Princesa Juliana: El poder de la soberana

Capítulo 3

Escuchar la decisión final del consejo es una de las mejores cosas que le han sucedido a Julia Byington en sus casi diecisiete años. En definitiva, se sitúa en uno de los lugares más altos en su lista, quizás en el tercer o cuarto lugar. Sin embargo, si se agrega este acontecimiento a su otra lista, ésa donde se encuentran sus mayores anhelos y objetivos fijados, podría considerarse que también se haya en un sitio privilegiado después de claro, esos sueños infantiles donde se ve venciendo a Juliana, obteniendo dominio completo de su cuerpo y aumentando su tiempo estipulado de vida. Aunque, cabe destacar, que lo sucedido, pese a ser maravilloso, aún está por debajo de aquello lo cual ella ha idealizado de forma reciente: Vencer a Erich Kirchner en una partida de ajedrez.

¿No es lo último una tontería a la par de lo demás? Quizás. Después de todo, su vida y todo lo que gira en torno a la princesa es trascendental, el asunto del gobierno también, pero para Julia, obtener esa victoria ante Erich sería espectacular. ¿Y cómo no? La doceava ya no es capaz de negarlo, ella no puede mentirse, adora a su maestro, sus ojos brillan cuando lo ve, le fascina jugar y pasar tiempo con él. En síntesis, lo admira como a nadie en el mundo y esto se demuestra en mayor medida, cuando lo observa trazar planes y la empuja a ella, a tratar de hacer lo mismo.

Ahí, saboreando una victoria a medias, Julia cierra sus ojos para evocar sus memorias de los meses anteriores. Ella no pensó que fuera divertido, pero prepararse para estar frente al consejo, sí que lo ha sido. En realidad, pese a que parece poco atractivo, ha amado cada hora en el apartamento de Erich, leyendo información recopilada por él respecto a los líderes de cada una de las familias que conforman la organización, escuchando de sus labios los intereses de éstos, aquello lo cual les provoca disgusto, lo que por el contrario, los puede hacer inclinarse hacia una persona y todo, pero absolutamente todo, para que ella misma pudiera armar su estrategia.

¿Se ha pensado en algún momento que acaso Erich le dio las respuestas a su alumna? Si es así, es un error, uno como el cometido por la mayoría de miembros del consejo que han llegado a tan mala conclusión. Y es que, Kirchner en verdad preparó el terreno, incluso proporcionó algunas preguntas y cuestionamientos de ensayo que podrían ser arrojados a Julia, pero no fue otra persona más que ella, quien estudió y preparó cada una de sus palabras. Con todo, la princesa no lo niega. Su maestro fue de gran ayuda en la preparación, puesto que brindó apoyo a su cerebro, ése que de vez en cuando dormitaba y le hacía salir con alguna estupidez por la cual se ganó más de una ocasión, un buen baño de agua fría. Pero el punto, es que se percató en cada sesión, de su admiración por él, por ese chico que a pesar de ser apenas tres años mayor, es un gigante a su par.

¿Qué tiene de malo en desear ser como Erich? ¿Acaso hay algún problema en su anhelo por estar a su lado? ¿Es injustificable desear ganarle en aquello que parece ser su pasión tras ser aplastada por él un sin número de veces de las cuales ya perdió la cuenta? Para Julia, todo esto es aceptable y por ello, al escuchar aquello por lo que debe celebrar, le encantaría no hacer otra cosa más que ver a los ojos a Kirchner y decirle: “¿Crees que puedo alcanzarte? O, por el contrario, ¿aún estoy lejos de ti?”

En lo más profundo de su corazón, Julia espera que la respuesta sea lo primero porque la idea de aumentar sus probabilidades de éxito al reducir la cantidad de participantes con derecho a voto mediante la ejecución de las reglas parlamentarias de Robert, además de provocar miedo a Antje y Keith al insinuar que podría utilizar sus errores (el uno de haberla golpeado y el otro, de intentar un plan desconocido sobre ella) en medio de la reunión con el objetivo de disminuir su poder y sobre todo, el armar un papel perfecto para ganar el apoyo de los dirigentes restantes, le parece digno de por lo menos, ser considerada por Erich.

Respecto al punto anterior, sí que Julia no se ha equivocado. Pese a que estuvo ocupada con el consejo como para prestarle atención a su maestro como lo deseaba, se ganó un punto con él. De manera que, aunque Erich creyó de forma ciega en que ella podría lograr su cometido, los resultados fueron mejores de lo previstos. No por el final de la reunión sino por la forma en que la doceava manejó la situación.

¡Qué bueno que Julia no volteó hacia él más que un par de veces! ¡Qué magnífico que los ojos de los líderes de la organización estuvieran prestos a ella y lo ignoraran a él! En ―lo tenía porque por mucho, su actuación fue increíble. No obstante, Erich no puede confesar esto. Claro que no, sería contraproducente. Por lo que, si es como piensa y su alumna lo avasallará con preguntas, simplemente se limitará a decir que…

―Felicidades, princesa ―enuncia Valentino al acercarse―. Hizo un magnífico trabajo.

Ella sonríe y sus ojos se fijan en las otras dos mujeres que se han acercado, las cuales al igual que Valentino, le dieron su beneplácito para alzarse con tres votos a favor y dos en contra.

―Muchas gracias, Valentino y también a ustedes, señora Agarwal y Uchida. En verdad, agradezco la confianza depositada en mí.

De vistazo, la doceava observa cómo Antje y Akim se retiran sin siquiera una palabra, demostrando su molestia por los resultados.

―No les preste atención ―interviene la hindú con ternura―. Ellos son así.

―Exacto, cuando algo no sale como lo desean, se van a buscar con quién sacar su ira. Supongo, que hay personas que no saben perder y mucho menos, aparentar. Aunque, hay mejores, esas que se tragan su derrota y más o menos, disimulan. ¿No, Keith?




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