Recuerdo cuando era niña y mi pasatiempo más «divertido» consistía en ver a Griselda elaborando sus encantos. Muchos clientes le pedían venenos, otros antídotos y algunas personas iban por pociones. Todos tenían algo en común, y es que sus caras eran serias y sombrías. Nadie que busca algo que pueda cambiar su vida y la de los suyos, está feliz. Detalle que supe desde pequeña.
Cuando la bruja dormía, hurgaba entre sus cosas y la imitaba. Siempre he sido buena con las recetas. Para mí, no hay mucha diferencia entre hornear pastel y seguir las instrucciones para hacer un veneno mortal. Ahora bien, tal y como un bizcocho puede no subir aun cuando se ha hecho todo bien, es lo mismo con un encanto.
Nunca tengo la certeza de que una poción funciona hasta que la pruebo. Va lo mismo con un antídoto. Tengo más experiencia realizando venenos porque siempre es complicado buscarles la contraparte a la hora de preparar antídotos.
Como este, cuya contraparte es que haya una persona que ame a un maldito infeliz. Descifrar la magia es un acertijo. No todos funcionan igual.
—¡Allister! —grita Zyran. Hemos entrado a la habitación, y el segundo príncipe luce muy mal.
La oscuridad que rodeaba la herida de la flecha, se ha propagado por su abdomen, y falta poco para que llegue al diafragma. Un par de minutos más y dejará de respirar.
»Dime qué hacer, ¿cómo se la doy? —cuestiona con la olla en manos.
—Vierte la poción en la herida. Ahí fue donde comenzó.
Zyran obedece, mientras escuchamos los quejidos de Allister. El segundo príncipe está sufriendo bastante. Creo que en estas pocas horas de agonía, ha pagado por la mitad de las maldades que ha hecho. Sus labios están rotos de tanto morderlos, y tiene las manos tensas.
En serio espero que funcione. No porque sea una manera horrible de morir, sino porque no quisiera que Zyran se deprima por alguien que no vale la pena.
—¡¿Qué estás haciendo?! —vocifera Allister agarrando a Zyran del brazo—. ¡Detente!
Sí, se me olvidó mencionar lo doloroso que es el antídoto. Según el libro, se siente como si se le quemara la piel.
—Esto te salvará —no deja de esparcir la viscosa infusión sobre el alrededor—. Debes ser fuerte, y resistir.
Algo anda mal. No tengo idea de cómo se ve una persona que está siendo curada de este tipo de venenos, pero se supone que la oscuridad debió retraerse en el instante que el antídoto cayó en su piel. Sin embargo, continúa su progreso. Allister está agonizando.
—Zyran —coloco la mano sobre su hombro. Advierto lo peor—. No está funcionando.
—¿Qué? —mira la cara de su hermano. El volumen de sangre que sale de su rostro está incrementando—. A-Allister... —le rodea las mejillas—. ¡No puedes morir, maldita sea!
—Te... —susurra tosiendo—. Zyran, yo te...
—Cállate —le cubre la boca—. ¡Si te despides, te mataré antes de tiempo!
¿Le iba a decir «te quiero»?
No comprendo... ¿qué salió mal? La sal debió neutralizar la magia de la savia maldita, y los demás componentes potenciaron el antídoto. Seguí todas las instrucciones como las recordaba. ¡Por todos los cielos! Cierro los ojos y puedo visualizar la página donde estaban escritas: seguí cada punto y coma. Cambió de color, con humito incluido. Entonces, ¿por qué?
¿El amor de Zyran no es suficiente?
—¿El antídoto habría funcionado si hubiésemos estado en el lugar del otro? —cuestiona, apretando las mejillas de Allister—. Es normal que te odie; me has maltratado todo este tiempo. ¡M-me arrancaste las alas! ¡Eres cruel y narcisista! Pero... no te odio como hubiese querido hacerlo. Yo no quiero que mueras. No puedes morir en manos de otro... ¡yo soy el que debe matarte! ¡Merezco eso!
El segundo príncipe sonríe. Lentamente, le pasa la mano por el cabello con un movimiento constante. No dura mucho para que la misma se desplome, y él ponga los ojos en blanco mientras los cierra poco a poco.
—¡Allister!
—Zyran, no hay nada que podamos hacer —susurro. En menos de cinco minutos, Allister estará muerto.
—No... —le toma la mano—. T-Tú eres mi única familia. No me hagas esto. ¡¿Esto se trata de otro de tus métodos retorcidos para torturarme?! ¡¿Eh?!
Dudo que sea abatida por la magia de Allister si consideramos su estado, así que me acerco a su cuerpo y le pongo una mano en el pecho y la otra en el cuello. Tanto sus latidos como respiraciones están disminuyendo cada vez más.
No faltan minutos. Faltan segundos...
—Lo siento, Zyran —le fallé, pese a que depositó su confianza en mí.
Ni siquiera cuando se quejaba de dolor, le llegué a ver los ojos aguados. Zyran lo mira con ellos enrojecidos. Él aprieta el agarre de su mano, y es cuando una lágrima cae en la frente del segundo príncipe.
»Será mejor que... —iba a decir, pero pasa algo.
De repente, la oscuridad que se apoderaba poco a poco de su ser, retrocede a donde comenzó en primer lugar. Los latidos y respiraciones de Allister se normalizan. La hemorragia se detiene, y su expresión se torna suave. Ha funcionado. La respuesta no era la sangre, sino la lágrima de una persona que sufriera por su inminente muerte.
—Si muero será a causa tuya —comenta Allister abriendo los ojos—. Será mi regalo para ti.
Es lo único que dice antes de desmayarse. Lo bueno —para Zyran— es que está bien. Él sonríe contento al ver la oscuridad haciéndose cada vez más pequeña.
Hoy no permitimos que la naturaleza siguiera su curso, y se llevara a un desgraciado. Bien hecho.
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Después de asegurarme de que Allister estuviera bien, regresé a la habitación para lograr dormir después de una noche agitada. En un momento dado, sentí el movimiento de la sábana. Abrí un poco los ojos, percatándome de que Zyran me cubría con ella hasta los hombros. Él me acarició brevemente el cabello y luego retornó a la habitación del segundo príncipe.
Lugar donde amaneció a la espera de que su hermano despierte y sea tan malvado como siempre.