Príncipe de Dragones

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Las filas de soldados marchan por la ciudad con gran velocidad, armas por doquier, dragones surcando los cielos y varios pelotones apostados alrededor del castillo con órdenes explícitas del príncipe Adam de matar a cada “salvaje” que se atreva a levantarse contra él, nadie será perdonado, no habrá rehenes de ningún tipo y por supuesto que no habrá siquiera una mera negociación entre las partes, ese privilegio se perdió hace mucho tiempo a ojos del monarca en ascenso.

Adam nunca fue una persona que demostrara psicosis o siquiera malas intenciones, por el contrario, mantenía una sonrisa ante todos, era sereno y solía verse inocente e incluso hasta estúpido. Dejó verse como un joven caprichoso y un tanto malcriado, cada persona de la servidumbre lo tenía presente como un niño que obtenía lo que quería con un berrinche más al crecer esto no cambió tanto salvo por las lágrimas; en lugar de llorar aprendió a manipular, a hablar con propiedad, a fingir lo que siente mostrándose de una forma pacífica cuando por dentro y en secreto maquina planes maquiavélicos para obtener sus beneficios.

Y sí, su padre tuvo mucho que ver con ello, solía llevárselo por días e incluso semanas a sus incursiones por el reino, a sus reuniones con otras familias nobles donde aprovechaba para divertirse con mujeres que lo seducían con facilidad. Adam aprendió a muy corta edad que una persona puede conseguir lo que desee si sabe cómo puede y debe manipular para ello; apenas con ocho años logró ver y entender que su padre le era infiel a su madre, que no se amaban como profesaban al mundo, que Helena solo era el decorado que su papá le hacía falta para tener una buena fachada como rey y que ella no era más que otra de la lista, no era importante, no era privilegiada, no era nada otra que la que ocupaba un lugar en su cama. Esto último no sería por mucho tiempo debido a que el rey se había enamorado, o más bien, fue engatusado, por una de las tantas concubinas que llevaba a su propio cuarto matrimonial cuando su esposa no estaba y quien se acostaba con él le pedía entre susurros y juegos que le diera un hijo.

Un hijo.

Uno que podía ser un varón y que le quitaría a Adam la atención de su padre, los mimos de lo que quedaba de la familia. Con otro niño en el palacio nadie se encargaría de él, la servidumbre se vería en la obligación de atender al otro pequeño y eso no era aceptable.

Él jamás podría compartir nada de lo que tenía con alguien, mucho menos un hermano que era hijo de una mujer que no era su madre. No, era imperdonable.

Fue entonces, que una noche tranquila donde su padre bebía una copa de vino, donde su madre descansaba temprano por una terrible jaqueca, el pequeño rubiecito llevó sus ojos verdes al veneno que llevaban entre sus manitos y que pudo sacar de las caballerizas que se usaban para tratar a los dragones pequeños que nacían. Sí, no era veneno como tal, pero para un humano era mortal; lo sabía, estudiaba como se le mandaba, aprendía y veía como cualquiera, pero su mente estaba muy retorcida ya y sus caprichos crecían conforme su cabeza lo hacía. Bastó con verter toda la botellita de solución medicinal para esas bestias en la botella de vino, en la copa de su papá y se la entregó con una sonrisa cuando el hombre regresó a su sitio con ansias de seguir leyendo sus proyectos.

El rey murió de un infarto, su corazón no soportó la medicina, su vida se apagó y su hijo evitó cualquier plan que él tuviera para deshacerse de su esposa actual.

¿Llorar por el fallecimiento de su padre? Ni de chiste, Adam no derramó ni una sola lágrima en el funeral de su padre siendo atribuido esto a que era pequeño y no entendía la magnitud de lo que había sucedido. No se hicieron pruebas demás en el rey puesto que el aviso de un padecimiento cardíaco estaba presente desde su juventud, fue como algo que tarde o temprano pasaría y todos estaban al tanto de ello; Helena se sintió devastada cuando perdió a su marido, pero a la vez, tuvo un poco de alivio al no tener que verlo seguido puesto que a pesar de que la costumbre la hizo extrañarlo los primeros meses luego de su muerte, era más que sabido para ella que jamás estuvieron enamorados sino que fueron compañeros en una vida que no les tocó disfrutar como pareja, sin embargo, se veía ahora en la complicada tarea de criar al príncipe como heredero del reino, lo dejó a cargo de eruditos, institutrices y demás conocedores de lo necesario para que fuera un excelente gobernante, para que tuviera todas las guías posibles, para que nunca una duda le fuera impedimento para continuar, todo ello sin saber que su hijo en el fondo la veía como un engranaje suelto en su maquinaria que solo estaba allí para serle de compañía en el gran palacio.

Hasta que Helena llevó a Adam al campo una temporada para conocer a la familia Winslet, para poder también estar cerca de la madre de Tessa y… Ah, Tessa, fue lo primero que los ojos del niño vieron cuando bajó del transporte, esa pequeña de ojos grandes y sonrisa bonita asaltó todos y cada uno de sus sentidos para destrozarlos por completo, y solo empeoró el hecho de que el príncipe la quería para él, la quería saber suya de todas las formas posibles. Por un tiempo fueron amigos inseparables, todas las temporadas de verano y otoño se encontraban los niños para pasar agradables tardes, para que sus madres charlaran sin preocupaciones siendo Haku una pequeña dragoncita que corría detrás del par de niños, por esa fracción de vida Adam fue un infante normal, un pequeño feliz sin pensar en planes desagradables, Tessa fue su cable a tierra. Hasta la pubertad.

A sus catorce años el príncipe Adam estaba perdido en Tessa Winslet, la aprendiz de jinete. Habiendo viajado a la ciudad capital desde las tierras sureñas, Tess se volvió popular entre los jovencitos por ser bella y humilde, sincera y buena anfitriona cuando debía hacerse cargo de ciertas cosas, entre las niñas destacaba por tener un dragón y, por lo general, siempre estaba en los escuadrones de aprendices con chicos mayores a ella, tenía muchos superiores, demasiadas amistades, posibles pretendientes, y eso era un nuevo problema para el heredero que se retorcía en la miseria de solo saber que alguien podía alejar a su chica de su lado.




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