¿Por qué cuando la vida empieza a llenarse de colores aparece algo que lo vuelve todo gris? ¿Por qué hay una regla en el universo que dicta que por varias cosas buenas que sucedan, debe surgir una mala que golpee con la fuerza de un ciclón?
A Julia le gustaría tener una respuesta para las preguntas anteriores, porque en definitiva, no comprende todo lo negativo que le sucede. ¿Acaso no había tenido veladas perfectas con sus amigos y familiares de forma reciente? Entonces, ¿por qué ahora el destino le cobra un momento de felicidad de una forma tan dolorosa?
―Aprende cuál es tu lugar, vasalla inútil.
Ante las palabras de Juliana, unas que no ha cesado de escuchar desde aquella hermosa noche conciliatoria, el cuerpo de la doceava se retuerce del dolor sobre su cama y de inmediato, una sensación de asfixia la atrapa. Por lo que, envuelta en la desesperación y sin concebir lo infructuoso de sus actos, la joven arquea su espalda, lanza patadas con todas sus fuerzas en el aire y lleva sus manos a su cuello para intentar socorrerse. No obstante, ella no logra su objetivo y poco a poco, siente cómo su esófago se cierra y sus demás funciones vitales se apagan. Así, con los ojos llenos de lágrimas producto de su lucha y con una mano que intenta acercarse a la puerta que está demasiada lejana, empieza a perder el conocimiento.
―Princesa, he escuchado ruidos, ¿está bien? ―dice Hill abriendo la puerta y al encontrar a Julia con sus orbes entrecerrados y volcada sobre su lecho, corre a ella―. ¡Schneider!
De la misma forma repentina en que la asfixia apareció, asimismo se marcha. Y es que, en el momento en que la cadete Hill ha sostenido a la doceava, su mal desaparece, dejando únicamente una espantosa tos como señal de que estuvo presente en el cuerpo de la doncella.
―¿Qué sucede? ―Pregunta el sujeto entrando.
―Trae agua, ¡corre!
La muchacha de cabellos negros sigue tosiendo y cuando por fin llega Schneider con el líquido en una botella, ésta lo bebe antes de dejar caer su cuerpo contra el de la señorita Hill.
―¿Llamamos a la doctora Metzler? ―Consulta el hombre viendo los arañazos que Julia se ha hecho en su cuello―. ¿Fue una pesadilla, princesa? ¿Una crisis?
―No ―niega con la voz entrecortada―. Mamá, papá, ¿dónde están?
―Acaban de llamar. Ambos llegarán más tarde por asuntos de trabajo ―responde Hill y notando que la doncella intenta esforzarse por decir algo más, agrega―: A pesar de que es relativamente temprano, sus hermanos han ido a sus camas. Tal parece que tuvieron un día cansado por las actividades extracurriculares a las que se dedican.
Al escuchar eso, aún con la respiración agitada, Julia se aleja de Hill para tratar de controlar las enormes ganas de llorar que siente producto del miedo por lo sucedido.
―Hill, llama a Erich, dile que venga.
―¿No preferiría a la doctora Metzler? ―habla Schneider retomando el asunto.
―Sí, es cierto, su majestad ―secunda la muchacha a su compañero―. Al teniente coronel no le gusta que lo molesten fuera de su horario de trabajo y menos, cuando tiene el día libre. Es más, me parece que fue bastante explícito al decir que hoy, no quería que nadie…
Una sola mirada hace que los agentes se callen y que al instante, la cadete de la séptima familia trate de comunicarse por celular con el maestro de Julia. Con todo, éste no contesta a pesar de las múltiples llamadas que se le realizan.
―¿No contesta? ―Hill niega y la doceava aprieta las sábanas con mayor ímpetu―. Llévenme a su casa. ―Nota cómo sus guardias intercambian miradas y dejándose llevar por un arrebato, exclama―: ¡No les estoy pidiendo permiso!
―Pero su majestad, no tenemos la dirección del teniente coronel.
Apretando sus labios, Julia se levanta de su cama y sujeta la Tablet que de forma previa había dejado en su escritorio. Así pues, con las manos temblorosas, se da a la tarea de rastrear a Kirchner a través del teléfono de éste y aunque al parecer, su aparato está apagado, logra ubicar la última dirección disponible en el historial, lo cual la lleva a un edificio de apartamentos donde intuye que él habita.
―Aquí es, vamos.
Sin decir otra cosa, la joven camina rumbo al garaje. Estando allí, nota que Hill da un par de explicaciones al resto de agentes, pero que con rapidez, sube al vehículo para marchar.
En cuanto emprenden el viaje, Julia se recuesta en la puerta del vehículo en tanto aprieta su pecho sin poder creer lo que ha sucedido porque, ¿cómo es que sucede esto después de semejante avance? ¿Por qué Juliana vuelve para atormentarla? ¿Por qué ha tenido que levantarse cuando ella es feliz? ¿No ha sido suficiente para la princesa el haber hecho de su vida un infierno?
Y respecto a lo anterior, no es como que la doceava no previera un ataque de su antítesis, pues ella ya temía esto. Luego de aquel encuentro con la princesa Juliana en el baño de la pizzería a la que se escapó al salir de la academia, lo conversado con la verdadera emperatriz no ha dejado de pasar por su mente. Sin embargo, aunque eso se volvió una preocupación real cuando las doctoras a su cargo decidieron bajar su dosis de Sertralina al contemplar su mejoría, ella trató de ser fuerte y no pensar en ello. Con todo, en el fondo sabía que el que tratara de anular ese pensamiento, no significaba que cambiaría el que la gobernante en un determinado momento, volviera a tener una conexión con su persona.
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Editado: 31.12.2022