Princesa Juliana: El poder de la soberana

Capítulo 23

El aire de la mañana es fresco y revitalizante; el calor del sol apenas se siente; el viento que de forma constante acaricia su cabellera negra es perfecto, es como una suave caricia, como una de esas arrulladoras que Erich le brinda de vez en cuando y que ella adora. En resumen, el ambiente es maravilloso y resulta más excelso, con la vista de la enorme laguna azul que se encuentra a unos cuantos metros.

―Princesa, ¿quiere que le ayude con algo? ―Dice con servilismo Hill, acercándose a ella―. ¿Ha desempacado todo? ¿Quiere que le ayude a acomodar su ropa o…?

―No, gracias. He hecho todo por mí misma ―enuncia con cierto tono de molestia, pero no por la consideración de la mujer, sino por aquello que la molesta―. ¿Por qué no esperas las órdenes de Erich? Quizás, él desee utilizar tus servicios. Por mi parte, no necesitaré nada.

Dicho esto, observando la hora en su celular, camina hacia la parte delantera de la propiedad de su maestro para esperarlo con paciencia. Así, sus pasos son parsimoniosos. En primer lugar, porque desea seguir disfrutando de la vista, de la bonita casa de campo de Kirchner que a pesar de ya conocerla bien por su anterior viaje en compañía de sus demás compañeros, no por eso deja de parecerle hermosa. Asimismo, pasea sus ojos por la laguna, embelesada por la belleza, tratando de analizar la forma de convencer a su maestro para que en medio del entrenamiento le brinde un respiro, uno para hacer lo que quizás en su marcha anterior no hizo por culpa de Josiah, Yerik y su constante adoración por ella: Nadar en las aguas cristalinas con un traje de baño puesto.

Al rememorar lo último, aquello de lo cual se privó para que los muchachos no la molestasen, Julia suelta un suspiro que actúa como una especie de invocación, que sin lugar a dudas le recuerda, otro par de desazones que tiene encima.

¿Por qué la doceava es la única de su equipo que cuenta con chaperón? Yerik viajó a Rusia con Oleg Prokhorov a solas, sin la compañía de nadie; Miu fue de regreso a Japón con la señora Yune Katō y sin terceros y, hasta Josiah, quien se supone que está en mayor peligro de morir en un entrenamiento, al parecer también estará una temporada con el comandante Mijaíl en la nación más grande del mundo, sin su tutora legal. Entonces, ¿por qué ella ha tenido que aceptar un viaje al extranjero con Hill? Y, no es que la mujer le desagrade, pero su molestia es la diferencia entre su persona y los demás muchachos de su edad.

¿Por qué Caroline sigue siendo tan necia y desconfiada con Erich? Julia no lo sabe, no comprende por qué no ha cambiado de parecer, pero más que esto, lo que le molesta de sobremanera es que su autorización para dejarla salir con él hacia el país centroamericano, se debiera únicamente por la aceptación de Kirchner a la petición absurda de su madre consistente en llevar un guardia consigo que sirviera como monitor y guarda en cualquier caso que se presentara delante. ¿No encontró acaso la señora Byington otra forma de decirle al maestro de la doceava que desconfía de él? Claro que no y por ello, a veces la joven se siente tentada de romper la conclusión a la que llegó hace tiempo, ésa de no sentarse a conversar con su progenitora para hacerle cambiar de opinión sino esperar con paciencia que los actos hablen por el alemán, de su fidelidad y su preocupación verdadera por la princesa.

Sin embargo, dejando de lado este punto, cuando la muchacha lo piensa mejor, lo que ahora cree que resultó más interesante de observar, fue cómo su maestro no dudó un segundo en aceptar el trato y la manera en que pareció casi agradecer la compañía de alguien más. ¿A qué se debió esto? Julia no tiene ni una pequeña hipótesis al respecto porque duda que a diferencia de ella, quien se sintió emocionada al saber que podría permanecer treinta días a solas con Erich, él sintiera desagrado con ello.

―¿Estás lista? ¿No has cambiado de opinión?

De inmediato, la voz masculina de Erich hace que la joven levante la mirada para encontrarse con algo que le deja la boca abierta: Kirchner vestido de forma informal, con unos pantalones jogger negros y una camiseta manga corta gris.

―¿Erich? ¿Eres tú? ―Cuestiona sin disimular su sorpresa―. ¿Y esa ropa? ¿Qué te sucedió? ¿De dónde sacaste…? ―La pregunta es interrumpida por esa mirada de enfado tan característica de Kirchner la cual hace reír un poco a la muchacha antes de percatarse de lo desatinado de sus palabras y acciones―. Perdón, yo… No te miras mal. En realidad, te sienta. Digo, te ves…

Otra vez, la frase queda suspendida. Julia no sabe qué decir o más bien, cómo enunciar que pese a que Erich se mira bien con su atuendo formal, con las camisas mangas largas y los pantalones de vestir que le brindan un aura sofisticada y elegante, este estilo aumenta su… ¿Atractivo? ¿Esa será acaso la palabra? Quizás, a lo mejor sea la adecuada para dar a entender el agrado que Kirchner despierta a los ojos de la doceava con una ropa que a su parecer le queda espectacular por darle un aire despreocupado, un poco más joven e interesante.

―Olvídalo ―corta él, dando un par de pasos hacia ella―. Aún te puedes arrepentir. Estás a tiempo de que cambie el itinerario para este mes, y ambos evitemos un par de cosas. En tu caso, unos golpes, moretones y varias lágrimas. En el mío, este atuendo horroroso y el…

Julia niega con vehemencia.

―No ―sentencia luego de respirar profundo―, debes enseñarme a pelear mejor, tienes que ayudarme a mejorar mis habilidades en batalla cuerpo a cuerpo y con armas porque… Miu tiene razón. Todavía no soy confiable. A pesar de que he alcanzado un nivel aceptable como para servir de apoyo, no puedo quedarme satisfecha con esto. Mis compañeros mejorarán mucho más en este mes que estarán con los especialistas y no quiero que ellos u otras personas en el futuro, resulten lastimados porque yo no sé cuidarme sola. Por otro lado… ―Toma una pausa, bajando la mirada―. Tu papá tiene razón. En la etapa final pueden pasar muchas cosas y… No quiero morir ahora. No, cuando tengo muchas cosas en las cuales mantener mi atención.




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