No puedo afirmar que Zyran se comporta extraño tras rechazar su beso, pero hay algunos detalles que me hacen suponer que lo afectó, aunque sea un poco.
Pese a que le interesa compartir la cama conmigo, se mantiene del otro lado del colchón, cuando por lo regular suele abrazarme como si fuera un muñeco. También, ha habido días en los que no ha venido a dormir, sino que amanece en otro sitio. Con Alysia, tal vez.
Sigue con sus bromas e indirectas, pero ya no es tan constante. Él está más enfocado en su hermano, el cual, en los treinta días que han transcurrido desde el trato, no me ha usado como algo más que su repostera personal.
Treinta días menos, puedo sobrevivir.
—Nunca había probado algo como esto —comenta sentado en su escritorio. Frente a él, hay un plato de cheesecake de oreo que parece gustarle. Hoy quise aventurarme un poco con la receta, así que les pedí a los sirvientes humanos que trajeran los ingredientes del otro mundo—. Si continúas así, querré extender el tiempo de nuestro acuerdo.
Claro, prolongar mi vida.
Mi vista recae en los documentos que hay sobre su escritorio. El segundo príncipe no ha salido de aquí en días más que para acicalarse, porque hasta come en estas cuatro paredes. Entre las hojas, distingo un nombre en particular escrito en letra cursiva: Riegael Mon Lucast.
»Puedes irte —indica tomando una pluma cercana. Como estaba pendiente de sus cosas, me espantó un poco escuchar su voz—. Comunícale a Zyran que debe asistir a la fiesta de esta noche. Su majestad imperial planea hacer una aparición pública. Entre sus invitados, se encuentra el rey de la corte del bosque eterno. Lo último será beneficioso para que se disculpe por agredir al único heredero de su corte. Todos los príncipes estaremos allí.
—¿Algo más?
Aquí, siguiendo mi papel de sirvienta.
—Acércate —me señala con el dedo índice.
Dudo por un segundo, pero recordando la piedra de mi frente, acato su petición. Él extiende la mano, y me saca el collar que me regaló Zyran desde el interior de mi vestido. Arquea la ceja toqueteando cada fruto del bosque, mientras que yo me quedo a la espera de que me suelte y no intente estrangularme con él.
—No quiero que uses amuletos cuando estés conmigo.
—¿Se quiere asegurar de que podrá hechizarme una vez me niegue a obedecerlo?
—No lo uses y juro que no voy a hacerlo.
¿Entonces por qué me lo pide?
—De acuerdo —avanzo a la puerta—. Si no necesita nada más, me marcho.
—Quiero que para mañana hagas pastel de zanahorias. Asegúrate de que sea el mejor postre que hayas hecho.
Pastel de zanahorias… no recuerdo la última vez que lo horneé.
Sé que si pregunto por qué tanta importancia en que sea «el mejor postre que haya hecho», él no me dará respuesta. Así que cierro la puerta detrás de mí y me dirijo a la habitación para pasarle el mensaje a Zyran.
Una de las ventajas de no ser un feérico completo es que puedo romper mis promesas, pero si lo hago, nada me dice que Allister no hará lo que sea para acabarme sin importarle la magia de Zyran. Debo hacer lo posible para quitármelo de encima. Tengo el presentimiento de que acabado el plazo, no me despedirá con una sonrisa amable y unas palmaditas en la espalda.
Entro a la habitación. Zyran está sentado en medio de ella, mientras que la feérica con orejas de gato, llamada «Mirim», le teje varias trenzas delgadas en los costados. El resto de su cabello está suelto y vaya, ¿cómo es que siempre lo tiene tan brillante? Incluso enfermo; al borde de la muerte, su pelo parecía sacado de una revista. Ni las ondas se le salen de un patrón predeterminado.
De fondo se escucha «Monster» de EXO. Hasta que por fin ha encontrado una canción de K-pop que le gusta y justo tenía que ser esa. —¿No se supone que trajiste el reproductor para mí? Tendrás que regresar al mundo humano una vez me lo descargues —me siento en el borde de la cama. Cruzo las piernas, a la vez que él «siente la música», meneando la cabeza y los dedos al ritmo de la melodía.
Ellos comprenden todos los idiomas humanos. Esa es una habilidad que yo no tengo.
—Llegas tarde —dice con los ojos cerrados.
Por algún motivo, Mirim luce nerviosa. Ella teje una sección para luego desbaratarla y comenzar de nuevo. Empiezo a prestarle atención al lenguaje corporal de las personas alrededor de Zyran. Me dice mucho de cómo son las cosas.
—¿Tarde para qué?
—Estoy vestido —abre los ojos a mi dirección. Su sonrisa denota picardía—. ¿Por cuánto tiempo estuve esperándola desnudo? —le pregunta a la feérica y ella se tensa—. Como no venías, me di por vencido.
—Ja, ja —¿cómo es que tiene la capacidad de sonar sarcástico, cuando se supone que no puede mentir? —Dime, ¿te estás arreglando tanto para la fiesta?
—¿Qué fiesta?
—¿Eh? —pero creí…—. El segundo príncipe te manda a decir que quiere que participes en la fiesta de esta noche. El emperador se presentará ante todos, y…
—Ah, lo olvidé por completo —rueda los ojos—. Tengo planes para la noche. Estoy seguro de que mi presencia no será requerida por mi padre, así que no será necesario que asista.
—Todos los príncipes estarán allí. ¿No será una ofensa que no estés?
—Mi padre está muriendo. No se tomará el tiempo de saber quién está o no.
—Él tal vez no lo haga, ¿pero qué hay del segundo príncipe? Quiere que asistas. Dijo que el rey de la corte del bosque eterno estará allí, y espera que te disculpes.
—¿Disculparme de qué?
—Sabes de qué.
—Tsh —refunfuña extendiendo la mano a mi dirección. Apunta mi frente—. Oye, devuélveme mi magia. Ni siquiera puedo cambiar de música —rechina con una mueca. Twice está sonando a todo volumen—. He escuchado a esa gente por horas. Quiero al otro, al viejito.
Así le dice a Frank Sinatra.
Me coloco frente a él para que pueda cambiar de música; porque claro que no puede usar sus delicadas manos para poner la canción que quiere. Eso sería muy «común» de su parte.