—Esta será su habitación señora Leaky.
Neil le dio una de las habitaciones de al lado a mi madre y a mi hermana. Ella al entrar en la habitación y ver el gran espacio que está es ocupada por sillones de terciopelo, cortinas de telas suaves, una pequeña biblioteca, una alfombra roja, un escritorio de madera, un tocador color cuarzo y dos camas grandes, fue para mi madre, ver una maravillosa habitación. Su boca y ojos mostraron asombro y mi hermana no tardo en correr a una de las camas y saltar a ella mientras reía y se enrollaba entre las sábanas mientras mi madre fue hasta ella y la tomaba del brazo para que se quedará quieta y no destruyera algún objeto.
Neil me dio una mirada cómplice y mientras reía y me abrazaba con mis propios brazos podía ver la felicidad que irradiaba mi rostro al ver a mi madre y a mi hermana en el castillo.
Por supuesto, la llegada inesperada de ellas hizo que mis ánimos se elevaran a un tal grado que los primeros segundos al verlas no pude evitar llorar, por lo que imaginaba, pensé que solo mamá llegaría al castillo pero la sorpresa fue ver a Sofía esconderse detrás de la larga falda de mi madre; cuando mi pequeña hermana me vio, no tardo en saltar en mis brazos como también en no soltarme, nada estaba preparado y más esa llegada que ha sido en el momento de la cena.
Había tenido la idea que mi madre se tardaría unos días en llegar hasta el castillo pero al parecer Gavril fue quien le ayudo a tomar un auto desde la clase baja a la media y de allí unos parientes de él, la llevaron hasta la clase alta hasta que Gavril se encargo de llevarla de ahí hasta el castillo. Por otro lado se lo agradezco a Lou porque ella fue la portavoz de mi madre y si ella no le hubiera dicho nada a Gavril a estas horas mi madre estuviera apenas entrando a la clase media.
Otra cosa que me hizo reír cuando llegó mi madre fue ver el rostro del rey Arturo, cuando la vio aparecer en la puerta se quedó de boca abierta al verla y no solo eso, ver que le había traído un pastel de frutas como si fuera su amigo de toda la eternidad. Mi madre le tuvo que explicar al rey Arturo su llegada y él al enterarse que le había mandado un recadó a mi madre diciéndole que la necesitaba, al final como me lo hizo saber a mí, a mi madre, a mi tutor y por supuesto a su hijo, no había ni un problema si ella se presentaba cualquier día al territorio de la familia real.
En mi mente solo circulo la idea que posiblemente él no se negó a echarla de su castillo porque últimamente me encontraba en tanta presión con el doctor y en mis clases que no me quedaba tiempo de hablar con mi familia, así como también, que después del incidente del envenenamiento haber pensado que al tener alguien de mi familia a mi lado podía hacerme sentirme mejor.
Xavier se alegró de ver a mi madre que no tardo mucho tiempo en saludarla como también a mi hermana y aunque me hizo una cara que si yo sabía algo de aquella llegada solo le respondí encogiendo mis hombros y guiñándole el ojo.
— ¿Dónde dormirás tú, Kiara?—Por fin mi hermana se había quedado tranquila.
—Mi habitación está a un lado de la vuestra así que no estaremos lejos—le mostré señalando mi lado izquierdo.
— ¿Puedo dormir contigo?
Hubo un tiempo en que mi hermana se había acostumbrado a dormir conmigo que cuando nos separaron para dormir cada quien en su cama, la primera que no acepto esa orden fue ella que al final termino por llorar una semana mientras le suplicaba a nuestros padres que siguiera durmiendo con ella pero al final no se lo permitieron. La idea que ella cada año creciera y se estuviera convirtiendo en una pequeña nerd con carisma, hace que me sienta cada vez más vieja al ver que los años no perdonan. Y más porque ahora veo como sus brazos ya no son delgados y tiene el cuerpo de una niña de su edad.
—Sofía, tu hermana tiene que descansar, además debe de ir a estudiar temprano—le regaño nuestra madre.
— ¡Mamá! Yo quiero estar con Kiara—Sofía le hizo ojitos a mamá.
Bueno, un día que me levanté tarde y no llegué a tiempo a clases, no creo que el planeta termine por destruirse. Veo como los ojitos azules grisáceos de mi hermana le parpadean cada segundo a mi madre mientras su boca forma un puchero. Sabía que ella ganaría esa batalla con mi madre porque siempre terminaban por afirmar sus cumplidos y además es la princesa de la familia.
—Déjala dormir conmigo mamá, no habrá ni un problema—le aseguré con una sonrisa.
—Kiara, sabes que tu hermana se levanta más temprano que tú—asentí sin problemas.
—Sof, no te salgas de la habitación hasta que yo despierte ¿sí?—fue la condición que le di para que durmiera conmigo.