PRESENTE
SIANNIA
Muchas veces deseé que algo malo le pasara, cualquier cosa que nos permitiera seguir adelante, borrar y olvidar todo lo malo que habíamos hecho. Cuando estás enojada puedes pensar muchas cosas, hacer otras de las que después te arrepentirás. Eso pasaba cada vez que estaba cerca de ella, la mayor parte del tiempo me agradaba porque somos más parecidas de lo que puedo admitir, otras tantas me hacía apretar los dientes hasta hacerlos rechinar por la impotencia y desesperación.
Nunca he sido buena controlando mis impulsos, la diferencia entre Chantelle y yo es que a mí me aterran, los evito e intento compensarlo para equilibrar la balanza, a ella le daba igual y disfrutaba explorándolos.
La conocí luego de que unas chicas maltrataran y quisieran cortar el cabello de Zoey, la defendí y llevé a un lugar seguro, me aseguré de tranquilizarla como la psicóloga me había enseñado para lidiar con mis ataques de ansiedad, respirando hondo y exhalando. Cuando salí del baño para enfrentar a las abusadoras vi a Chantelle acercándose a esas chicas, les pegó un chicle masticado en el cabello y les dijo algo al oído que las dejó pálidas y las hizo correr. Más tarde supe que ella las amenazó con herir a sus padres.
La conocí antes que cualquiera de nuestras amigas, en ese momento surgió una conexión entre nosotras, pues hizo lo que yo deseaba hacer, quería lastimar a esas chicas por herir a alguien inocente e indefensa, pero era demasiado cobarde como para hacerlo.
Yo defendería a mis amigas, ella no dudaría en vengarlas.
Ignoro la mayoría de mis oscuros deseos porque no quiero parecerme a mi madre biológica. No quiero ser como ella, no quiero acabar como lo hizo. No obstante, su oscuridad corre por mis venas.
Al ver a Chantelle ahí, en el suelo, la sangre en sus muñecas heridas por el cristal, me pregunto si este fue otro de sus locos impulsos, los incontrolables que me hacían pensar que un día acabarían con ella.
¿Estará en el infierno arrepintiéndose? Me la imagino haciendo una mueca en medio de las llamas, lamentándose porque su cabello se quemará, y a la vez tan contenta porque el cielo no puede ser divertido si no te deja pecar.
No le tendría miedo al diablo, se sentaría a tomar té con él para envenenarlo y ocupar su lugar.
Pero también pienso que es probable que esté retorciéndose, arrepintiéndose de todo lo que hizo. ¿Cuál sería su castigo en los círculos del infierno de Dante? Sea cual sea estará viviendo una tortura. La lujuria podría llevarla a ser empujada por una tormenta infernal por haberse dejado llevar por las corrientes de irrefrenable pasión; su avaricia podría ser castigada con empujar pesos de oro durante toda la eternidad; la ira contenida será inmersa en los pantanos y su soberbia vagará en el Purgatorio; quizá arderá en la hoguera por ser una hereje y una bruja; su maldad la llevará a sumergirse en lagos de sangre hirviendo o la convertirá en árbol por haberse quitado la vida.
Pensar que acabaré de la misma manera, siendo juzgada por pecados parecidos, me roba un escalofrío.
Siempre supe que algo sucedía, era arcana, ocultaba misterios y lo disfrutaba. Ella amaba los disfraces, sobre todo aquellos en los que podía usar un antifaz. Pasaba largas semanas planeando las fiestas de Halloween, su disfraz era el tema predilecto en las conversaciones de Septiembre y Octubre.
—Es la única fecha en la que puedo usar máscara sin levantar sospechas —decía.
La sinceridad no era parte de ella, era una experta engañando, maquillando la verdad. Lo aprendió de sus padres y de su abuela, los tres actúan sin importar si están frente a las cámaras.
A pesar de que Chantelle seguía un papel, nunca pensé que haría esto, que escondía tanto sufrimiento, pues siempre la vi como alguien que tenía un corazón frío. Todavía no puedo aceptarlo, quiero que se levante y este sea uno de sus jueguitos, de sus pruebas para asegurar la amistad que tenemos.
Cuando Sabira se quitó la vida en el colegio vimos su cuerpo suspendido en el aire, con una soga alrededor de su cuello donde antes había un collar de perlas. Chantelle la miró desde abajo con ninguna expresión en el rostro y chasqueó la lengua como cada vez que pensaba que algo era ridículo. Definitivamente no lo era, eso me destrozó, creo que ese día nuestra amistad se fracturó.
Las manos de Chantelle Faber están llenas de sangre, así como las mías, las de todas nosotras.
Por eso la odiaba.
Al ver a Adria y a Fiorela destrozadas me siento mal por no encontrarme de la misma forma, incluso Zoey se ve afectada, y eso que Chantelle siempre fue una perra con ella. ¿Cómo puede llorar si le quitó al chico que quería? ¿Cómo puede sentirse triste por alguien que arruinó uno de sus sueños sabiendo bien lo que hacía?
Quizá soy una insensible.
—Miren esto —susurra Zo, quien se aproxima a nosotras y podría jurar que sus rodillas tiemblan.
Levanta una hoja, ofreciéndola, todas miramos fijamente la nota pensando lo peor. ¿Quiero saber qué cruzaba por su mente durante los últimos minutos de su vida?
Adria es la que se atreve a alcanzar la hoja y desdoblarla, yo no estoy muy segura de querer leer lo que hay ahí. Me debato entre quedarme a escuchar o largarme, elijo la primera opción porque no puede ser tan malo, ¿o sí?
—«Cuando las niñas se convierten en monstruos hay que acabar con ellas. Escondan los dientes, princesas, porque la reina ya cayó y nadie podrá protegerlas» —lee. Respira hondo y continúa—: «Vamos a jugar un último juego, ¿están listas? Puede que esté muerta, pero me aseguraré de atormentarlas si no hacen lo que les digo. Les mando besos desde el infierno, mis queridas amigas, las estaré esperando, aquí hay un lugar reservado para ustedes. Chantelle»