Príncipe de Dragones

Epílogo

Cinco años han pasado desde que se coronó a Ivoh Duncan como único y legítimo heredero a la corona de Aphato, siendo un par de meses después su ascensión al trono de manera legal donde muchos reinos menores fueron invitados, personas de la ciudad y del campo, las tribus aledañas orgullosas y felices fueron partícipes del nuevo resurgimiento del territorio que brindaba una próspera y cálida sensación de paz para el futuro venidero, habían oportunidades, había igualdad, había mucho más que aprender y enseñar.

El palacio fue reconstruido donde alguna vez se levantaron los cimientos del castillo de Cordelius y Arelí, para Ivoh fue más que significativo aquello y a su familia, quienes lo salvaron y adoptaron cuando era apenas un bebé les fue fácil estar en contacto con él, siempre eran visitados por el muchacho y estaban invitados a cada evento y fiesta dentro del castillo.

En medio de la gran y modernizada ciudad se irguió la más grande estatua de bronce en honor a Haku por haberse sacrificado por Tessa y, por ende, por Ivoh; en su lomo aún pueden verse las esculturas de ambos jóvenes listos para la batalla, es un monumento a la amistad, al amor, a la lealtad y a lo que no debe volver a suceder en eras futuras.

Aphato será símbolo de paz y prosperidad entre las especies mientras el linaje Duncan reine.

—¿Crees que me veo demasiado elegante? —preguntó Ivoh viéndose en el espejo mientras Helena le colocaba la corona sobre la cabeza con mucho cuidado.

—No, estás perfecto, aún mantienes la humildad que te caracteriza y eso me alegra mucho —su tía le sonrió con cariño, tras la muerte de su hijo la mujer tuvo su tiempo fuera de la ciudad, en el campo, junto a los padres de Tessa para entender lo que había sucedido, para hacer el luto a su hijo a pesar de todo—. Me gusta cómo se te ve el cabello, un poco más corto de lo normal pero es ideal.

—Es cómodo —asintió divertido, la mujer ha sido de gran ayuda durante todo este tiempo pues le ha enseñado lo necesario y más esperándose por hacer por él todo lo que no pudo por su Adam, jurándose no volver a cometer los mismos errores.

Helena perdió a su hermana y cuñado, luego a su hijo, todo por su despiste y su estupidez al pensar que su vida era demasiado triste por no poder mantenerse al lado de la mujer que amaba en aquel entonces, no va a perder a su sobrino, no va a ser esa persona de nuevo pero vive con la constante culpa, ese tira y afloja sobre poder perdonarse a sí misma por lo acontecido.

—Alteza, disculpe la tardanza, parece que sus invitados ya están listos para recibirlo —Tessa ingresa en la habitación luciendo un traje negro bajo la elegante armadura de general—. ¿Desea que lo acompañe?

—Por supuesto —asiente terminando de arreglar sus prendas viendo a su tía salir del cuarto siendo solicitada por la servidumbre, una vez la puerta se cierra con especial silencio, el rey voltea con una sonrisa pícara para acercarse a la jinete hasta acorralarla con algo de brusquedad contra la pared más cercana—. ¿Dónde estaba, general? La he estado esperando toda la mañana.

—Me temo que tuve que encargarme de supervisar el entrenamiento de los nuevos reclutas, y Ehecatl no ha sido muy cordial con un par de dragones —sonrió leve—. Lo siento, amor.

—Eso es trampa, cuando me llamas así no puedo enojarme contigo.

—Lo sé —guiñó un ojo.

—Solo bésame y estaremos a mano, general —sus labios son aprisionados por los contrarios apenas la oración termina y los suspiros no se hacen esperar cuando las manos buscan darse caricias.

—Majestad, deberíamos irnos ya, no quisiera que me desvista aquí antes de su gran reunión, el tratado es importante —rió bajo Winslet cuando sintió los belfos ajenos sobre su cuello.

—De acuerdo, pero luego, tenemos que charlar con unas copas de vino y nosotros en la cama —murmuró con una sonrisa, separándose con alegría—. Quiero anunciar nuestro compromiso, quiero que sepan que te pedí matrimonio.

—Será una escándalo, una calumnia. Me encanta —rieron—. Tenemos tiempo para esos planes, durante la noche, ahora, Su Alteza —le abrió la puerta antes de que pudiera abalanzarse a sus labios una vez más y las sirvientas le sonrieron listas para escoltarlo—. Vámonos.

—Qué astuta —Ivoh la observó indignado y divertido, no le daba otro besito, pero se lo cobraría luego.

Y salieron de la habitación rumbo a la sala de tronos donde se llevaría a cabo el acuerdo entre siete reinos sobre dar paz y protección a las tribus más olvidadas de los alrededores.

Ivoh Duncan nació para reinar dos especies, Tessa para protegerlo.

Y entre ellos nació el amor no solo por los dragones, sino por ellos mismos.

¡Viva el Príncipe de Dragones y su Protectora!




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