obtenga pronto, también los demás tienen algo procesando en su cerebro que obstruye la entrada de otro tema. Por lo cual, una de las que se mantiene ocupada es Byington, que en sus imaginaciones aún se haya disfrutando de su noche de juerga con sus compañeros.

En particular, para ella, quien desde los seis años dejó de jugar con niños de su edad y que también se vio obligada a encerrarse en sí misma y en su dolor, la velada no pudo ser mejor. Aunque, eso en parte se lo debe a Erich porque, si no fuera por él y su magnífica forma de manejar conflictos, lo que ahora califica como bello y perfecto, pudo llegado a ser, horrible y lastimoso. Por consiguiente, si cuando ella se bloqueó por completo al escuchar en la cena la sugerencia de Josiah de ver películas no aptas para su trastorno y la posterior propuesta de Yerik de también entretenerse con juegos violentos, una crisis no hubiera sido evitada. Pero para su fortuna, su maestro estuvo ahí para salvarla al limitar a sus amigos y colocar una pila de juegos de mesa frente a sus ojos, con los que los obligó a divertirse.

Teniendo aquello enmarcado en su memoria, Julia de nuevo sonríe porque no le molesta, deberle otra a su tutor. Aunque la pregunta en cuanto a esto puede ser: ¿qué es lo que le adeuda si hizo su trabajo? La respuesta es sencilla, el haber hecho a Kirchner soportar un largo tiempo de mofas por parte de Devdan que aprovechó el momento para llamarlo: “mamá Erich”, durante casi una hora. Más, no todo fue malo, al menos para Julia ya que, así como ha iniciado a almacenar buenos recuerdos con su familia, el periodo de recreación con Monopoly, serpientes y escaleras, dominó, jenga, entre otros, que duró hasta la medianoche (y a razón de que Erich los arrojó a sus habitaciones), fue trascendental para avanzar otro tanto con Josiah y Yerik. Así pues, lo único que la doceava lamenta, es que como siempre, Miu no se molestara en acercarse al grupo.

―Supongo que eso es todo ―indica el alemán, dando por finalizada su intervención―. Si tienen algún cuestionamiento pueden…

―¿Cuándo me devolverás mis bocetos?

En definitiva, era demasiado bueno para ser cierto. El silencio reinante hasta ahora, solo ha sido la calma antes de la tormenta.

―Ni siquiera ha salido el sol. No hagas que me enoje ―señala Kirchner dando media vuelta, pero se detiene iracundo cuando Miu comete el enorme error de colocar su mano sobre su hombro―. No fastidies. Anoche te dije que no te los devolveré.

―¡Los quiero, ya! No tienes el derecho de quitármelos. ¡Eres un homofóbico de lo peor!

Devdan se ríe por lo bajo, mientras maestro y estudiante se asesinan con la mirada.

―Yo no soy homofóbico. Respeto a todas las personas y la orientación sexual que los demás tengan me da igual. Si te quité esos bocetos es porque no son apropiados para tu edad. Así que, si tanto te gusta dibujar cosas para adultos, hazlo cuando tú misma cumplas con el requisito del público al que va dirigido tu obra, que por cierto, es de dieciocho años.




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