Princesa Juliana: El poder de la soberana

Capítulo 26

La llamada que Erich mantiene es terminada tras una última palabra de su parte y por ello, de inmediato, los ahora ojos verdes de Julia se posan sobre él con ansiedad.

―¿Todo está en orden?

―Sí, tus padres y hermanos fueron escoltados hasta uno de los salones del castillo, en relativa calma. Thatcher y Hill los protegen. Como ordenaste, estarán en el mismo lugar desde donde el consejo y otros miembros de la alta jerarquía social de la organización, presenciarán la ronda final del examen de especialización.

―¿Alguna queja al respecto?

―Varias, como es usual. La primera en oponerse fue Antje, luego Akim y por último Keith. Según lo dicho por Hill, el líder de la séptima familia iba a empezar a hacer un espectáculo, pero… Fue una orden tuya y por ello, los tres tuvieron que resignarse y aún más, cuando tu mandato resultó apoyado por Seina, Valentino y Asha.

―Bien, eso está bien.

Julia entrelaza sus manos, con un poco de nervios por su familia. Y es que, para sus padres y hermanos, fue difícil decidir dejar su país y su continente, con el objetivo de viajar hacia el sitio donde el comité a cargo del examen resolvió ejecutar el mismo, pero ¿fue acaso por el traslado? No, eso es algo sencillo. Lo que les hizo pensar mucho en el paso a dar, fue la idea de la doceava de colocarlos en las mismas filas donde se sentará el consejo. Esto, por lo inaudito de la situación, de la extravagancia de que un trío de humanos normales sin una gota de fluido psíquico además de una traidora, pisasen suelo sagrado. Con todo, a pesar de los miedos de Caroline que ya se imaginaba siendo asesinada sorpresivamente, la señora Byington y su esposo terminaron cediendo a causa de la hija mayor del matrimonio, por el ahínco con que les suplicó creer en ella, en sus planes y, sobre todo, en su fiel argumento de que era hora de dejarse de esconder en un caparazón como tortugas sino levantar las frentes y ocupar el lugar privilegiado del cual deberían gozar por haber procreado un contenedor de la princesa.

―Sé que es menos probable que le hagan daño a mi familia porque los coloqué donde todos pueden verlos, pero… ¿Contrataste más seguridad?

―Por supuesto. Son personas a cargo de mi padre. Él mismo me cedió a parte de sus mejores agentes para resguardarlos, además de un número significativo de personas que se encargarán de servirles de la forma en que se lo merecen como miembros de la actual familia real. Así que, no te preocupes por ellos. Serán tratados con cuidado y respeto. Quizás, yo no pueda acompañarlos y tampoco mi papá, pero los protegeremos. No obtendrás queja alguna de ellos. Al terminar el examen, estarán satisfechos.

―Gracias, Erich…

Esa sonrisa dulce aparece, así como el intento de beso de ella. Sin embargo, antes que esa sonrosada boca pintada con brillo labial con sabor a fresa toque su rostro, él la aparta.

―¿Qué te dije? Nada de besos y abrazos. Respeta el acuerdo.

―Pero yo nunca acepté ―refuta con un puchero―. Además, como lo he mencionado, no me puedes quitar de un momento a otro, algo a lo que estoy acostumbrada y menos, cuando no me brindas una explicación al respecto.

Erich niega, se cruza de brazos y suspira por lo terca que ella está siendo al respecto, puesto que, ¿por qué Nixie no puede solo callarse y aceptar? ¿Para qué quiere un esclarecimiento que no puede darle? Y es que, lo último no puede ser y menos, cuando la respuesta es que todo, es por él, por ese dominio que ha perdido, por el autocontrol que se haya apagado y por el cual, Julia debe mantenerse alejada antes que, como un idiota, él se lance por aquellos dulce labios en los que no ha dejado pensar desde esa noche preciosa en la cual ella terminó de enamorarlo.

―¿Tienes toda tu estrategia bien planteada? ―Cambia de tema a propósito y ella asiente en el acto, cayendo en la trampa―. ¿Cubriste cualquier posibilidad? ¿Pensaste incluso hasta en el peor de los escenarios?

―Por supuesto, mi plan es infalible. Josiah, Yerik, Miu y yo lograremos, pasaremos el examen y nos volveremos capitanes para que en cuanto el consejo me otorgue mis derechos completos como gobernante…

Ella sonríe, Erich le regresa la misma sonrisa. Durante meses, no han vuelto a hablar de aquello, pero ahora que está cercano, casi pueden tocar lo que han buscado con cada paso dado hasta este momento.

Y, como señal fidedigna de que el último escalón está al frente, el vehículo en que viajan maestro y alumna se detiene. En definitiva, ha llegado el momento de la verdad y la ansiedad se siente en el aire, es tangible en cada parte del cuerpo de Julia. Por lo que, ignorando la petición de hace un mes, antes de que Erich baje del automóvil, sujeta su mano, lo observa a los ojos y en un pestañeo, le brinda ese beso que antes él le negó.

―Te quiero ―pronuncia con una suavidad enternecedora―. No sé cómo, pero… No dejes de mirarme. Te haré sentir orgulloso de mí.

Dicho esto, con rapidez baja del vehículo, dejando a un atontado teniente coronel Kirchner en el asiento, tratando de invocar de nuevo todas sus fuerzas para que, al salir, nadie note que un par de frases de Julia, sumado a su olor y tacto, lo han afectado más de lo que incluso, él puede aceptar. Por lo cual, cuando ha vuelto a regresar a su estado natural para encontrarse con su preciosa alumna, casi agradece por el trío de idiotas que se han acercado para iniciar su tan acostumbrado alboroto.




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