Princesa Juliana: El poder de la soberana

Capítulo 22

Julia no sabe qué hacer. Por un lado, quiere empezar a llorar y abrazar a Viveka por la tontería monumental que ha realizado y por aquello que no puede ni imaginarse debe sentir. Después de todo, ¿no ha sido el peor de los escenarios el que la adolescente se haya enterado de la verdad de su origen por un comentario suyo? Sí, por supuesto que es así. Es más, es tan terrible que parece una escena de novela. En resumen, algo imposible, fantasioso, casi una pesadilla. Pero, ¿qué es lo que dijo Erich? ¿Cocodrilo? ¿Lágrimas? ¿Tiene eso algo de lógica?

―Yo… No sabía… Viveka, lo…

―Otra vez no me has escuchado ―interrumpe Erich con enfado, tomando a Julia de la mano y ayudándola a sentarse en un sillón―. Respira profundo, sal del pánico y abre bien los ojos y oídos.

Ella trata de cumplir la petición cuando él ha terminado de hablar y por ello, pone en acción esos ejercicios que se supone solo usa para manejar las reacciones que provocan los estímulos de su trauma. Pero ahí, cuando se tranquiliza, vislumbra algo que no encaja. Viveka Kirchner está frente a ella, con una mirada de vergüenza, pero ¿por qué no llora? ¿Por qué no parece más conmocionada?

―¿Has superado el susto?

―Creo que sí. ¿Por qué Vi…?

―Lo siento, Nixie ―habla la joven mirando con cierto pánico a Erich, uno que sí parece provocarle deseos de llorar―. Yo… Te quiero, lo juro. Pero es que… Quería jugar contigo.

―¿Jugar? ―Gruñe Erich y la chica brinca.

―No, quiero decir… Enseñarte mi talento como actriz. Sí, exacto. Yo quería demostrarle a mi preciosa cuñada el talento que tengo y que me hará súper famosa.

El poder realizar conexiones mentales de ideas, aún parece lejano de ser logrado por Julia. ¿Se deberá a toda la energía de pensamiento que ocupó con el mayor general Kirchner? ¿Quizás sea por la conversación previa con Erich acerca de sus similitudes familiares? O, ¿será fruto de la entrada sorpresa de Viveka cuyo problema en que se introdujo le ha provocado que incluso su rostro pierda color? Sea como sea, no importa. El punto es que la doceava no ha escuchado lo último proferido por la rubia, sino que solo ha visto la mirada mordaz de Erich sobre su hermana.

―Creo que estoy perdida ―suelta Julia cuando tras pensar lo escuchado, siente mareo.

―No te culpo ―brama el alemán y con otra mirada, envía a la adolescente hacia una esquina de la oficina―. Te resumiré el asunto. En pocas palabras, no te preocupes. No le has revelado nada nuevo a Viveka. Ella lleva muchos años sabiendo que mis padres y yo, no somos su familia consanguínea.

―¿En serio?

―Sí, cuando cumplí seis años, mis padres me llevaron con una psicóloga, la doctora Metzler y, me hablaron de mis padres biológicos y mi proceso de adopción.

―¿La doctora Gretchen Metzler?

―Así es, es la psicóloga de la familia, ¿la conoces?

Erich cierra los ojos y aprieta los puños. Si antes, ya había vislumbrado este momento como molesto por la aparición de la siempre fastidiosa travesura de su hermana, ahora se haya sin poder catalogar la situación. Y es que, él conoce a Julia. Ella puede ser algo distraída como ya lo ha mostrado, pero tampoco es cien por ciento estúpida. Por lo cual, la forma en que es observado por esos ojos oscuros le indican que la joven está atando cabos, y eso, no le agrada. Aunque, quizás Kirchner está de suerte porque la doceava encuentra una respuesta que le resulta a él cómoda. Y es que, habiendo satisfecho esa curiosidad mantenida por un largo tiempo que le decía que su maestro y Metzler se conocían con anterioridad, se limita a sonreír. Así, ahora se haya cómoda sabiendo que todo se relaciona con Viveka y la ayuda que ella debió requerir en su momento.

―¿No he cometido una imprudencia? ―dice por fin, los hermanos Kirchner niegan y ella suelta un suspiro de alivio que es casi como el Erich ante la omisión de Julia―. Qué bien, porque… ¿Y es verdad lo de la adopción? A mi parecer, Viveka podría pasar por hija de los señores Kirchner por…

―Mi cabello y belleza, ¿cierto? ―Interviene la adolescente sonriendo, haciendo que su hermano niegue con cansancio―. Pero eso es porque mi padre biológico era rubio y tanto él como mi madre eran atractivos. Aunque, no tanto como mamá Leyna y papá Roland.

―¿Conoces a tus padres biológicos?

Viveka sonríe. Lleva sus manos hacia su espalda, voltea hacia Erich como pidiéndole permiso y, como él se encoge de hombros, dándole a ella la opción de hacer lo que crea conveniente, una sonrisa ancha se pinta en sus labios.

―Claro, cuando me hablaron de mis orígenes, me presentaron fotografías de ellos porque, ¿sabes? Mis progenitores me amaban. No me abandonaron como otros padres hacen con sus hijos. No, me adoraban, pero… Murieron. Mi madre, cuando me dio a luz y mi padre, en una misión. Así que, me quedé sola muy joven. A los tres meses de edad, fui huérfana.

La boca de Julia se abre, pero no logra articular nada. Le cuesta pensar qué hacer. Observa a Erich y él se acerca para tenderle otra servilleta antes de decirle:

―No digas nada. Si Viveka te cuenta esto, es porque quiere.

Y el muchacho no se equivoca. Viveka tiene la tendencia de hacer bromas pesadas respecto a su adopción, unas que buscan colocar en problemas a desconocidos, pero no es de las que habla de su historia de vida con cualquiera. Claro que no. Su relato es una muestra de primero, una disculpa y segundo, de confianza absoluta ante la chica que cree que es casi de la familia.




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