Príncipe Azul

al vestido le falta tela

  Zaida

Saliendo de la universidad, vamos al salón hacernos el pelo, las manos y los pies, porque antes muertas que sencillas.

Llego a la casa y ubico que Lourdes haya lavado y planchado la camisa y efectivamente, mi Lourdes no me decepciona.

Con mi gorro de seda para que no se me arruine mi reciente definición de rizos entro al baño al ritmo de Juan Luís Guerra, me cepillo los dientes y me veo en el espejo luciendo hermosa como siempre, elijo un vestido corto que es formal, pero también casual ya que no sé específicamente donde vamos a cenar, lo que  sí sé es que vamos para la discoteca terminada la cena.

-No quiero domingo 7- me dice mi padre cuando bajo las escaleras

-aún soy señorita- alego evitando reir, pues mis padres saben que hace mucho que esa tapa salió rodando

-aja, si y mis dientes de leche-

-MAmiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii-

-Francisco no molestes la niña- grita mi madre desde el segundo nivel, mi papá me hace una mueca y yo le saco la lengua, mi madre baja uniéndosenos

-Estas hermosa mi niña, por favor usen condón-

-Oh padre, ven por mí y llévate un vecino, el que veas mal puesto llévatelo- mi madre se ríe -Papiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii- ahora grito

-No molestes a la niña- dice mi papá mal imitando la voz de mi mamá

-De verdad que ninguno de los dos me simpatizan- quiero seguir haciendo mi drama de crisis existencial, pero la bocina de que han venido por mí suena y empieza la lucha entre mi madre y mi padre para ver quien llega primero a la ventana.

-Oh señol, no sé que hice en mi otra vida, pero pasa de mi esta copa-

Tanto el señor como la señora Peña, se paran en la ventana a mirar, mientras voy saliendo negando con la cabeza

-traten de madurar en lo que vuelvo- les digo a modo de despedida

-No prometemos nada- contesta mi padre

Me acerco a mi chico de la camisa, el cual me mira de arriba abajo y al ver el largo del vestido sonríe, pero noto que es un poco fingida la misma, me acerco y lo beso en la mejilla y no me quedo con las dudas

-¿no te gusto mi vestido?-

-está perfecto, el largo es que no me convence ¿no te dará mucho frío-

-Nop, este país es un eterno verano, aquí no existe ni el diccionario la palabra frío- trato de hacerlo reír, pero no logro nada; como todo caballero me abre la puerta y al sentarme por instinto bajo un poco el vestido, el se da cuenta y niega

-te dije que le faltaba tela al vestido-  me dice antes de cerrar la puerta y dirigirse al lado del conductor y escudriñando bien realmente es muy corto, cuando me siento no dejo mucho a la imaginación, empiezo a sentirme incomoda, quiero cambiarme porque ya no me siento a gusto, pero se vería raro.

El camino lo paso luchando para que le vestido no suba por el mínimo movimiento, pero la tela es elástica y es una pesadilla y aunque lo hago con disimulo, él nota cuando lo bajo y alza las cejas en señal de decepción.

Me siento horrible, no estoy dando la mejor impresión, me siento vestida como una puta llamando la atención, estoy sudando y las piernas las tengo tan pegadas que siento que la sangre no me circula correctamente.

Llegamos al restaurante Atarazana y no quiero entrar, sin embargo, cuando nos parqueamos él me mira a los ojos y…

-estas hermosa, créeme, no sé porque estas nerviosa yo no muerdo-

El ambiente se aligera, trayéndome un poco de paz

-gracias-

Me ayuda a bajar y ahí está el vestido haciendo acto de presencia con su escasa tela, tengo que bajar con las piernas más cerradas que un ziper, cada dos pasos que doy, en uno y medio me bajo el vestido.

-oye- me detiene antes de entrar -olvida lo del vestido porque has pasado más tiempo bajándolo que conversando conmigo- asiento -ya para la próxima usas uno más largo y problema resuelto- asiento, él me sonríe y besa mi frente derritiéndome ante su generosidad y por desgracia ante mi ingenuidad.




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