Princesa Juliana: El poder de la soberana

Capítulo 2

La noticia no es nueva para los líderes. Julia sabe esto. Sería una verdadera tonta si no contara con el hecho de que los líderes ya estarían avisados de su movimiento. Después de todo, los personajes que tiene al frente son astutos, inteligentes y cautos. Los años no han pasado sobre ellos para convertirlos en tiernas personas sino para dotarlos de las habilidades necesarias que los mantengan en sus puestos. Sin embargo, no es esa la razón por la que se haya feliz sino porque, cada uno de los baldes de agua, los cientos de litros o talvez galones que cayeron sobre su cabeza, no sirvieron solo para “aclarar sus ideas” como tantas veces mencionó Erich, sino para prepararla.

―Eso no estuvo nada mal. Por primera vez, no has dado lástima.

La doceava trata de no refutar la línea de la princesa Juliana. Así, se concentra en su logro, en ese por el cual correrá de un lado a otro en el apartamento de Kirchner, por la emoción de saber que puede dar batalla.

¿No es lo mejor saber que puede comportarse a la altura de la situación? Por supuesto y es que, aunque Erich la regañaría por empezar a cantar victoria, Julia disfruta de todas esas miradas molestas porque eso demuestra que sí, es buena actuando, su papel de chica confiada y poderosa, está resultando.

¡Benditos libros! ¡Espectaculares textos de etiqueta, oratoria y psicología comportamental, que estudió hasta el cansancio! Aunque, por sobre todo esto…

―Así que, hablaremos de derechos de gobierno, ¿no?

La voz de Antje es la primera que se escucha, la que rompe el silencio.

―Exacto, quiero tener aquello que me corresponde.

Los ojos avellana y los verdes chocan, pero son interrumpidos por el líder de la séptima familia, el cual preside la reunión.

―¿Esa es su petición, princesa?

―Sí ―contesta con rapidez―. Bueno… En realidad, no. Perdón, me he saltado un paso por la emoción.

―Pero qué niña…

Ella ignora el apelativo y la frase usada por el dirigente de la tercera familia, Akim, el abuelo de Yerik y, repasando su nota mental de lo acordado con Erich, suelta:

―Yo propongo que, en esta reunión, se haga uso de las reglas de orden de Robert ―Ahora sí, las caras de la mayoría son de espanto. Este juego, nadie lo ha esperado―. Siendo un gobierno representativo, honorable, de justicia y cortesía para todos, creo que es lo conveniente o, ¿hay algún problema con ello? Quorum, lo tenemos. Supongo, que el conocimiento de estas normas también. Lo que resta es… ¡Ah! El presidente puede ser el señor Dalley.

Silencio total, frío y asfixiante. Lo bueno, es que no es así para Julia sino para sus contrincantes a razón, de que observan el peligro al instante. ¿Por qué? Simple, la petición de ella puede ser sencilla, pero pesada, pues está amarrando los pies y manos de ellos.

―Yo secundo la moción ―dice Valentino levantando su mano, ganándose una mirada airada de Antje y Akim―. No vislumbro dificultad alguna. Para ser franco, hace mucho que no las practicamos. Por lo que, no estaría mal recordarlas y hacer uso de ellas ante la presencia de su majestad.

―A mí no me molesta ―señala la abuela de Miu con tranquilidad―. Siempre he dicho que ha sido un error, desprendernos de ellas.

―Opino lo mismo ―aprueba también la morena, que lleva una marca roja en la frente― también secundo.

En apariencia, no hay más que decir. Aunque Keith, Akim y Antje, quisieran objetar, se ven contra la espada y la pared. Esto, porque negarse, sería una especie de insulto, como decir que desean hacer lo que quieren sin importar la autoridad de la doceava. Por lo cual, se callan y aceptan, pues no pueden hacer otra cosa. De un solo movimiento, han perdido dos votos, el del dirigente de la sexta familia por no haberse presentado por ningún medio y el del séptimo linaje, al no poder votar por su función de presidente.

―De acuerdo, pero el que aceptemos esto, no significa que… Erich no podrá votar.

―Yo no he pedido eso ―enuncia la doceava con una sonrisa―. Señor Dalley, conozco el lugar de mi maestro. No me tome como una estúpida, por favor. Él no tendrá voz ni voto.

Keith aprieta sus puños en tanto ve a Erich y en su cabeza, maldice mil veces. Sin embargo, trata de no preocuparse porque, ¿qué podría hacer una niña débil? Seguro que nada. Así que, no debe prestar tanta atención porque la asesina de Nicole no llegará lejos y de eso, él se ocupará.

―Siendo así, procedamos. A partir de ahora, se hará práctica de las leyes de Robert. Por lo que, su majestad, le cedo la palabra.

―Gracias ―pronuncia la aludida y da un paso al frente para volver a repetir su emoción, pero de la forma en que las normas lo dictan―: Yo propongo que, a mí, Julia Byington, doceavo contenedor de la princesa, me sean aprobados mis derechos completos como gobernante de la organización Juliana, todos y cada uno, tal y como la ley lo contempla, para de esta manera lograr dirigir este reino de la forma en que lo deseo.

Esta es la segunda ocasión en que se enuncia la petición. Cualquier pensaría que por esto pierde cierto impacto, pero es todo lo contrario, pues los dientes de algunos rechinan y de labios de otros, salen unos sonidos de alabanza. ¿Por qué? Por tan limpia moción, la cual no posee ningún tipo de abertura que les permita a algunos dirigentes tomar ventaja de ella. Así, los pares de personas, los que incluso llegan a sonreír por su petición, son los que se muestran encantados por la niña que alguna vez vieron detrás de un vidrio, cohibida como una rata.




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