Leyes de la maldición cronológica

La Maldición

La maldición reside en el cuerpo; de modo que, si nace un siamés, se divide. Si nace un hombre, lo adquiere en su totalidad. Pero, si nace una mujer, ella no puede vivir.

La maldición no es transferible ni se puede renunciar a ella de forma rápida.

Es aleatoria. Lo único que importa es que el príncipe jamás debe dejarse morir. El suicidio provoca que la maldición lo reencarne. Y una pelea en la que no luche al cien por ciento hará que la maldición lo torture con sus peores pesadillas, borre sus recuerdos y repita todo como si fuera la primera vez, devolviéndole de golpe cada sensación. Es su castigo por no darlo todo.

Además, si le pides los recuerdos de los príncipes anteriores, te los otorgará. Sentirás todo lo que vivieron mientras portaban la maldición. Esta, a su manera, elige opciones y elimina otras, como si decidiera a quién favorecer.

Existen dos posibilidades:

Si un "elegido" mata al príncipe cronológico, absorbe la maldición.

Si un no elegido lo mata, la maldición caerá aleatoriamente en el mundo.

El único ser con poderes totales es el príncipe cronológico; sin embargo, la maldición también puede conceder poderes a otros según su capricho.

Por último, las cartas proféticas solo pueden ser escritas por el portador de la maldición cronológica. Son poemas confusos, redactados en un trance en el que ni él mismo sabe lo que escribe. En ellos se mencionan sujetos importantes para el futuro y se plasma el ideal del actual príncipe cronológico (utilizado por Tairrael para ayudar a Panadoros). Estas cartas se muestran por primera vez a Panadoros en el divino infierno cronológico, momento en el que él se las confía a Horacio y Tairrael.