Princesa Juliana: La maldición de la corona

Capítulo 27

 

Es momento de dar el golpe de gracia.

En su pequeña mano se forma una bola de fuego que, sin dudar, lanza hacia el capitán. Poco a poco, el cuerpo del hombre empieza a envolverse en llamas. Los gritos debido al dolor y desesperación no tardan en aparecer. El sujeto se arquea; trata de girarse para apagar el fuego, pero le es imposible.

No siendo suficiente con el acto despiadado que ha realizado, la atacante empuña la espada y la clava en la yugular de su víctima. Extrae el espadín y baja su mano; la sangre carmesí se desliza en el filo del arma homicida.

 

Julia siente cómo su corazón es destrozado. Su pecho duele cuan nunca antes había sentido, pues la culpa la invade. Todas esas personas han sido muertas en sus manos. No hay ningún otro culpable; ella ha sido la única que se ha encargado de la ola de mortandad.

Levanta la mirada para ver de nuevo su reflejo en el vidrio que la sentencia.

Ella no pedía mucho, lo único que deseaba era no hacer cosas malas como los agentes de la organización. A pesar de ello, ahora ha hecho la cosa más espantosa: asesinar.

 

A un par de pasos del sitio donde se encuentra la niña, Leonti y Nicole quitan algunas piedras que obstaculizan su paso para entrar a la habitación. Cuando por fin logran hacerse de un camino, entran y ambos enmudecen ante la escena sangrienta. Los ojos de los agentes se abren por el impacto de ver a la pequeña Julia con una espada en su mano, con sus ropas y su cara con manchas de sangre y con unos ojos verdes esmeraldas que no demuestran ninguna expresión.

―¿Julia? ―Expresa Nicole sin creerlo.

 

Sobresaltada, por escuchar su nombre, abre sus ojos y los reconoce. Sus lágrimas se vuelven más amargas.

 

Unos aplausos irrumpen en el lugar. Los dos agentes dirigen sus miradas a la persona que se mofa de ellos.

―Bienvenidos, Nicole y Leonti. ―Deja los aplausos―. Debo decir que han venido un poco tarde a la recepción, pero… Mejor tarde que nunca, ¿no? ―Una sonrisa de suficiencia se dibuja en su rostro―. Para que perciban lo bueno que soy, les ofreceré un tour. A su derecha ―habla y levanta su mano para señalar―, se encuentran unos cadáveres cercenados y a su izquierda… Estamos iniciando con las incineraciones.

―¿Qué significa esto? ―Pregunta el joven ruso alarmado sin prestar atención a las palabras del hombre―. Se supone que deberías estar…

―Tú lo has dicho, se supone. ―Se acerca a Julia y acaricia su cabeza―. El hacer suposiciones es el peor error que un agente puede hacer. ―Observa sonriente a Nicole y comenta―: ¿Acaso el ratón te ha comido la lengua, Niki?

El que la llame por ese apelativo la enfada. ¿Cómo se atreve a burlarse de ella? No entiende porqué está parado frente a ella, pero lo que sí tiene claro, es que es hora de que le haga pagar la muerte de su padrino y lo que le está haciendo a su pupila. Por ello, no se contiene un segundo más, desenvaina su espada y corre hacia él.

Dos espadas chocan contra sí. Julia también ha blandido su espada y ha repelido el ataque de su maestra. Nicole no sabe cómo están controlando su cuerpo y tampoco si es Julia o la princesa Juliana quien está haciéndole batalla. No obstante, trata de concentrarse para encontrar una solución que la haga recuperar a su pupila.

Mientras se le ocurre una mejor idea que la de utilizar la técnica de desestabilización de poder psíquico, Nicole aplica más fuerza en su espada para hacer que la niña retroceda, más no logra que ésta se mueva ni un centímetro. Inmediatamente, retrocede para replantear la estrategia.

―¿Huyendo antes de empezar la pelea? ―Dice el hombre para enfadarla.

La agente aprieta la mandíbula con fuerza. No es momento de ceder a la instigación. Hace un intento por elaborar una maniobra, pero no puede vislumbrar otra cosa que su primer pensamiento para salir vivos de esta situación y sacar a Julia del trance. Tras varios segundos, entiende que esto comprometerá su existencia, pero que no hay otra solución.

―Leonti, sígueme, yo…

―No. ―la interrumpe con un semblante serio―. Primero debemos encargarnos de él. Déjamelo a mí. Si todo sale bien, ella regresará a la normalidad.

―Por supuesto que no ―contradice a su compañero―. Yo iré a la vanguardia y…

―Ya te lo dije antes, no soy nada débil. ―Sonríe y sujeta su mano―. Déjame comandar, aunque sea por un instante la misión. Confía en mí.

La determinación de Leonti es tanta, que su compañera no puede hacer más que asentir y por ello, al obtener su permiso, Góluveb suelta la mano de su compañera y respira profundo. Estando listo, apunta su arma y corre hacia su contrincante, sosteniendo su fiel Desert Eagle semiautomática con ambas manos.

Por otro lado, Julia trata de colocarse en su camino, pero es bloqueada con la espada de Nicole. En el choque, las espadas crujen y la fricción produce chispas. La pequeña mantiene una posición de guardia, estira de forma continua su brazo derecho apuntando al hombro de su maestra. Nicole, trata de mantenerse firme, recibe sus ataques y se mantiene en la línea para evitar que Julia se entrometa en la estrategia de su compañero. Sin embargo, aquello no puede hacerlo de forma eterna por lo que, en un momento, empieza a echar el peso hacia delante, sobre su pierna derecha, para hacer retroceder a la niña.




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