Princesa Juliana: El poder de la soberana

Capítulo 6

―En síntesis, ¿no tengo que preocuparme por alguna malinterpretación de los hechos por parte del consejo? ¿Estoy excusada, Valentino?

La respuesta del anciano no tarda en darse. Para que ésta se brinde, la doceava no debe esperar más que unos cuantos segundos, pero con tanto peso encima de sus hombros, aquello le parece cuestión de horas.

―Así es, su majestad. La mayoría entendimos que Antje tuvo relación en cuanto a su comportamiento. Aceptamos su explicación al respecto, así como su disculpa por la exacerbación del momento que fue más que justificada al uno de nosotros no acatar sus órdenes y atacar sin previo aviso a uno de sus hombres de mayor confianza ―enuncia el hombre al otro lado del computador, con una sonrisa afable―. Y, por otro lado, me gustaría agradecerle la resolución que nos envió a cada uno. El que usted señalara que no solo Erich sino también sus familiares cercanos, al igual que Yerik, mi querido Josiah y aún la señorita Uchida son intocables, fue bueno.

―No tiene que agradecer por Josiah. Él es mi compañero de equipo, casi un amigo y…

―No me refiero a eso ―interrumpe el hombre, pero sin perder la cortesía―. Lo que quiero decir, es que fue lo ideal, teniendo en cuenta que se mostró bastante… Bueno, podría decirse que “protectora” con Erich, lo cual, sin duda, puede llevar a cualquiera a tener un serio malentendido en cuanto a su relación con él.

Julia asiente. En efecto, ella ha estado consciente de eso. Por ello, es que en su misiva enviada hace un par de horas a cada líder de las familias protectoras, aclaró el punto e incluso, sumó a más personas bajo su abrigo para que el interés nacido por el asunto con Erich, disminuyera de forma considerable. Y, es obvio, lo ha logrado. Aunque…

Pensé que no querías volverte una mentirosa ―formula la verdadera princesa colándose en su mente―. ¿Por qué no dices la verdad? No fue por eso que ampliaste tu carta sino para castigar a ese tonto, para hacerle entender que no es tan importante para ti como él parece creer.

―No te preocupes, Valentino. Él es mi maestro y obviamente, me preocupo por su bienestar. No hay nada más. Y, gracias por todo. Agradezco tu apoyo con los demás líderes y si necesitas de algo, puedes comunicarte conmigo a través de esta línea.

―Por supuesto, princesa. Con todo, ¿puedo hacerle una última pregunta? ―Ella mueve su cabeza para darle su autorización y así, el hombre agrega―: ¿Todo está bien con Erich? Y, perdón por el atrevimiento, pero me ha resultado interesante que la carta la haya escrito usted y no él, como lo suponía. Más no se ofenda, lo menciono debido al puesto de asistente que ya le ha otorgado.

―¿Dirás otra mentira? ¿Acaso será la verdad? ¿Cuál elegirás, niña patética?

La muchacha baja la mirada antes de tragar grueso porque entre Valentino y Juliana, le están convirtiendo un asunto fácil, en uno difícil.

―Todo está perfecto. ¿Por qué sería diferente? Erich es mi colaborador más cercano y una gran ayuda, pero ahora que se me ha cedido gran parte de mis responsabilidades como gobernante, he tomado la decisión de apoyarme en él para algunas cosas, más hacer la mayoría por mí misma. Después de todo, si quiero reinar a totalidad algún día… Supongo me entiende, ¿no? ―Valentino asiente y cansada, ella decide finalizar el asunto―. De nuevo, muchas gracias y si esto era todo, espero que pases un buen día. Hasta pronto.

Una vez termina la video llamada, Julia suelta un enorme suspiro e ignorando cualquier cosa, cierra la pantalla de su Laptop, hace el asiento hacia atrás y deja ir su cabeza hacia adelante, para darse un golpe sonoro en la frente, con la dura madera del escritorio.

Si te vuelves a dar otro golpe, vasalla idiota, no pararé de privarte del oxígeno hasta que caigas inconsciente.

El doceavo contenedor se queja por lo bajo. Su plan por hacer a Juliana callar, ha fallado por completo y lo peor, es que además de seguir escuchándola, ahora debe sumarle a su pena, el dolor de su frente y la segura inflamación que obtendrá en esa parte de su cuerpo.

¿Se puede tener peor suerte? Quizás no. El tener a una princesa de más de quinientos años dentro de su cuerpo, no es suficiente. Al parecer, también debe soportar a esa entidad, una buena parte del día, diciendo una que otra estupidez en su cabeza sin poder detenerla. Así que, ¿esta es otra más de sus maldiciones? Sí. ¡Magnífica suerte!

Otra vez, otro suspiro sale de los delicados labios de Julia y posterior, abre de nuevo su computadora para empezar su trabajo del día. Y es que, las labores no se detienen, ni si quiera por la princesa loca que tiene en su cabeza y la cual espera, que pronto se silencie, bien sea porque note su esfuerzo por ignorarla o, por eso que ella ha empezado a sospechar.

―¡Eres una basura sin valor! ¿En verdad planeas ignorar a tu soberana?

Con tranquilidad, Julia toma sus audífonos, los coloca en el puerto de su computador y reproduce música clásica a todo volumen, casi hasta hacerse romper los tímpanos.

―Mientras regresa Hill ―habla para sí misma―, a hacer particiones, se ha dicho.

Los datos que necesita, empiezan a aparecer en la pantalla y con rapidez, la chica que ahora ha vuelto a ser pelinegra, mueve sus dedos por el teclado porque tiempo, sabe que es lo que menos tiene y por ello, comprende que debe sacarle, de ser posible, el máximo de provecho a cada minuto.




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