Príncipe de Dragones

02

Ivoh no sabe en qué momento es que llegó al cuarto de invitados observando la puerta mientras su madre y sus hermanas se encargan de la joven que ha traído desde los bosques cercanos, apenas llegaron su padre corrió hacia ellos ayudándolo a bajar a la jinete inconsciente de su caballo, entre ambos llegaron a la gran casa de campo donde Samara y su madre se encargaron de preparar el cuarto de invitados mientras las demás hermanas buscaban medicamentos ya que tardaría bastante en que alguien de la ciudad principal llegara en auxilio de la chica.

Todo había acontecido de manera acelerada para el joven Duncan, pensaba que había actuado por impulso, incluso puesto en peligro su vida por defender un jinete de su reino, si bien sabía que estuvo a punto de presenciar una injusticia no fue capaz de quedarse de brazos cruzados, mucho menos cuando el dragón que parecía pertenecerle a la desmayada joven lo observó con tanto miedo, pero no por él, sino por la humana que intentaba proteger con tanto fervor; ¿Qué había pasado luego? ¿Dónde fue? ¿Acaso había muerto como el contrincante? ¿La chica sobreviviría? ¿Qué sucedería a partir de ahora?

—Ivoh, ¿Qué haces aquí? —Samara, la mayor de las hermanas, se acerca a él a paso rápido cargando entre sus manos algunas mantas y tratando de no tropezar.

—Quiero saber sobre la jinete, ¿Está viva? —preguntó con cautela.

—Sí, lo está, por fortuna no tenía heridas graves, solo raspones y moretones, al parecer llegaste a tiempo, pero en lo que a mí respecta creo que has sido muy imprudente de meterte en una pelea que no es tuya, en especial, cuando había bestias de por medio —reprendió—. Nunca actúas con sensatez.

—¿Y qué sugieres que debería haber hecho? ¿Dejarla morir? —preguntó incrédulo.

—No es tu responsabilidad salvar a las personas que toman esos riesgos, es un soldado, monta un dragón, ella elige esa vida y tú vas como si nada a hacerte el héroe —rueda los ojos—. No te comprendo.

—Ya lo sé, nunca entiendes nada de lo que te digo, pero por una vez usa el cerebro —soltó molesto.

—Lo dice la persona que mató a un posible enemigo de la corona con su navaja, eres un tonto que solo tuvo suerte, pero la suerte no dura para siempre, Ivoh, piénsalo —Samara siguió su camino pasando de largo de la habitación de huéspedes.

—Tú qué sabes —blanqueó los ojos, la puerta del cuarto se abrió dejando ver a Lía, su madre, que sorprendida se lo quedó viendo—. Hola, mamá…

—Cariño, veo que sigues preocupado —sonrió—. No hay nada que temer, la muchacha descansa ahora, tuve que usar algunas medicinas campestres porque no tenemos medicación de farmacéuticas por aquí.

—Eso me deja más tranquilo, pero… —desvió la mirada.

—Tu padre se encargará de enviar un aviso sobre lo que ha sucedido, el hecho de que hubiera un enfrentamiento entre dos jinetes tan cerca de nuestras fronteras solo quiere decir que estamos en peligro, lo mejor es que ni tú ni tus hermanos salgan de casa, en especial tú —suspiró—. No has hecho tus deberes por ir al bosque y casi podríamos no estar hablando en este momento, ¿Cuándo vas a aprender?

—Tal vez no quiero hacer esos deberes, mamá, me gusta cabalgar con Marajah por los terrenos que no conozco —suspiró.

—Todos tenemos un papel en esta casa y en las producciones que realizamos para el reino y el exterior, tienes un papel en la vida y no lo cumples, no estás haciendo nada, desde hace meses que te pierdes en los bosques o los campos; Ivoh, no eres un chiquillo, eres el más joven de mis hijos pero adulto al fin de cuentas —colocó su mano en el hombro del muchacho—. No entiendo qué te sucede si no me dices las cosas que piensas o sientes, soy tu madre, no una adivina.

—Tal vez no quiero esta vida de granjero, mamá, no quiero ser esto por siempre, debe haber algo más para mí —Ivoh se apartó con lentitud—. No soy feliz dándole de comer a los cerdos, no me gusta cosechar con papá, yo… Quiero más para mí de lo que el campo me puede ofrecer.

— ¿Y qué es eso que quieres? Porque hasta que no lo sepas no vas a poder buscarlo apropiadamente —Lía pasó por su lado, preocupada, no sabiendo qué hacer para ayudar a su hijo y es que se supone que en algún momento él también será el hombre de la casa cuando su esposo ya no viva, todo quedará a cargo de él y su hermano, pero si no se siente bien viviendo allí…

—Mierda —masculló el joven regresando a su cuarto, de un portazo se encerró pensando en que las cosas no podían ser más estúpidas para él.

No podían culparlo, la vida en el campo era tranquila, tal vez demasiado donde lo único emocionante que ocurría se remontaba a sus años de escolaridad, ir y venir al pueblo más cercano para tomar sus clases, ver a sus amigos, pasar el tiempo allí más cuando la graduación llegó dejando atrás la última de sus etapas de estudio, se dio cuenta que en verdad necesitaba quedarse allí; pero no podía dejar que su familia se encargara sola del molino, las cosechas y demás, por lo que regresó confiado de que en algún momento retomaría la búsqueda de sí mismo. No pensó que el tiempo pasaría tan rápido y que de eso ya había dejado escapar seis años, ahora con sus veintiséis, llegaba de pronto la más grande de sus sorpresas y el escape que requería.

Su gran oportunidad de tener un cambio dormía en el cuarto de huéspedes.

Es así como transcurrió el resto del día sin que la misteriosa jinete de dragón abriera los ojos, Lía y Samara acudían al cuarto de vez en cuando para cerciorarse de que la joven siguiera con vida y efectivamente así era, tan solo no despertaba, esto último comenzaba a preocupar a Ivoh, ¿Y si nunca despertaba? ¿Tuvo un golpe muy fuerte? ¿Qué pasó antes de que llegara y por qué carajos estaba tan preocupado? En verdad tenía un mal presentimiento de toda aquella situación que se estaba dando entre ellos pero no podía hacer algo al respecto, solo esperar como el resto de su familia.




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