Princesa Juliana: El despertar de la heredera

Capítulo 26

―Entonces, en el rango de uno a cinco, ¿qué tanto crees que se ha presentado tu trastorno en el entrenamiento cuerpo a cuerpo que has tenido en estos dos días?

Julia guarda silencio. Ella tiene la respuesta, pero no se siente bien para contestar. Es más, la princesa realmente no quería asistir a la terapia que se ha dado de forma virtual por motivo de su viaje, más no es por el cansancio de su cuerpo sino por el roce con Erich.

―Dos, supongo ―dice dubitativa, bostezando un poco―. ¿Podemos hacer el ejercicio de…? ¿Cómo se llama? ¿Desensibilización sistemática? Es que estoy cansada.

A través de la pantalla, Metzler con sus ojos cafés, analiza el porte de la jovencita. De esa forma, presta atención a su rostro que tiene algunos cortes y ciertos moretones.

―Te noto desenfocada. Es la primera vez que tratas de cortar la sesión. ¿Sucede algo? Porque aunque te veo lastimada, me parece que no es por ello. ¿Es que no has logrado dormir?

―Es solo cansancio. Duermo bien ―miente y como lo sabe, baja la mirada―. No hay pesadillas, ni malestar, lo juro. Es solo que como Erich… Perdón. Me refiero a que mi maestro es algo rudo y el otro joven también, así que termino el día con mucho dolor.

La afonía aparece y se prolonga por un minuto que Julia siente asfixiante.

―De acuerdo, como según tú, los combates no te han molestado tanto, ¿qué te parece si hablamos de otra cosa? ―Señala Metzler, pasando sus manos algo arrugadas por su cabello que ostenta un par de canas―. Si lo recuerdo bien, en las sesiones pasadas te mostrabas cómoda conversando de… ¿Qué tal están las cosas con Erich?

―Bien ―contesta Julia con simpleza, apretando su camisa y tragando grueso.

―¿Te ha recomendado más libros? ¿Has tenido debates literarios con él?

―Insisto, prosigamos con la desensibilización, por favor.

Tal y como lo ha planeado, Julia cae en la trampa de la psicóloga.

―Intuyo que ha sucedido algo con Erich. ¿Por qué no lo comentas? ―La muchacha niega con la cabeza―. En nuestro primer encuentro te dije que no te obligaría a nada, pero si los asuntos con él te incomodan, me encantaría ayudarte. Yo no juzgaré a ninguno.

Ante la insistencia, el primer pensamiento de la princesa es mantenerse callada, pero tras meditarlo y al no contar con nadie más para exponer el enredo en su mente, decide relatarle a la doctora el episodio que tuvo con su maestro después de su primer día de entrenamiento.

―Y eso fue lo que pasó. Sé que no es mucho, pero… Fue su tono brusco y el enfado. Por si fuera poco, también en su trato diferente. Hace un rato le pregunté acerca de una novela y me ignoró por completo. ¿Cree que tengo la culpa? Es decir, quizás es porque paso mucho tiempo en su oficina, porque ha tenido que cocinar dulces para mí o talvez, porque lo invito seguido a una librería cafetería cercana a mi casa. ―Ella toma una breve pausa―. ¿Será que estoy exagerando? Al fin y al cabo, él no dijo nada que no sea cierto y además, hace un largo rato que Erich… Si lo recuerdo bien…

Julia niega y se acomoda un mechón del cabello, con unas rara sensación de desear llorar.

―Quiero tratar de entenderte, Julia. ¿Qué es lo que sentiste cuando él te mencionó aquello? ―La joven niega y pronuncia un diminuto “no sé” ya que con sinceridad, no sabe colocar el sentimiento en palabras―. Probemos con lo siguiente. ¿Por qué le pediste que te llamara por tu nombre?

―Porque me gusta ―contesta con certeza y por primera ocasión, sin dudar―. No me agrada el honorífico de princesa, su majestad ni nada de eso. Mucho menos, que me llamen como ella. Nunca he querido ser como Juliana y me desagrada todo lo que venga de ella. Cuando usted me pidió lo mismo, me sentí bien y quería que él también lo hiciera. Al fin y al cabo, desde que lo conozco, siempre ha sido lo que se tilda de “irreverente” y no pensé que fuera una mala idea.

―Pero, ¿por qué él? Hasta donde lo has explicado, no has sentido esa necesidad con…

―Supongo que porque me agrada. Él y yo tenemos un par de cosas en común que no tengo con Josiah y Yerik. Me siento bien con Erich a pesar de que es algo raro. ¿Sabe? Tiene una manía con escribir listas para todo tipo de asuntos. He estado viéndolo mucho y, lo hace hasta para analizar marcas de productos de aseo personal como el papel higiénico. ―Una leve sonrisa que no escapa a los ojos de Metzler, se sitúa en los labios de la muchacha―. Además, es un tanto odioso y sádico, pero me agrada estar con él.

―¿Te recuerda a la señorita Carroll? ―Ante la indagación los orbes de Julia se llenan de lágrimas―. Dime, de alguna manera, ¿Erich te recuerda a Nicole?

―No lo sé. Yo amaba mucho a mi tía Nicole. Ella era…

Y así, Metzler logra tocar y sacar a la luz, el tema que Julia ha postergado por varios encuentros. De esa forma, entre llantos donde siente el revivir de su corazón roto, la princesa suelta todos sus sentimientos respecto a quien fue su maestra, su ejemplo y la razón de su lucha. Asimismo, pronuncia lo que no puede faltar y es, aquella culpa abrasadora por haberla asesinado tanto a ella como a un gran número de personas con sus manos.

―¿Te sientes mejor?

―La cabeza me da vueltas. Lo he recordado y… No me gusta hablar de ella ―expone la princesa temblorosa, limpiando sus ojos y nariz―. Lo siento, me salí del tema.




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