Príncipe de Dragones

23

A las seis de la mañana en punto el día comentó a aclarar con lentitud aunque no pudieran verse los rayos del sol por la espesa capa de nubes que recubría el cielo tras una noche de nevada algo abundante. Tessa fue la primera en salir de la casa cuando Daniel estuvo en pie preparando algo nutritivo para el desayuno, el hombre le había caído muy bien a la jinete, en ciertas formas le recordaba a su propio padre quien era confianzudo en demasía siendo su madre la cautelosa en esa relación y familia; Winslet se encaminó al granero, observó dentro a los caballos que relinchaban serenos mientras daban prueba al heno que les había sido dejado la noche anterior para su deleite.

Teniendo en cuenta la cantidad de nieve que había fuera, lo mejor era comenzar lo que quedaba del viaje montando los corceles a la espera de que al llegar a zonas menos frías pudieran ya dejar atrás la nieve, sí, era algo conveniente de todas formas para poder darle mejor descanso a Haku. Tessa tomó las riendas de dos caballos para analizarlos de cerca, eran jóvenes, fuertes, bien cuidados y solo debían ser ensillados para poder partir y así sería; no tardó en acondicionar a los animales que lo observaban inocentes ganándose una que otra caricia sobre la cabeza o el lomo, una cepillada no estaba mal y revoloteaban las crines cuando relinchaban entre ellos.

—Además de jinete de dragones ahora eres encantadora de caballos —la voz de Ivoh la sacó de su ensimismamiento y sonrió divertida con el comentario.

—Bueno, tengo múltiples habilidades si de animales se trata —terminó su tarea acercándose a Duncan—. En casa tenemos muchos caballos, tanto domados como salvajes, hay algunos zorros y varios animalitos inofensivos, me he criado con ellos, pero cuando se trata de personas, soy un completo desastre.

—No creo que sea así —rió—. Eres una buena amiga según me ha contado William.

—Supongo, pero no suelo entender a las personas como debería, no me he dado cuenta de muchas cosas a mi alrededor estos años, podría haberlo hecho mejor —se encogió de hombros.

—¿Te refieres a algo en particular? —frunció el ceño.

—Sí. De haber sido más atenta, podría haber notado que Adam estaba enamorado de mí en profundidad y no algo tonto de adolescentes como alguna vez creí, no lo sé, podría haber manejado el tema de otra forma —chasqueó la lengua.

—No tiene caso seguir pensando en ello porque no vas a encontrarle una solución que te agrade —sopesó Ivoh—. ¿Él siente algo por ti o le gustas más de lo que debería? Perfecto, está en su derecho, pero tú tienes el derecho de corresponder o no y, ambas, duelan o no, son acertadas. Y el que no se corresponda a alguien no lo desvaloriza, lo hace menos o debe hacerle un daño emocional porque es parte de la percepción ajena y siempre habrá diferencias en ello.

—Muy acertado lo que dices, pero no quita que es un pequeño dolor que la otra persona va a experimentar —ella agregó—. Pero es necesario, para seguir adelante, para buscar otros compañeros o para hacernos pensar como tú, aunque eres de los pocos.

—Soy único —Ivoh guiñó un ojo y Tess rió—. ¿Todo está listo para que nos vayamos? El señor Daniel preparó comida y nos apartó una gran cantidad en un envase, para que nos llevemos.

—Es tan amable, entonces, ¿tienes ropa abrigada?

—Sí, también me dio prendas —asintió—. Ahora apenas y siento la brisa fresca.

—Perfecto.

Ambos salieron del granero, el día ya se veía con totalidad aclarado, no había ventisca ni nada similar, lo mejor era emprender el camino. Ivoh sacó a los caballos del granero mientras el dueño del lugar se acercaba a ellos para despedirlos sabiendo que tal vez no volvería a ver al par de jóvenes pero de igual forma había cumplido con su cometido de haberles ayudado cuando más lo necesitaron, entregó una bolsa con provisiones y el contenedor de comida.

—Espero que tengan éxito en su misión, estaré pensando en ustedes —Daniel esperó a que colocaran el equipaje sobre el lomo de los caballos.

—No se preocupe, daremos lo mejor de nosotros para triunfar —Ivoh le sonrió.

—Debería marcharse de aquí, vuelva a la ciudad o busque refugio más cerca de palacio, nunca se sabe qué es lo próximo a hacer y si el enemigo gana terreno usted estará solo en estos páramos —Tessa lo observó con severidad—. Tenga cuidado.

—Lo haré, querida, no te preocupes por mí, mantén la mente despejada —aconsejó.

—De acuerdo, ahora tengo algo más que hacer antes de que nos vayamos —la jinete tomó distancia de sus acompañantes para estirar su brazo habiéndolo descubierto y las marcas sobre la piel se iluminaron con fervor dejando libres a Haku y Ehecatl que rugieron feroces al extender las alas—. Vayan a cazar, vuelen con cuidado y sígannos desde las alturas, cuento con ustedes para darnos aviso de peligro, ¿sí?

Ehecatl fue el primero en abandonar el suelo para perderse en lo alto y Haku, tras un pequeño mimo de su humana, se elevó en el cielo más silenciosa.

—Son hermosos, llevaba tanto tiempo sin ver uno —el anciano sonrió en grande.

—Me alegra haberlo hecho sonreír —Tess montó en uno de los corceles—. Gracias por todo, señor Daniel.

—Un placer, jinete de dragón.

—Adiós, no olvidaremos esto que hizo por nosotros —Ivoh imitó al otro soldado y con un par de sonidos los animales se pusieron en marcha con tranquilidad. Duncan observó el cielo en busca de los dragones—. ¿Es buena idea dejarlos así como así? Quiero decir, podrían ser atrapados o atacados por los Malasios.




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