Princesa Juliana: El poder de la soberana

Capítulo 14

―No seas tramposo, Erich ―señala ella haciendo un pequeño puchero―. Dijiste que era mi turno de escoger nuestra próxima lectura.

―Sí, pero si hubiera sabido que saldrías con Crepúsculo… Preferiría ser torturado de mil formas y morir, antes que leer semejante… Es una broma, ¿cierto?

Ella niega, pero no puede mentir por mucho tiempo porque pronto, se encuentra mordiendo sus labios y soltando una pequeña risa.

―Lo admito, es un juego, pero… ¿Por qué eres tan exagerado? ¿Es solo un libro? Y sí, es de romance. Sin embargo… ―Observa los ojos de Erich sobre ella, unos que lucen sumamente enfadados y por ello vuelve a reír―. De acuerdo, señor tirano como no te quieres divertir conmigo, tú ganas, como siempre. Así que, revelaré el próximo libro, el cual será… ¡Cincuenta sombras de Grey!

Un par de comensales voltean sus rostros hacia la pareja. Algunos de éstos se ríen, mientras otros cuantos elevan sus ojos hacia el cielo. Erich, es del último grupo, quien además se cruza de brazos para demostrar su descontento. Uno, que no tarda en desaparecer, cuando su sentido del olfato se alborota ante el dulce olor de ella y, sobre todo, por ese cálido beso que recibe en su mejilla, en forma de recompensa por la vergüenza sucedida.

―Con un beso no se soluciona todo, Nixie.

―Lo sé, pero a ti se te quita el malhumor ―dice sonriente―. Además, ya ha funcionado. Me has vuelto a llamar con ese nombre.

Erich desvía su mirada. En momentos como éste, lamenta haberla apodado así. Sí, en definitiva, lo considera un error, pero ya es tarde para remediarlo. A él le gusta, le fascina llamarla de esa forma, casi como siente agrado por usar su verdadero nombre. Así que, no hay vuelta atrás y menos, cuando en sus salidas esporádicas, Julia se ha mostrado acorde con el apelativo salido de una circunstancia avasallante.

―Si seguirás jugando conmigo, me iré ―puntualiza él, a sabiendas que no es cierto, porque adora pasar tiempo con ella―. No tengo tiempo para…

―¿Por qué Nixie? ―Interroga la doceava de repente, sacando a Erich de equilibrio―. Me lo he estado preguntando por mucho y… ¿Es porque soy bonita?

―No, es porque según algunas historias positivas… Eres amigable e inofensiva.

Una respuesta automática. Sí, esto ha sido lo que Erich ha soltado al encontrarse entre la espada y la pared, en medio de un volcán a punto de explotar. Y, en verdad se sentiría orgulloso de sí mismo, si no fuera por la mirada extraña que Julia le brinda.

¿Por qué la muchacha ha preguntado algo estúpido? Ella lo sabe, porque es idiota y según Erich mismo, tiene una curiosidad horrible y problemática, lo cual en este momento, casi cree, puesto que, ¿había algo inteligente en su indagación? Nada, era ilógica desde el principio y quizás por eso, hasta siente que el rostro le arde de vergüenza. En efecto, es eso lo que le sucede. ¿Qué otra cosa la haría sentir tan extraña e incómoda con su maestro? Así, en menos de un minuto, llega a la conclusión de que debió cerrar la boca. Pero, no es solo ella quien se encuentra con esta resolución sino Kirchner.

Él no tiene que pensar mucho, no debe de molestarse tanto en analizar la situación para saber, que ha vuelto a cometer un error con Julia. La diferencia es que claro, en esta ocasión, no ha sido hiriente ni la ha arrojado a un lado, pero… ¿No era mejor lo que dijo que enunciar que en efecto le parece bella? Por supuesto, no se ha equivocado porque una respuesta afirmativa, lo haría ponerse en una mala posición. Con todo, ¿no es una exageración? Quizás sí, pero es que él ha tomado en cuenta su pésimo control de su lengua y que está más que seguro, que tras pronuncia aquello, luego empezaría a decir un sin número de tonterías, como que es encantadora, elegante y la considera capaz de enamorar a cuanta persona se le cruce en el camino.

―Es por tu cambio de cabello. Las Nixies cambian su color depende al estado de ánimo y tú, de ser pelinegra cambias a rubia y…

―Un pudín de café y nata, por favor ―pide Julia cuando Luisa, su usual camarera, se acerca a ellos. Con todo, al observar a Erich y la forma en que la otra joven lo mira luego de escucharlo, agrega―: Me gusta usar pelucas de vez en cuando. Es una tontería, pero…

―¿Rubia? ―Julia asiente―. De seguro se verá igual de hermosa, ¿no? ―Dice viendo a Erich, cuyo malestar aumenta―. A usted, ¿cómo le gusta ver más a…?

Antes de que Kirchner tenga una ocasión que lo obligue a salir del local y huir, aunque no sabe cómo, se las arregla para calmarse y expulsar a Luisa del ala de la cafetería donde se encuentra con Julia para lidiar con su estupidez. Así, cumple su cometido con prontitud para no escuchar ni cometer otro yerro como el de hace poco, donde cuando según él encontró una salida perfecta de su problema, ha terminado por hacer una tontería que hace a Julia tensarse, sacar su Tablet y empezar a teclear con rapidez. Por lo cual, una vez alejada la camarera, no le queda otra que arremeter en su mente con ella porque, ¿cuál es el afán de la ella por ser siempre tan molesta y entrometida? Y, sobre todo, ¿por qué tiene mala su brújula mental como para haber escogido el día hoy para hacer una casi declaración respecto a lo que parece un noviazgo entre su alumna y él que solo ha estado en la fantasía de la otra joven?

―La pareja de al lado de Shari Lapena ―anuncia la pelinegra, acercando su dispositivo electrónico a Erich―. La sinopsis se ve interesante y por eso, la escogí. Por otro lado… Ignora a Luisa. Siempre vive con la cabeza en las nubes porque parece, que a ella sí le gustan historias románticas y… Olvídalo. Le dije a mi mamá que saldría contigo por un asunto de la organización y, aunque en parte era una excusa… ―Suspira, lo hace en verdad, pero por algo que molesta su pecho y la obliga a acomodarse en el sillón―. Hay un par de cosas que debemos conversar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.