Princesa Juliana: El poder de la soberana

Capítulo 11

―Así que, ¿no hay rastro de esta extraordinaria cantidad de dinero? ―Interroga Julia, observando la cifra que Hill ha colocado frente a ella, tratando con todas sus fuerzas, de no mostrarse tan sorprendida de la cantidad de ceros vistos―. ¿Me estás diciendo que se egresó del tesoro del reino y que no hay un comprobante que nos diga a dónde fue a parar o para qué se utilizó?

Hill asiente con rapidez y Julia se recuesta en la silla de su nuevo despacho. Cierra sus ojos un segundo y luego, vuelve a abrirlos para contemplar los datos proporcionados, pero el problema es que entre más los mira, se convence en mayor medida de su atraso. Y es que, después de la llamada de su auditora en jefa, se hizo una idea mental de que quizás faltaban uno, dos o a lo máximo, cinco millones de euros, pero tal cantidad… La doceava casi siente marearse porque jamás en su vida había visto algo así y, no es solo por la cifra faltante la cual le parece alucinante sino por lo que se supone que la organización guarda tanto en activos como pasivos.

¡Por todos los cielos! ¡La organización está bañada en dinero!

―¿Está bien, su majestad?

―Sí, es la impresión. No te preocupes, estoy bien ―dice tratando de despejar su mente de tonterías porque sabe que lo último que puede hacer, es comportarse como una niña―. Sigue explicándome la situación, por favor.

La mujer mueve su cabeza para afirmar y se acomoda mejor el traje que lleva puesto, que por cierto, casi habla de lo bien que se le está pagando por su trabajo.

―Como ha observado, es una cantidad impresionantemente grande. Sin embargo, lo que llama la atención no es la cifra, puesto que el egreso de montos parecidos, si bien no se hace de forma ocasional, sino esporádica, solo se realiza para alguna u otra situación importante que lo amerite dentro de la organización. Esto, porque como sabe, se manejan varias cuentas en nuestro gobierno. Una de ellas, son las familiares. De modo que, cada estirpe opera una cantidad determinada de dinero para gastos propios operacionales y de sus integrantes. Pero, además, contamos con una cuenta corporativa, la cual es la que refleja el trabajo de enriquecimiento monetario de las diferentes empresas a nombre de su majestad. Por último, está el tesoro, que ahí es donde tenemos el problema.

―¿Para qué crees que se utilizó, Hill? ¿Tienes alguna idea?

―Dar una respuesta es difícil, princesa ―enuncia con cierto nerviosismo―. El tesoro del reino casi es intocable. Se supone que se utiliza solo para circunstancias especiales, pues se considera el capital hereditario de su majestad.

―¿El mío?

―Sí y no. Es decir, es de la princesa Juliana, pero también el de sus contenedores. En resumen, quienes disponen de él en primera instancia, son las princesas y sus familias porque… Bueno, usted sabe, cuando alguna muere, la organización paga una especie de indemnización a los familiares directos por motivo del deceso. Aunque, ese no es el punto, sino que no debería sacarse ese dinero sin especificar el motivo porque siendo el capital de su majestad, el control debería ser más estricto.

La conversación toma una pausa. Las mujeres se encierran en sí mismas para pensar.

―¿Habrá sido para apoyar a alguna rama militar?

―No lo creo. Lo que financia el poder militar en la organización son las ganancias de nuestras empresas.

―¿Algo de seguridad social? Porque aquí ―señala con su dedo una línea―, se expone que de forma paralela en que se sacó la cantidad que analizamos también fue egresado una gran cantidad para pagar pensiones de orfandad e incapacidad a varios miembros de la organización.

―Así es, princesa. Con todo, tengo entendido que fue una excepción y se tomó como una promoción para la nueva ley que se aprobó en esa época. Su majestad, la excelentísima, onceava princesa, egresó ese monto como un acto de buena fe, un ejemplo para que las estirpes iniciaran el proceso, con el objetivo de que todos aquellos menores que quedábamos huérfanos a edad temprana y también, que los agentes incapacitados por motivos físicos o mentales que cayeran en ello en el ejercicio de su deber, tuvieran algo con lo qué mantenerse.

Los ojos verdes que posaban sobre el documento, se levantan al instante y con asombro, observa a Hill porque no cree haber escuchado bien.

―¿Has dicho onceava princesa? ―La mujer afirma con rapidez―. ¿Qué relación tiene la onceava en esto?

La auditora se levanta de su asiento un poco perpleja y cuando se percata de su error, se acerca al escritorio, sujeta el papel que tiene Julia entre sus manos y puntúa con su dedo una fecha en específico para que la doceava pueda observarlo.

―Lo siento, princesa. Discúlpeme por mi error. Pensé que usted vería de inmediato el periodo de gobierno del que hablo. ―Traga grueso y baja su mirada―. El dinero faltante no ha sido egresado en su tiempo como contenedor, sino en el de la onceava princesa.

Y ahí, por fin la joven lo observa. Tal y como lo ha mencionado Hill, las fechas no corresponden a su periodo y por ello, anonadada abre sus labios, pero al instante los cierra. Por un minuto lo había olvidado, más todo empieza a entenderlo.

La primera orden de la doceava fue empezar la auditoría en su año de nacimiento. Sin embargo, por el error de la agente quien en uno de sus descuidos producto de los nervios, la emoción y el estrés de su nueva tarea y puesto, terminó copiando datos que no correspondían a lo señalado sino a un periodo anterior de gobierno, Julia dictaminó que el análisis financiero también abarcara esas fechas. ¿Por qué? Por aquello que ha sido casi su debilidad: Su enorme curiosidad por Daina Kirchner, el otro contenedor de la princesa, con la cual comparte el ser una gran excepción en la historia de las princesas. Con todo, la muchacha nunca pensó encontrar algo de esta envergadura.




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