—No puedo creerlo —negó Ivoh, parado frente al lago, llevaba más de quince minutos tratando de hacer que el dragón acuático apareciera pero no lograba nada—. No puede marcharse, hay tanto que quiero preguntarle, tanto que no entiendo.
—Comprendo, pero seguro ya no se encuentra aquí, los túneles deben haber sido tomados por él, no volveremos a verlo por un tiempo y tenemos que seguir el camino —apremió Tessa borrando todo rastro de que hubieran estado allí, apremiando a Haku y Ehecatl a ponerse de pie—. Estoy seguro de que las preguntas tendrán su respuesta pronto.
—¿Tú sabes algo que yo no? —volteó a verla frunciendo el ceño y ella solo lo observó.
—No más que tú —negó con seriedad—. Salammandra no me cuenta todo lo que sabe porque no soy una mujer digna de conocer toda la historia de los grandes dragones ancestrales, pero puedo asegurarte de que no tienes nada de qué preocuparte.
—No puedo quedarme tranquilo, Tess, lo sabes, hay algo extraño en mí, algo que nunca había sentido —se acercó a ella—. Y tú sabes tan bien como yo que ningún soldado común y corriente podría haber invocado a una bestia, entonces, dime, ¿Qué tengo de especial? ¿Qué o quién soy?
—No tengo las respuestas, Ivoh —negó acunando el rostro del muchacho—, no poseo la autoridad para revelarte eso, pero te prometo que me quedaré a tu lado hasta que las descubras, ¿sí?
—Sí —asintió con lentitud para atraer a la chica hacia sí y besarla con mimo, se separaron apenas con una leve sonrisa—, quiero que me cuentes todo lo que sepas de Salammandra.
—Bien —rió bajo caminando por la playa llena de felicidad, esa parte de la relación parecía un sueño todavía—. Eres un insaciable de conocimiento, ¿sabías? Para tu fortuna, sé bastante de él y de otros grandes dragones.
—Soy insaciable con lo que me gusta —la siguió de cerca mientras Haku extendía sus alas desperezándose—. Y tú me gustas.
—¿Sí? ¿Qué tanto? —tanto la dragona como su par se volvieron estelas luminosas para resguardarse en los tatuajes de Winslet.
—No te diré —negó con una sonrisa, desde que se habían besado no han podido parar de compartir besos a cada minuto, si no es él quien busca la atención de Tessa esta se le acerca sin problemas para hacerse notar.
Pero nada ha sido hablado de manera seria, solo lo dejan ser a gusto.
—Yo creo que te gusto demasiado, mucho, mucho —Tessa rió—, tanto que tenías miedo de dar el paso y que no fueras correspondido, ¿no? Al final ambos queríamos lo mismo.
—Podría decirse que mucho, sí —la abrazó por detrás para detenerla—, no me cambies de tema.
—Fuiste tú el que inició hablando sobre lo que te gusta —rodó los ojos con diversión más se deshizo del abrazo para tomar su mano con cuidado comenzando a caminar para internarse en el bosque una vez más—. Existen siete grandes dragones ancestrales que han regido en pos de la libertad y el equilibrio de las criaturas desde que Aphato se levantó gracias al trato formado entre el primer rey y el primer dragón que emergió de las entrañas de la Tierra. Se dice que estas siete bestias representan lo esencial en la vida, los cuatro elementos, agua, aire, fuego, tierra y las contrapartes de luz y oscuridad, por último queda el dragón del tiempo, nadie lo ha visto pero la leyenda dice que es un ser que viaja y vive entre las estelas del tiempo, aprende del pasado, se regocija en el presente y trae ilusión desde el futuro.
—¿Realmente crees que existan? —murmuró sorprendido.
—En toda mi vida, solo he visto a un dragón ancestral —Tessa sonrió volteando a verlo—. Salammandra.
—¿Qué?
—Sí, es un ancestral, el que va y viene por las aguas, las maneja a su antojo —asintió—. Las personas que pueden invocar a estas bestias han tenido un gran poder y responsabilidad en sus manos, Ivoh.
—¿Qué personas? ¿Quiénes fueron? —se detuvo.
—No sé con exactitud, pero la historia cuenta que el primero en lograrlo fue nuestro salvador, el único hombre que en medio del desastre natural que amenazaba a nuestro mundo le imploró al universo una segunda oportunidad e hizo un pacto con los dragones —murmuró instándolo a caminar.
—El primer rey, invocó a un ancestral.
—Y no a uno cualquiera, era Chronos, el dragón del tiempo. La oportunidad que nos dio solo fue revirtiendo el tiempo y el dolor de la madre naturaleza, pero dejó a la civilización hecha añicos, las ciudades deshechas. Comenzar de nuevo fue lo único que nos quedó, el resto lo sabes, no hay persona en Aphato que no conozca la historia de cómo es que surgimos —Tess suspiró con cansancio—, No sé qué relación puedes tener tú con esas bestias o con la persona que alguna vez los invocó, Ivoh, solo te estoy contando algunas cosas.
—Pero… Es que es imposible, no soy nadie —negó confundido.
—A veces somos más de lo que podemos ver en nuestro reflejo —Winslet suspiró—. Salammandra me dijo una vez, cuando apenas aprendía a montar a Haku, que estaba buscando a un ser especial, un humano que podía caminar entre dragones como si fuera uno de ellos; en un inicio, creyó que esa persona era yo, que el que pudiera entender a todos los dragones y desarrollar habilidades con ellos me hacía ese ser que buscaba, pero, descartó la posibilidad luego de unos años. Tal vez eres tú, tal vez vas a ser parte de los soldados que salvarán el reino en esta pelea que nos amenaza.
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Editado: 31.03.2025