Tiro la almohada encima de mi cabeza al escuchar cómo afuera hay una pelea entre dos personas, hace un par de minutos estaba muy bien durmiendo sin que nadie me interrumpiera cuando los portazos y un par de golpes en la pared me despertaron, me encontraba un poco malhumorada con todo el desorden que está sucediendo en la habitación de Avery.
Lo que más odiaba es la idea de que Avery esté en la habitación de al lado, esta vez no hubo un par de habitaciones que nos separaran, así que me encontraba en esa situación de que quería pedirle al rey Arturo, un cambio antes de que ella me sacará de mis propias casillas a plena mañana.
Los gritos cada vez se hacían más sonoros y pude identificar la voz de ella con la voz de otra persona que parecía ser la de un hombre mayor. Ambos discutían de una manera tan agresiva que hubo partes en que Avery insultaba a la otra persona y le retractaba cosas del pasado que combinaba una y otra cosa haciendo que me confundiera.
Hice a un lado las sábanas para ir al baño, apenas era las siete y media de la mañana y aún faltaba mucho para que fuera a desayunar, así que antes de que entrará Ashley. Me fui a dar un baño, cepille mis dientes y me puse una ropa cómoda para poder desayunar.
En el momento en que fui saliendo de la habitación me encontré a un lado a Avery con un hombre mucho mayor que ella, por un momento analice el rostro de aquella persona desconocida y fue cuando mi cabeza dio lugar a un recuerdo, se trataba de su padre.
— Y ¡¿tú?! ¡¿Qué miras?!—Me gritó Avery haciendo que reaccionará.
Estoy un poco admirada con tal sorpresa de la mañana, que mis pies se han quedado pegados al suelo, aquel hombre me daba una mirada preocupante como si tratará de decirme que me fuera y lo dejará solo con su hija; no tengo opción de hacer otra cosa que moverme e irme de aquel lugar para dejarlos solos, de todas maneras, Avery me llegaría a atacar de cualquier manera si llegó a intervenir su pelea familiar.
Me doy la vuelta y sigo caminando y apenas me he alejado unos metros cuando ya he escuchado de nuevo los gritos y protestas de Avery ante su padre. Mis oídos casi iban a explotar si no me marchaba lo más pronto posible, de todas formas, no quería quedarme escuchando más esas groseras palabras que ni siquiera yo se las diría algún día a mis padres.
Me fui hasta el restaurante que tiene el pequeño hotel del lado Oeste para darme un pequeño desayuno antes que Neil me pasará recogiendo y me llevará hasta la oficina del rey Arturo.
El camino hasta Buterwelser había sido tan largo que mis piernas se me habían quedado dormidas al haberme quedado sentada más de diez horas en el asiento del auto; el hotel que ahora nos estamos hospedando no es tan prestigioso como los últimos, de todas formas, ya veo venir los siguientes y más los de mi clase.
El mesero me atiende de una manera amable y cortés hasta que anota en su pequeña libreta el plato de comida que yo deseaba. Y así como se fue, no se tardó en llegar de nuevo para dejarme el desayuno que consistía en un plato de cereal con un par de huevos, crema, frijoles y pan horneado.
Cuando empecé a desayunar, alguien se sentó en el asiento de en frente de mí y pronto no se tardó en decirle al mesero que le llevará una taza de café.
—Avery despertará a medio hotel. —Neil se acarició las sienes.
—Dímelo a mí, la tengo al lado. —Levanté y dejé caer mis cejas.
—Me compadezco de ti. —Ambos reímos.
En el momento en que el mesero le dejo el café a Neil con unas tostadas de mantequilla, ambos empezamos a desayunar, todo estaba delicioso y disfrute del momento, del cual a pesar que había comenzado con el pie izquierdo en la mañana, al final, todo empezó a cursar bien con un cálido vaso de leche con chocolate y un buen ambiente tranquilo.
—Falta un mes para tu cumpleaños, ¿no es así?—Miré el calendario que se encontraba detrás de mí.
—Sí, pronto cumpliré años de nuevo. —Dejé ir una risa.
Me sorprendía lo rápido que ha pasado el tiempo, hace un año a estas horas me encontraba sudando al tener que llevar sacos de harina hasta varias tiendas de alimentos antes que los comerciantes llegaran a comprar y ahora, me encontraba en la competencia donde posiblemente mis cumpleaños la pasaría dentro de la competencia en vez de con mi familia.
Mi cumpleaños… nunca me ha pasado nada especial además de que una vez en la vida ha sido celebrado porque mis padres no tenían lo suficiente para recaudar y hacerme una fiesta digna; pero no me quejó de nada, un pequeño pastel, mi familia reunida y un regalo que consistió en una muñeca de trapo fue lo que hizo que mi día fuera especial y alegre.