Un solo movimiento es suficiente para que el veneno que me traje del mundo humano en el interior de mi guante, caiga en la mezcla de pie que se ubica frente a mis ojos. ¿Alguien lo extrañaría? No lo creo. Además de que el segundo príncipe sea un sádico desgraciado, me ha hecho trabajar gratis.
Con un suspiro, me guardo el frasco en el guante. Tristemente, la dosis no es suficiente para asesinarlo. Después de todo, la hice pensando en Zyran; por si se pasaba de listo.
Y bien. Por más que lo odie, debo hornear un postre si es que quiero que ese feérico me deje en paz. Ahora que sé muy bien de lo que es capaz, no puedo arriesgarme. Lo mejor que puedo hacer es cumplirle el capricho y hornear un postre parecido al que probó cuando invadió mi apartamento. Lo peor es que piensa probarlo junto al príncipe heredero. Me pregunto si él estará al tanto de las acciones de su hermano.
Después de depositar la mezcla en un horno rudimentario, tomo asiento en un mesón cercano a la espera de que esté listo y me pueda marchar esta noche.
Lo único que me alivia es la posibilidad de irme y hacer de cuenta que nada de esto pasó. Mañana, cuando regrese a mi vida cotidiana, será como si nunca hubiese salido de ella en primer lugar.
No puedo esperar.
Como no dormí casi nada y me levanté temprano, me recuesto en la superficie del mesón con la cara oculta entre mis brazos. Tengo sueño. Ojalá y que no se me olvide el pie y se termine quemando. Ahí sí sería problemático.
Escucho el sonido de unos pasos. Yo soy la única persona que se encuentra en el lugar, así que temiendo por la identidad de quien llega, me levanto de inmediato. Me sorprendo un poco por tratarse de la feérica perteneciente al grupo de amigos de Zyran. ¿Cómo era su nombre? Creo que Alysia si no me equivoco.
¿Qué hace aquí? Luce tan extravagante como ayer. Con joyas en todas partes, incluso alrededor de sus cuernos.
—Hola —saluda sonriente. Recuerdo que Rowan me confirmó que debía tener cuidado con ella—. ¿Cómo estás?
—Zyran no está conmigo, y no tengo idea de dónde se encuentra —tampoco es que me interese demasiado considerando que fue un imbécil—. Buscas en el lugar incorrecto.
—De hecho, no es así —se acerca. Ella tiene un modo característico de caminar; pavonea su cuerpo como si nada de su alrededor le importara—. Estoy en el lugar correcto. Eres la persona que buscaba. Aunque no creí que te encontraría en la cocina.
—¿Qué quieres de mí?
Mientras más rápido exprese lo que desea, más rápido veré la forma de librarme de su persona.
—Tengo mucha curiosidad sobre ti. De lo que significas para el príncipe Zyran —se sienta, invitándome a hacer lo mismo. Acepto para que no se ofenda—. Nunca lo había visto tan al pendiente de alguien más, cosa que no comprendo porque apareciste de la nada.
—Eres una feérica preciosa. Pareces salida de un cuento de hadas con tu piel como el océano, y tu cabello tan blanco como la nieve. No tienes nada de qué preocuparte; yo no dispongo de un problema para ti.
Descuida, Faye. Te irás mañana.
—Vaya, no te andas con rodeos —ríe tapándose la boca—. El príncipe Zyran y yo nos conocemos desde hace mucho. Él no es una persona fácil de tratar, ni tampoco el príncipe favorito de mi corte para casarme. Todos quieren que conquiste el corazón del primer príncipe, y es lo que tengo que hacer.
»Sin embargo, el príncipe Zyran me gusta mucho. No planeo casarme con él, pero tampoco quiero que tenga nada serio con otra. Me parece bien que se divierta, pero no puedo aceptar que otra mujer quiera quitármelo. ¿Lo entiendes, no?
—No existe nada romántico entre ambos. Solo soy un capricho para él.
—Anoche no me pareció así.
—No soy una amenaza.
—Los seguí y escuché toda su conversación. El príncipe Zyran no es de los que dan explicaciones. No es de los que aceptan que le griten. Tampoco de los que se rebajan en atender la herida de alguien más. ¿Quién eres para hacer que te pida perdón? ¿Por qué se comporta tan diferente contigo?
Viéndolo desde su perspectiva, es normal que sí me considere una amenaza. Ni modo, ya veo que no lograré convencerla de lo contrario.
—Piensas que se ha enamorado de mí, ¿no es así? —sería horrible que eso pasara. De tan solo imaginarlo, se me erizan los vellos del horror—. El punto es que sin importar cuáles sentimientos vengan de él, esos no serán recíprocos.
—Podría creerte —resopla—. Pero eres humana, y ustedes son mentirosos por naturaleza.
—Bueno, entonces no hay nada de qué hablar —me pongo de pie—. Una cosa: Zyran no es un objeto. No puedes pretender tenerlo a tu merced, aun cuando planeas casarte con alguien más. Las cosas no funcionan así.
—¿Me estás dando un sermón? —también se levanta, acercándose a mí. Ella intenta destrozar la barrera de mi espacio personal para intimidarme—. Este mundo no es para alguien como tú. ¿Qué tal si te marchas? Vete muy lejos; caminando hasta que ya no puedas más.
Jum, me encanta cuándo sucede esto.
Sin enunciar palabras, me separo de ella dando cinco pasos hacia la salida. Cuando estoy por dar el sexto paso, y fijándome en la gran sonrisa que tiene, me desplomo en el suelo de cuclillas. —¡Oh, ya no puedo más! —exclamo respirando fuerte. Me levanto con las manos apoyadas en mis rodillas, tal y como si hubiese corrido un maratón—. Tengo una pésima condición física.
—¿Qué?
—Dijiste que caminara hasta que ya no pudiera más. Listo, ya lo hice —me incorporo entre jugueteos—. Mira, no estoy interesada en tener enemigos. Solo soy una repostera. No obstante, como vuelvas a hacer algún movimiento en mi contra, te prometo que pasará algo similar a lo ocurrido con el príncipe Erian II, porque Zyran me defenderá. No tiene de otra.
—Tú...
—Alysia —la voz de Zyran nos interrumpe.
Han pasado un par de horas desde nuestra discusión. Él se cambió de ropa y ahora viste una túnica blanca de mangas largas y abullonadas que van ajustadas en las muñecas. Por encima tiene un jubón azul; sin mangas y con hombreras cortas. Sus pantalones también son blancos, en contraste con sus botas negras. Zyran se ha dejado el cabello suelto, el cual luce tan brillante como siempre.