Me ubico en el jardín trasero. Estoy sentada debajo de la sombra de un árbol. Mientras que con una mano sostengo un espejo mediano que encontré, con la otra muevo la cuchara para tomar otra bocanada del postre que tengo en el regazo. Sí, definitivamente está delicioso. El que dos príncipes feéricos elogien mis dotes culinarias, provoca que el monstruo del egocentrismo crezca cada vez más en mi interior.
Me falta mucho por aprender. Todavía no me puedo considerar una genio, pero vamos, cualquiera se sentiría bien si dos personas acostumbradas a una vida entera de delicias, elogian tu comida.
En lo que como, he tratado de arrancarme la piedra de la frente como experimento. No se mueve ni un poco, y cada vez que la jalo, lo único que hace es emitir un tenue resplandor que desaparece cuando la suelto. Cuando Zyran me la estampó en la frente y luego la besó, no supuse que se trataría de un encantamiento. Pensé que se trataba de otra de sus coqueterías.
—Jum —río por lo bajo. De solo recordar la cara que puso el segundo príncipe cuando intentó atacarme y no le resultó, me exploto de la risa. No tengo idea de lo que signifique la piedra, pero se veía molesto con Zyran.
Me dieron ganas de gritarle un rotundo «¡Ja!».
Quién diría que el príncipe borracho me haría sentir poderosa. Guiño.
Un año entero… 365 días en los que tendré que servirle a ese sujeto. Me hice muchas ilusiones sobre volver al mundo humano hoy mismo, pero fueron destrozadas por la petición de aquel sádico narcisista.
¿Qué querrá de mí? No creo que solo esté interesado en mis postres. Lo que me sorprende es que haya aceptado rebajarle cinco años y seis meses a su propuesta en el momento que fui protegida por la magia de la piedra. Ni hablar de su trato inicial que consistía en cincuenta años.
¿Y si…?
Oh, no.
—Me matará una vez se cumpla el plazo… —susurro. La cuchara se me cae con todo y espejo ante tal posibilidad.
Él no acortó los años del acuerdo; acortó mis años de vida.
Cincuenta, seis… Un año.
Rápidamente, me quito el guante de la mano y contemplo mis dedos oscurecidos. La última vez que usé magia prohibida, mis dedos anular y meñique resultaron afectados. Y eso que ni siquiera maté a mis objetivos.
En el caso de que tenga que defenderme de una persona poderosa como él, tendría que esforzarme bastante para asesinarlo. No podré dudar. El segundo príncipe tendrá que morir, aun si la mitad de mi cuerpo queda consumida por la maldición. ¿Y qué pasará de ser así? No lo sé. Hasta ahora no perdí la movilidad de los dedos, y solo se ven oscuros.
Temo que la que termine muerta sea yo. La magia del segundo príncipe es poderosa. Va y repele mi ataque como si fuera el de un ordinario mocoso feérico.
Él es un príncipe y yo por mera suerte nací con un mediocre talento mágico. ¿Emplear magia prohibida? ¿Quién más lo hace además de las brujas y yo? Como quisiera que alguien me enseñe a usar magia normal. Aunque… ¿Es posible una vez que se entra a las artes oscuras? Mi lado humano es equis, pero el feérico está corrompido.
Mis dedos solo son una manifestación del interior.
—Admito que me arrepiento un poco de golpear a tu hermano —suspiro mirando las angostas ramas del árbol. La acción que ejecuté por impulso me ha salido muy cara—. Solo un poco porque lo disfruté demasiado —si hubiese sabido lo que sé ahora, habría buscado la manera de abofetearlo más fuerte. Que mi reclusión en su hacienda valiera la pena.
Entre las ramas de los árboles, hay pájaros de todos los aspectos, pero uno en particular capta mi atención. Me está mirando. No he enloquecido todavía, y sé lo que digo cuando afirmo que el jodido animal me está viendo fijamente.
—Tú… —me levanto enseguida. Al darse cuenta de que me he percatado de su presencia, el pequeño pájaro café y de plumas blancas similar a un gorrión parte por los aires.
Griselda sabe que estoy aquí.
—¡Estoy con el cuarto príncipe! —grito a los cuatro vientos—. ¡Como me hagas daño, sufrirás su furia!
Dios mío, estoy amenazándola con Zyran. ¿Quién lo diría?
Un año entero. 365 días. Todo gracias al segundo príncipe. Espero que cuando todo termine, esté tan completa como ahora.
◦✧◦
Ay, estoy aburrida a más no poder. He dado más de cinco vueltas en la cama esperando dormirme aunque sea. No puedo salir porque me da miedo que el segundo príncipe quiera hacerme daño.
Alguien abre la puerta, y yo volteo de inmediato. Zyran ha regresado desde donde quiera que estaba. Se le ve bastante contento. Esa sonrisita no me da buenas vibras.
—Faye, linda Faye. Te abrazaría, pero te pones pesada con eso de los límites y el espacio personal —se tira de espaldas en la cama—. Hoy fue un día bastante productivo —sonríe estirando los brazos—. ¿Qué hay del pie? ¿Ya te lo comiste?
—No mencionaste que quisieras —tengo que ver la manera de contarle sobre el trato con su hermano. ¿Cuál será su reacción cuando se lo diga? No le gustará, de eso estoy segura—. Zyran —me coloco a su lado. Esta vez soy yo la que no deja espacio entre nosotros. Mi rostro está muy cerca del suyo, a lo que él responde retrocediendo un poco debido a la impresión, pero luego se recompone y vuelve a tener la misma postura de siempre—. Necesito que hagas algo por mí.
—¿Qué quieres? —levanta la ceja.
—Sabes muchas cosas sobre mí. La primera de ellas es que soy una híbrida que se crió en este mundo. Te dije que mi «padre» me abandonó al cuidado de una bruja, pero no te conté que escapé de ella creando un portal con magia negra, y que no quería regresar porque me expongo a que se vengue por robar sus pociones y conjuros. O mucho peor, aprisionarme para que haga lo que quiera.
»El punto es que creo que ya se dio cuenta de que estoy aquí. Temo que venga por mí, y de lo que pueda hacer para que regrese con ella. Ahí es donde intervienes tú.
—Te prometí que te protegería. Es redundante recordártelo.