La única manera de defenderse en esta mierda de pueblo es siendo una perra. Así la gente no se acerca, así no se atreven a molestarte por temor a que vayas a escupirles tu veneno y le digas a papi a quién tiene que castigar, uno de los muchos beneficios de que sea benefactor importante en St. Thomas.
Eso es lo que hace, aunque nadie se atreva a decirlo en voz alta, todos la odian. Al mismo tiempo la aman, besan el piso por el que camina, tan sedientos de aprobación.
En un estanque donde el depredador más peligroso es aquel que posee el poder tienes que buscar la forma de sobrevivir.
No es el tipo de chica que tiene miedo, es ella la que disfruta aterrorizando a los demás en esos tacones de aguja alta, al menos así fue hasta que se encontró con un depredador más grande.
La reina del baile, la estrella de las notas, la chica perfecta dueña de media ciudad no puede meterse en problemas... Eso pensábamos, ¿verdad?
Nada es lo que parece. Bueno... Tal vez hay una excepción. No hay nada más claro que el cristal encajado en sus muñecas y la sangre que mancha la impoluta alfombra de su habitación.
Pobre Chantelle.
En la lucha constante entre amarla y odiarla, tarde o temprano uno de los dos ganaría.
Ahora no te ves tan peligrosa.
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