Para los feéricos, el día y la noche no tienen una importancia significativa, por lo que pueden celebrar fiestas al amanecer o dormir al medio día. Por ello, a pesar de que ya es de madrugada, no parece que la reunión vaya a finalizar por ahora.
Este... ¿día? Ha sido interminable, y no ayuda en nada que ellos no den atisbo de acabar con él.
Me quiero ir a casa. Quisiera tirarme en «mi» cama y convertir todo esto en un loco sueño que empezó cuando tuve la brillante idea de salvarle la vida a un príncipe feérico, que por más que me haya prometido protección, no estaba cuando su lunático hermano me amenazó.
Tampoco está ahora, y no tengo la menor idea de dónde se metió. ¿Cómo pudo desaparecer en cuestión de un parpadeo?
No comprendo por qué me trajo. Me siento como una mascota que llevas a un sitio, para dejarla amarrada en una esquina mientras te diviertes.
Tengo que escapar de aquí. No será hoy, ni mañana —porque primero tengo que saldar mi deuda con el segundo príncipe—, pero me iré.
Entre la multitud logro distinguir a Zyran. Me acerco a él, haciéndome paso entre las personas, y al verme, el feérico se me acerca con las mejillas ruborizadas producto al alcohol.
—¿Y tú dónde estabas? —intenta tocarme las orejas, pero yo retrocedo de manera brusca. Tuve suficiente con su hermano, como para permitir que otra persona me toque sin mi consentimiento—. Te estuve buscando por todas partes —en su mano tiene una copa de vino a medio beber—. Aunque... me distraje en el proceso.
—Se nota —contesto con los ojos achicados.
«Tu hermano, del que me dijiste que me secuestraste para protegerme de él, trató de lastimarme no hace ni media hora mientras tú estabas por ahí».
Me dan ganas de decirle, pero solo me le quedo viendo con un poco de resentimiento que él no nota porque claro, ¡siempre está hasta las narices de borracho! No le gusta, le encanta.
—Por la cara que tienes, estoy seguro de que no has bebido nada —me ofrece de su vino—. Vamos, Faye. No puede ser que no te diviertas.
—Quiero irme —sentencio con el ceño fruncido—. No quiero estar aquí.
—¿Eh? Pero si no ha empezado la verdadera diversión.
—Me he «divertido» lo suficiente.
—Faye...
—Si no me sacas de aquí, me iré por mi propia cuenta.
—Hmp —resopla inconforme—. Tsh. De acuerdo, vámonos.
Vaya, debería de guardar este momento como la primera vez que me hace caso. Él se abre paso entre la gente, mientras yo le sigo. Estamos próximo a la salida cuando alguien lo toma del hombro:
—¡Príncipe Zyran! —es el amigo de antes; aquel feérico de cabello dorado que comentó haber organizado una fiesta alternativa—. Oye, oye. ¿A dónde crees que vas? —cuestiona moviéndole los brazos—. Te dije que había organizado una fiesta. Incluso le propuse a todos que brindemos por el fin de tu exilio. ¿Acaso se te olvidó?
¿No pensará...?
—Oh, cierto —levanta las cejas con una sonrisa, la cual borra al ver mi cara de espanto—. Ay, Faye... —rechista frotando su frente contra mi hombro— No seas así. ¿No ves que brindarán por mí?
—Si no es por ti, estoy segura de que brindarán por otra cosa —inquiero.
—Príncipe Zyran —pestañea un par de veces. Él nos mira con gran impresión—. ¿Acaso la humana Faye tiene poder sobre ti?
Sí, claro. Tanto que él no me drogó para traerme a este mundo. Y no, no lo pienso superar fácilmente, aun planeo mi venganza.
—Mi linda Faye no me volverá a salvar la vida si no le hago caso —y tiene razón—. Sin mencionar que me envenenará mientras duermo.
Lo he pensado, sí.
—Increíble. Ahora has llamado mi atención —me dice, y como la sonrisa de todos, no me agrada—. Faye, como acompañante del príncipe Zyran también estás invitada a mi fiesta. ¿Qué tal si vienes con nosotros y te diviertes un rato?
—No —niego sin más.
—¡Faye! —insiste Zyran.
—Deja de frotarte contra mi hombro —me lo aparto con desgana—. Si quieres ir a esa fiesta, bien. Yo me marcho.
Zyran se encuentra en el gran dilema de asistir a la mentada fiesta, o regresar conmigo. En su rostro se le nota la indecisión. Pero qué mala persona soy que lo pongo a elegir entre dos opciones tan difíciles, y no lo digo porque esté siendo sarcástica.
Doy media vuelta para marcharme, pero me detengo de inmediato. El segundo príncipe está saliendo por la puerta. ¿Regresará a la hacienda? No quiero quedarme a solas con él, me asusta. Y con lo borracho que está Zyran, dudo que pueda hacer mucho para asegurar mi bienestar. Es más, comienzo a dudar de su capacidad para enfrentar a su hermano.
—Bien, de acuerdo —regreso a ellos. Detesto todo, pero no tengo de otra hasta que salga de aquí—. Iré contigo —le hablo a Zyran. Él sonríe como respuesta a mi cambio de opinión.
Me pregunto si habría venido conmigo si no cambiaba de parecer. Tratándome de alguien que acaba de conocer, él se la pensó mucho antes de tomar una decisión. ¿Por qué lo haría? Le encantan las fiestas y diversión. No comprendo por qué le resultó tan complicado decidirse.
Debí hacerme un poco más de rogar antes de dar el «sí».
◦✧◦
Caminamos por un largo rato hasta llegar al bosque donde se celebra la fiesta. Hay feéricos de todos los tipos; muchos se divierten bebiendo, bailando y besándose. La música se percibe en el ambiente, proviniendo de unos músicos que tocan instrumentos de viento como nunca antes los había escuchado.
Los árboles están adornados con candiles dorados que iluminan el lugar con una luz cálida. Sin importar el lado en que mire, hay sirvientes trasladando bandejas llenas de alcohol. Ahora veo que el problema no es Zyran, sino todo su círculo en general que tienen pasatiempos similares.
No bien llegamos, cuando un par de ninfas haladas, y de piel violácea vuelan hasta colocarse frente a Zyran. Ellas entrelazan los brazos alrededor de los suyos con una diversión y coquetería que él corresponde. Sabía que no me iba a agradar venir a la fiesta, pero no es como que se esfuercen mucho. Ahí está él sentado debajo de un árbol, con la cabeza recostada en el regazo de una ninfa, mientras que la otra le sirve vino... con sus labios.