Camine a través de la arena mojada de la playa, está tan húmeda que mis pies se hunden en ella haciendo que quedarán mis huellas; cuando el agua salada se acercaba a mí, corro hacia atrás y me alejo como una niña pequeña, no es que no me quisiera mojar los pies sino que el agua empezaba a ser fría que casi me erizaba la piel.
Escuché las risas de Xavier detrás de mí, parece disfrutar de mis juegos de niña inocente, que no puede ocultar tampoco su sonrisa cuando lo llego a ver; tomé el vestido para no patearlo para después caminar hasta el lugar donde él se mantiene sentado en la arena, al tenerlo a uno o dos metros de distancia, tuve un plan así que al inventar que me he tropezado con algo en la arena, caí encima de él para luego ambos reír y yo sentir como tomaba mi cabeza y adentraba sus dedos en mi cabello, lo miré a los ojos pero antes que él fuera quien me diera un beso, yo fui quien beso su nariz para luego levantarme y salir corriendo.
Sin esperármelo, él salió corriendo detrás de mí, intentando alcanzarme pero yo siempre terminaba evadiéndolo, esta vez no tengo suerte por el hecho que no llevo puesto los zapatos y puedo correr con ligereza; antes de poder esconderme entre unas palmeras, él me tomó de la cintura y dio unos pasos hacia atrás mientras yo pataleaba y me tragaba mis propias risas.
—Esta vez no escaparas.
Negué ante lo que me está diciendo para después sentir como me da la vuelta y lo tomo del cuello para acariciar su cabello y poner mi frente contra la suya.
— ¿Cómo es que estás coronas no se caen de nuestras cabezas?—Encogió los hombros mientras su risa se contagiaba con la mía.
—Las hacen a la medida de la cabeza de uno, eso hace que no lleguen a caer. Supongo—reí al darme cuenta que no sabe la respuesta.
El aroma a pescado frito llegó a mi nariz haciendo que tuviera los primeros síntomas de hambre y creo que Xavier al ver mi rostro, no fue quien se detuvo al tomar mi mano y guiarme al restaurante más cercano; tomamos nuestros zapatos que los hemos dejado a unos metros para encaminarnos por el pequeño pueblo de la ciudad, como no queríamos que todos nos reconocieran que somos parte de la realeza de Nueva Erlanwood, nos quitamos las coronas y las pusimos dentro de una pequeña cartera que traigo en mano, apenas cruzamos unos pasos, cuando ambos entramos al primer restaurante que nos encontramos; nos sentamos en una mesa donde se reflejaba la luz del sol en su atardecer como el ruido de las olas al chocar, apenas Xavier tomó la silla e hizo que me sentará para luego ser él quien lo hiciera, cuando una chica con un estilo de ropa muy hawaiano nos entregó las cartas del menú y de anticipo nos diera de bebida una agua de coco.
— ¿Qué vas a pedir?—escuché que me dijo Xavier.
—Lonja de pescado, ¿tú?—siguió mirando la carta.
—Una crema de camarones. —Dictó.
La chica anoto el pedido, nos dio la bienvenida y pronto se alejó para dejarnos a solas.
—Quiero que me expliques unas cosas. —Escuché que dijo Xavier.
— ¿El qué?—Dije.
— ¿En serio tuve una hermana?—una pequeña sonrisa salió de mí.
—Sí, se llama Stephene. Es dos años menor que tú y es como tu gemela, ya que ambos son iguales en físico. Pero de carácter es como tu padre. —Se quedó admirado con mis palabras.
— ¿Cómo la conoces?
Debía de explicarle todo de una manera lenta y que me llegará a entender. Será difícil que él crea que su hermana se aparecía en mis sueños para ayudarme a encontrar a la persona que le había hecho daño a su madre y que a su vez, ella siempre está ahí conmigo para apoyarme.
Me senté bien el silla y empecé a contarle toda aquella locura desde un principio, de cómo fue la primera vez que apareció en mis sueños, de que no sabía quién era, que luego la descubrí, que me contó su historia del porque se encontraba en aquel mundo, todo aquello fue lo que le llegué a comentar sin guardarme algún secreto, además no tengo intención de hacerlo, él más que nadie debe de saber la verdad de las cosas.
La comida de ambos llegó y yo seguía hablando pero él en ningún momento dejó de ponerme atención; tuve que cortar por un momento la historia para que la comida no se llegará a enfriar pero con solo ver su rostro sé que necesita saber mucho más de lo que le estoy diciendo.
Todo lo que le digo fue parte de conocernos entre ambos, de todos modos prometimos que no habría secretos entre ambos, que diríamos cosas que aunque no fuera tan creíbles siempre las revelaríamos y que contaríamos todo sobre nuestros gustos e incomodidades; esto es parte de que nos conozcamos y el matrimonio llegué a funcionar. No quiero que las cosas tomen otro giro y al tiempo nos lleguemos a arrepentir o terminemos dañados. Eso es lo que tampoco ambos no queremos, lo pensamos muy bien y por eso, lo hemos decidido de esta manera.