Príncipe de Dragones

22

El camino ha sido bastante tempestuoso desde que dejaron atrás el lago, volar en el lomo de los dragones no es nada acogedor cuando las temperaturas bajan y, aunque no se encuentran en las tierras heladas, el frío se hace notar junto a las pequeñas nevadas que lindan con los terrenos del sur. Haku y Ehecatl sobrevuelan un campo nevado, la variedad de climas en Aphato es tanta que puedes pasar de un segundo a otro a sentir calor o frío, hay que estar preparado para todo tipo de contratiempos; las bestias aladas descienden con cuidado debido a la agitada brisa que hay en las alturas, ambos lagartos rugen moviendo sus alas para entrar en calor mientras Ivoh y Tessa tocan el suelo con sus pies viendo en todas direcciones asegurándose de que no hay peligro cerca.

—Estamos algo alejados de donde podrían encontrarse el general Parker y William —Ivoh sopesa—. ¿Estás segura de que tomar este camino es buena idea?

—Es el más apropiado para nosotros, los Malasios no deberían poder venir hasta aquí y no estamos lejos de ingresar al territorio principal de cosechas. Te sorprendería lo delimitante que es el clima, te darás cuenta cuando sientas más cálido el ambiente —sonrió, volteó a ver a sus dragones para extender la mano a ellos—. Vuelvan, es hora de descansar.

—Parece que Ehecatl no la está pasando nada bien.

—No, no es un dragón de clima nevado por lo que esto le parece raro y, a la vez, no puede regular su termostato como le gustaría —suspiró viendo las estelas luminosas regresar a su cuerpo.

—Creo que debí traer más ropa, me congelo —Duncan se abrazó a sí mismo, el abrigo que llevaba no era suficiente para mantenerlo caliente.

—Tienes que moverte, Ivoh, no te quedes allí —Tess lo abrazó para frotar su espalda con premura tratando de hacerlo entrar en calor—. Caminemos un poco, de todas formas delante nuestro hay un granero, seguro el dueño se encuentra en la casa trasera. Podemos pedirle ayuda.

—¿Crees que quiera brindarla? —castañeó los dientes.

—Si no quiere tendré que sacar mi emblema, nadie le dice que no a los soldados de la reina —sonrió comenzando a caminar.

—El lugar está alejado de las zonas convenientes para cosechas y demás, tampoco tiene vecinos cercanos, ¿crees que esté habitado? —Ivoh notó a sus alrededores que no era una zona con gran circulación de personas.

—Hay graneros distribuidos por las zonas más impensadas con la única función de ser de ayuda, refugio, respaldo o bien punto céntrico para defensa —explicó ella—. Pero nunca tenemos que descartar el hecho de que puede estar deshabitado o bien puede haber sido tomado por bandidos.

—Genial —soltó con ironía.

Acercarse al granero fue de las cosas más complicadas en lo que llevaban de ese terreno, la nieve acumulada en el suelo no dejaba caminar con seguridad, tenían que tener mucho cuidado por donde pisaban, ni mencionar que los pies se tascaban un poco y costaba volver a levantarlos, ¿era posible semejante cantidad de nieve aun cuando no fuera temporada invernal y menos de nevadas; apenas estuvieron frente a la gran entrada del granero pudieron ver la puerta abierta de par en par, algunos caballos relinchando dentro y un hombre cano de no más de sesenta años saliendo del lugar con parsimonia, sereno, y la sorpresa que se llevó al verlos allí fue grande pues de inmediato tomó una vieja pistola de detrás de su pantalón para apuntarles con algo de indecisión.

—¿Quiénes son?

—Señor, mi nombre es Tessa Winslet, soy soldado de la reina —levantó las manos en alto en señal de paz, de no estar armada e Ivoh la imitó un poco inseguro—. Estamos de paso, venimos a pedirle ayuda para pasar la noche, por favor, baje el arma.

—Oh, soldados —parpadeó un par de veces guardando el arma para luego, con cuidado, sacar de su bolsillo el par de gafas remendadas que colocó sobre el puente de su nariz para verlos mejor—. Claro que lo son, llevan el emblema de Aphato. Perdonen mi actitud, hace tiempo que no veo gente por aquí —sonrió apremiándolos a seguirlo—. Vengan, mi casa está detrás del granero, llegan a tiempo para la cena.

—Cuesta un poco creer que haya cena —rió Ivoh—. Me estoy congelando tanto que me conformo con una manta.

—Veo que no llevan mucho tiempo aquí, además, ¿Por qué tan pocas prendas? ¿no pensaron que iban a perder los dedos de los pies por el frío? —se mofó el hombre mientras, con cada paso que daba, cojeaba un poco.

—¿Qué? ¿Cómo que perder los dedos de los pies? —Ivoh quedó atónito con esa información.

—Solo si pasas mucho tiempo a la intemperie, relájate —Tess rió bajo—. Señor, ¿Qué tan lejos estamos de la frontera de cosechas?

—Umm… Como a uno o dos días, dependiendo de la marcha que lleven —llegaron al pórtico, el hombre abrió la puerta ingresando seguido de los dos jóvenes que observaron la casita con interés, era acogedora a pesar de ser muy pequeña—. Siéntanse como en casa, ¿Quieren beber algo caliente? ¿O mejor un poco de Whisky?

—No soy bueno con las bebidas alcohólicas, mejor la próxima —Duncan tomó asiento en el sofá suspirando por el alivio que sentían sus pies.

—Estoy en servicio, mejor quedarme atenta. Pero sí quiero algo caliente —la joven le sonrió.

—Perfecto, prepararé todo para que puedan comer, pero díganme, ¿Qué hacen tan lejos del palacio? Por lo que sé, los soldados de la reina no dejan la ciudad principal, eso es trabajo de otras subdivisiones del ejercito —comentó con alegría mientras comenzaba a buscar utensilios en la cocina—. Mi esposa solía ser parte de la guardia, sé bastante del tema porque era una cotilla que nada se guardaba.




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