Princesa Juliana: El despertar de la heredera

Capítulo 27

―Mamá, ¿crees que la percepción de poder psíquico es decisiva en un combate?  ―Interroga Julia en tanto corta unos tomates―. O más bien, ¿es de gran ayuda en una pelea?

Caroline mira a la jovencita de cabellos negros con una sonrisa. Pese a que sus indagaciones le parecen raras, no se fija en ello sino en el hecho de que después de tanto tiempo, ha vuelto a llamarla con el apelativo que tanto extrañaba.

―Respecto al papel decisivo, varía en cuanto al uso que el agente haga de ella, pero podría decirse que en cualquier batalla, es importante. Por ejemplo, es una gran arma que puede usarse tanto a nivel de defensa así como también en la ofensiva ―expone Caroline, mientras coloca su cabello corto detrás de la oreja―. En otras palabras, dependiendo del rango de la percepción, si puedes localizar a tu enemigo, tienes una gran ventaja para calcular los números, montar una emboscada y evitar ser tomada con la guardia baja. Además, si cuentas con que la mayoría de oficiales, al realizar un ataque corporal, dirigen una gran parte de su fluido psíquico a diferentes partes de su cuerpo para mejorar su resistencia y aumentar su poder ofensivo, esta técnica es de gran ayuda para prever ataques y repelerlos.

Julia asiente mientras que con ayuda de la charla con su madre, termina de convencerse de que la decisión que ha tomado, es la mejor para llevar a cabo. Después de todo, aunque ella ha meditado de sobremanera en eso (desde aquel recuerdo de su infancia que se dio cuando practicaba con Devdan en Nicaragua y donde recordó las palabras que cierto jovencito le brindó), tenía un par de dudas que en este instante se han desvanecido. Así pues, ahora entiende el siguiente paso que ha de tomar y, a pesar de que aún no comprende por qué su cabeza le rememora con tanto ahínco una frase que no parece tener un contexto específico, algo le dice que fueron dadas para su presente.

―¿Todo esto es por el entrenamiento que tendrás luego de tus vacaciones, cariño? ―Interviene Grayson por primera vez, tras quitar sus ojos de su computadora―. ¿Tienes muchas dudas de ello?

―Sí, las tenía, pero con esto estoy clara ―responde Julia sirviéndose un poco de la ensalada que ha hecho―. Regresaré a mi habitación. Quiero hacer unas cosas antes de irme.

―¿Saldrás? ―Preguntan los padres al unísono con el miedo de que ella esté regresando a sus viejos hábitos.

―Claro, quiero caminar un rato. Pero, iré con mi equipo de seguridad. No se preocupen.

―Mi amor ―pronuncia Caroline―, ¿por qué no te quedas con tus hermanos? Estoy segura de que querrán pasar un tiempo de calidad contigo.

Ante lo dicho, la duda embarga a Julia y por tal razón, sus pensamientos vuelan en tanto observa a sus progenitores afligidos. Sin embargo, se mantiene firme en lo que ha resuelto.

―Lo siento, no puedo quedarme. Aunque, puedo asegurarles que no estoy huyendo. No puedo hablar de esto por ahora, pero es por el bien de todos.

Ella se da media vuelta y sale de la cocina. Por su parte, con cierta perturbación, Caroline se dispone a ir por ella, pero es Grayson quien la detiene.

―¿Recuerdas las palabras de la doctora? Ten paciencia. Tenemos que darle su espacio ―dice acercándose a su esposa y besando su frente―. Irá con sus guardias. No te atormentes.

A pesar de no estar convencida, Caroline acepta. Al fin y al cabo, tanto ella como su esposo necesitan confiar en su primogénita. Por lo cual, pasado un cuarto de hora, éstos se marchan del lugar sin pedir explicaciones a Julia y así, en el mismo periodo de tiempo, la doncella termina de alistarse y se dirige a la cochera donde es esperada por sus súbditos.

―Su majestad, el automóvil está listo ―anuncia Gardner―. ¿A dónde quiere ir?

El chofer no recibe una respuesta inmediata de parte de la princesa y es que ésta, se haya ocupada observando a los demás vehículos y a los agentes que se encuentran haciendo fila delante de ella.

―Capitán Thatcher ―llama ella, haciendo que el mencionado se acerque―, ¿planea que todo el equipo me acompañe?

―Fueron las órdenes del teniente coronel Kirchner. Usted no puede salir sin un buen número de hombres y mujeres comprometidos a resguardarla.

―Sin contar a la señorita Hill, elija a cuatro agentes más para custodiarme. Es una orden.

―Princesa, lo siento, pero en tal caso… Llamaré al teniente coronel.

―Se lo prohíbo. Mi mandato es de mayor peso que el que él puede establecer ―pronuncia de forma retadora, como nunca antes, alguien la ha visto―. Más para que se quede  tranquilo, me dirijo a la sede principal de la séptima familia. No corro peligro ahí. Aunque, si quiere que mi maestro se ponga de mal humor…

Como si hubiera pronunciado una especie de hechizo poderoso, el capitán a cargo de la princesa empieza a trabajar por cumplir la orden de ésta. Y ante ello, pese a que la doncella siente ganas de reír por el temor abrumador que su maestro parece infundir aún a sabiendas de la distancia abrumadora en la que se encuentra, se mantiene con el rostro serio.

Seguidamente, mientras Julia toma asiento en la parte trasera del automóvil junto a la señorita Hill, no puede evitar cuestionar por qué todos parecen temerle tanto a Erich, pues a pesar de que reconoce que es algo intimidante cuando se lo propone, le es imposible creer que alguien que ríe de forma tan encantadora, pueda ser un demonio a los ojos de los demás.




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