Princesa Juliana: El poder de la soberana

Capítulo 34

 

―¿Otra vez les perdieron el rastro? ―Cuestiona el hombre moreno de cabello castaño―. Envíen más drones, no es posible que el equipo de la doceava sea el único sin supervisión.

Los encargados de este aspecto técnico, trabajan con velocidad además de presión, en la tarea que les han colocado. Pero lo hacen en silencio, puesto que no son capaces de contradecir a su superior al pronunciar que lo que acontece no es su culpa. Al fin y al cabo, ellos no son quienes han hecho trizas los últimos drones enviados hacia donde se supone que el equipo está resguardado sino los mismos muchachos y por una razón inexplicable.

―Teniente general Sóbolev, mire.

El hombre camina hacia una de las pantallas, de ésas que mantienen una imagen fija por pertenecer a cámaras no dispuestas en movimiento. Ahí, observa después de estar mucho tiempo perdidos, a cuatro muchachos que caminan con tranquilidad.

―Ahí hay una pequeña ―dice Josiah, señalando hacia un árbol―, puede servirnos.

La muchacha asiente y junto a los demás se aproxima hacia un ángulo donde determina que serán observados por todos los que se encuentran en la sala de observación. Así, Julia se recompone, respira profundo y sonríe con dulzura mientras levanta una mano para saludar.

―Buenos días. No soy grosera, pero, teniente general Sóbolev, ¿está por ahí? Me encantaría tener una tranquila conversación unidireccional con usted. Por lo que, si hay otra persona donde quiera que se vea este video, ¿podría llamarlo? Le daré veinte segundos.

Varias personas se remueven y voltean hacia el hombre que decidió vestir un precioso traje de formal rosa y, cómo este no da respuesta alguna, las miradas corren hacia un chico atractivo de cabellos rizados que se mantiene ecuánime.

―Cabo, pase el video a la pantalla principal. Su majestad, quiere dialogar, ser la reina de la pista y hay que hacer lo que pide.

Sin dudar, el hombre sigue la orden y en la pantalla más grande, se refleja la imagen del rostro de Julia, sus ojos negros y su precioso cabello azabache.

―Su verdadera forma, ¿no? ―Musita una voz femenina―. ¿Tan mal está su poder psíquico que ni siquiera puede convertirse?

Nadie dice nada y ante ello, la mujer ríe.

―Se acabó el tiempo ―declara Julia en medio del bosque con una serenidad que nadie comprende de dónde emerge―. Sé que hay muchos reclutas a los qué supervisar, así que seré rápida. ―Sonríe, voltea hacia Yerik quien asiente y tras ello, vuelve su vista a la cámara―. Teniente general Sóbolev, un par de pajaritos me dijeron que en sus ratos libres le encanta crear video juegos. Para ser franca, esa área no es mi especialidad, pero como toda joven, me gusta divertirme. Por lo cual, me gustaría proponerle un bonito juego para iniciar una preciosa mañana de sábado. ¿Le gustaría acompañarme? ¿Acepta? De ser así, por favor, le pido que me brinde el tipo de respuesta que crea ideal.

Una pausa. Ésta se brinda tanto en el espacio donde se encuentra el grupo de jóvenes como en la enorme sala de vigilancia.

―¿Un juego? ¿Qué es lo que busca? ―Señala de repente un hombre alto y fornido―. Tendría que ser tu alumna, Kirchner.

De nuevo, Erich no contesta. Es más, ignora por completo a Mijaíl Kuznetsov para centrarse en Baram.

―¿Aceptarás?

―No ―niega el sujeto a la pregunta emitida por Erich y con los ojos fijos en la pantalla, como si Julia pudiese escucharlo, agrega―: Tiénteme, princesa. Demuestre sus dotes femeninos y convénzame de ceder a sus caprichos.

La última línea es un mensaje secreto, una burla para Erich quien niega y eleva sus ojos mieles al techo mientras el hombre que ha proferido la frase y Devdan, ríen por lo bajo.

―Nada es sencillo, ¿cierto? Así que, déjeme tentarlo. Primero, le explico un poco los premios y sí, las hablo de las recompensas, no me estoy equivocando. Después de todo, quiero hacer algo parecido a la forma en la que usted ha planeado esta examinación y, tomando en cuenta que aquí lo importante es más lo que se logrará antes que los pequeños juegos que nos lanza, quiero seguir el patrón. Por lo que, dejemos el medio a un lado para llegar al fin. Si yo resultase ganadora, quiero dos cosas. ―Ella eleva su mano lastimada y con sumo dolor, inicia a levantar sus dedos para enumerar―. Primero, la inyección de vitamina B12 que Yerik necesita para no enfermar, puesto que perdió la que tenía, y segundo… ―Sonríe como niña traviesa―. ¿Una sorpresa? ¿Qué tal eso? No será nada de otro mundo, lo prometo. Una nimiedad para alguien como usted. Pero bien, dejemos eso y vamos a lo que le conviene. De perder, se acabará todo para nosotros cuatro. Y, no me refiero a que permitiré que nos quiten los pocos puntos que tenemos a totalidad, sino que, abandonaremos el examen. Sí, claudicaremos, ni más ni menos que eso haremos. Le doy mi palabra. No miento, trato de no hacerlo. Es parte de mis valores morales y jamás rehuiría de ellos. Pero, si no me cree, tiene testigos. Úselos para hacernos cumplir los términos.

―Interesante ―musita una mujer alta, hermosa y de tez morena―. Muy, pero muy interesante. ¿Cuál será tu respuesta? ¿Qué dirás, Baran? La doceava te está retando. ¿Te negarás o aceptarás? ¿Mostrarás compasión por tu hijo?

―Me negaré, Relish. Además de que no me tienta en absoluto con el premio, ni siquiera ha expuesto el juego y tampoco su segunda condición. Solo un tonto accedería a algo así.




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