Un nuevo día ha llegado y con ello, un día más de práctica.
La pequeña Julia Byington se encuentra sentada sobre sus rodillas, con los ojos cerrados, tratando de absorber energía de las flores. A su par, se encuentra una joven que vigila su avance.
Este entrenamiento, a primera vista, parece uno de los del montón que han realizado, común y corriente. No obstante, a diferencia de otras jornadas, en esta ocasión, Nicole ha captado que una pequeña cantidad de energía es atraída por su alumna. Y, aunque si bien es cierto, que esa mínima cantidad no es suficiente para emplear un ataque modesto, lo importante es que sí representa un gran progreso. Al parecer, la perseverancia y las sesiones de terapias de relajación, han brindado frutos.
Julia sonríe a pesar de sentirse cansada ya que, aunque aún no es una agente receptora como su maestra, puede sentir la energía introducida a su cuerpo, sumando fuerzas con su poder psíquico.
―Buenos días, ¿cómo se encuentra, su majestad? ―Saluda el otro maestro presentándose en el lugar.
La aludida no contesta, sigue con sus ojos cerrados mientras se centra en su tarea.
―Estamos ocupadas ―responde Nicole―. Si no vas a ayudarnos, vete.
―Es una lástima. Había traído unos deliciosos caramelos para la princesa.
En cuanto escucha la palabra «caramelos», la niña abre sus ojos emocionada y en seguida, extiende sus manos hacia el hombre.
―Quiero caramelos, por favor ―pide con cortesía y una hermosa sonrisa.
―Bien hecho, Gasser ―espeta la señorita Carroll con sarcasmo―. Has tirado el trabajo de varias semanas a la basura ―apunta y dirige su mirada a la pequeña―. ¿Cuántas veces debo recordarte que tienes que concentrarte no importa qué?
―Perdón ―dice la niña avergonzada, bajando sus manos.
―A la persona que más le ha costado esto es a ti, valora tu esfuerzo y no pierdas contra algo tan trivial.
―¿No estás siendo dura con la princesa? ―Pregunta Dan ante la reprimenda.
―Te recuerdo que he estado con ella y creído en sus habilidades. ―Lo observa con fijeza antes de recordarle―. No fui yo quien la llamó inútil.
―Como quieras ―dice restándole importancia―. Iré con Leonti y John para que multipliquemos las medidas de seguridad. Pondré los caramelos en la cocina por si la princesa los quiere probar. ―Sonríe con malicia―. ¡Ah! Y por cierto… Princesa, recuérdele a Nicole que debe explicarle la muerte de la onceava.
El hombre de cabellos rojos se marcha con prontitud al introducir de nuevo la cizaña. Con ello, demuestra que su mayor habilidad es darle dolores de cabeza a la señorita Carroll.
―Es cierto, se me ha olvidado preguntarle, usted dijo que lo hablaríamos después.
Nicole respira profundo y observa a la pequeña quien espera su respuesta. Si Dan no hubiese intervenido, talvez hubiera obviado por unos días más la situación. Ahora no hay forma de dar marcha atrás, pero, ¿debería decirle a la niña la verdad o la versión oficial? De escoger lo primero, ¿cómo explicarle algo tan difícil? ¿Cómo describirle el hecho del que tuvo en parte culpa? Pero, esto no importa, lo más significativo, lo que la mortifica es: ¿Julia seguirá confiando en ella después de esto?
―Lo que voy a decirte es algo difícil para mí… ―dice escogiendo su primera opción, pero se detiene unos segundos para encontrar valor―. La muerte de la onceava fue provocada por… Yo no quería, pero…
De pronto, la niña no puede escuchar las palabras emitidas por su joven maestra. Con miedo, lleva sus manos a sus orejas al entrar en pánico cuando solo observa los labios de Nicole que se mueven y que no emiten ningún sonido. Ella mira los colores difusos y poco a poco, todo desaparece de su vista.
Un sinnúmero de dagas de pequeño tamaño se encuentran suspendidas en el aire, actuando como una especie de barrera de protección alrededor de un par de jóvenes que han sido sitiadas por incontables individuos.
Una de las mujeres es de altura promedio, con un hermoso cabello rubio ondulado a la altura de su cintura que es visible pues está suelto; la otra joven es un poco más alta que la primera y también posee una cabellera rubia de lisas hebras cuyos cabellos están sostenidos en una cola alta.
―¿Por qué no te has marchado? ―Interroga jadeante la fémina más pequeña y también la más joven, con la mirada hacia el frente, dándole la espalda a la otra mujer―. Rápido, no podré abrirles paso por mucho tiempo.
La otra mujer niega con la cabeza y desenfundando su espada, camina hacia delante para colocarse a la par de la otra fémina.
―Princesa, lo siento, yo no puedo dejarla sola. Mi único deber es protegerla. ―Sostiene con fuerza su arma―. Si es necesario, concédame el honor de dar mi vida por usted.
La mirada de determinación que muestran sus orbes azules al hablar, expone su intención sincera. A pesar de que tiene una herida en su costado que mancha su camisa blanca y su gabardina café, desea luchar.
#41 en Ciencia ficción
#594 en Fantasía
drama amistad dolor tristeza y perdida, fantasia accion aventura y romance, poder ambicion y amor
Editado: 22.09.2022