Princesa Juliana: El poder de la soberana

Capítulo 36

Su cuerpo arde, tiembla y se estremece. Un frío espantoso cubre su mente. Los latidos de su corazón están erráticos y su respiración está entrecortada. De lejos, pero muy lejos, ella escucha murmullos de personas, los pasos presurosos de varios, puertas abrirse y cerrarse, pero lo que le da pánico, es que sigue sin ver nada y, para empeorar, tampoco puede moverse. Los pies de ella no responden, sus manos apenas logran hacer pequeños movimientos, pero éstos son torpes y falsos, puesto que lo único que logran ejecutar es apegarse en mayor medida al torso de ese chico que rodea con sus manos.

―Está bien, teniente coronel Kirchner. La herida en su torso fue curada a la perfección. Lo de sus costillas no es un problema. Su lucha anterior no empeoró mucho su estado. Por lo que, lo que tiene es fatiga. Usó hasta lo último de su poder psíquico y el de la princesa. Así que, la doceava necesita descansar y quizás, si toma diez frascos sanadores, en unas cinco o seis horas, disminuyan los síntomas negativos.

―No, yo no puedo estar así ―suelta con desesperación, aferrándose a la camisa de su maestro―. Erich, por favor, ayúdame y dime dónde están Josiah, Yerik y Miu. Necesito saber que están bien. No siento sus poderes.

Con tranquilidad, Erich pasa su mano por el cabello negro de Julia y la atrae más hacia él. Los sujetos alrededor lo observan, pero Kirchner los ignora.

―Ellos no podrían estar mejor. No te preocupes. Kira y Baran los atienden por tus mismos síntomas. Ten paciencia. ―Le susurra en el oído y posterior, mira al par de hombres y mujeres que se hayan frente a él―. Quiero una segunda opinión. Vayan a donde están siendo atendidos mis demás alumnos, díganle al teniente general Sóbolev que se encargue de las atenciones de ellos, quiero a la comandante Koróvina encargándose de su majestad.

Los médicos voltean a verse y después, salen corriendo. Erich niega, su preocupación por Nixie a nublado su juicio, tanto que no se ha percatado de que, si Kira envió a sus subordinados para revisarla, no fue porque los encontrara aptos para el encargo. No, aquello fue solo su medida para no observar a esos dos juntos en lo que resta de su estancia en el castillo de la princesa. ¿Porque ya se ha dado cuenta de lo que existe entre maestro y alumna? No, no es por ello. En realidad, es para no terminar de convencerse de algo que es más que obvio para cualquiera que haya visto la escena plantada por Kirchner cuando la doceava estuvo a punto de fallecer. Y es que, como se puede entender, Koróvina está en proceso de negación, lo único que quiere entender, es una posible preocupación filial de parte de él para con la doceava. Otra cosa, no tiene ni tendrá lugar en su mente.

―¿Tienes frío? ¿Quieres que te cobije mientras viene Kira?

Ella niega. El temblor que tiene, una cobija no lo detendrá. Lo único que podrá hacerlo, son las medicinas de la tercera familia.

―Los frascos, ¿dónde están?

De inmediato, Julia se separa de él y a ciegas, con desesperación, trata de palmar a ciegas para encontrar el lugar donde los agentes dejaron los frascos sanadores. Sin embargo, no lo encuentra, lo único que siente, es la suavidad de unas telas que ahora, no le interesan.

―Cálmate, ven, abre la boca.

La doceava siente levitar. Un poco, aquello no es mucho. Apenas un par de centímetros, pero el asunto es que pronto, se encuentra sobre las piernas de Erich, en su regazo, abriendo sus dulces labios para sentir cómo aquel líquido entra su ser.

―Estos son de la cosecha especial de Kira. ¿Te han hecho sentir mejor?

―Ni un poco ―dice, pues es la verdad, Erich le ha dado a tomar cinco frascos y su estado, siente que es peor al anterior. ¿Cómo puede ser? No lo sabe, pero es horroroso aquello que se apodera de su cuerpo y, al recordar, al hacer un par de relaciones con lo que mencionó el médico de hace unos minutos, añade con voz temblorosa―. ¿Esto es lo que te pasa cuando usas tus poderes? ¿Es así de horrible?

Erich no contesta, lleva una de sus manos a la cabeza de Julia para atraerla a su pecho. Ahí, la acuna un poco y pasa su otra mano con suavidad sobre su cintura, donde se da a la tarea de acariciar la linda curvatura de su cuerpo. Y, tras varios minutos donde percibe que Nixie continúa temblando y que su cuerpo aumenta de temperatura, suelta un suspiro.

―¿Crees que puedes morir? ¿Te parece que estás cercana a la muerte? ―Hay un silencio, Julia después de repasar un rato la situación, niega, abrazando a Erich en mayor medida―. Entonces no. Tú estás bien. Solo debes recibir mejor atención médica, dormir todo un día y rehabilitar tu energía. Es sencillo. Analízalo como un simple caso de fatiga tras un maratón de ejercicios. Un poco de agua y sueño, hará el milagro.

Las palabras de Kirchner, apenas son escuchadas por ella. Aquel dolor de cabeza, el terrible ardor en el pecho y eso que empieza a despertarse en su interior, la obligan a separarse de él de forma rápida.

―Vete. Erich, por favor. Ya no lo soporto, tienes que dejarme sola.

La doceava se lleva las manos a la cabeza y se la aprieta con fuerza. Quizás, más que el resentido cansancio, su cuerpo ha estado sufriendo por aquello que ella está negando a brindar. Con todo, si lo ha soportado hasta ahora, si se ha dispuesto a hacerlo, ha sido con tal de no hacerle daño a Erich, quien se ha negado a abandonarla.

―Lo has repetido diez veces. ¿Qué te sucede? Me conoces, no me iré hasta que me digas qué es lo que en verdad te pasa. Si no lo dices, ni yo ni nadie más, podremos ayudarte.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.