Príncipe Desterrado.

Capítulo 7

Sylver

Estoy, cien por ciento seguro que cuando vuelva a casa de Eros; Artemisa me matará.

—A ninguna mujer le gusta ser encerrada en una casa, Sylv —canturreó, Eros.

—Soy consciente de eso, Eros.

—Fue muy machista de tu parte no dejarle venir.

Me detuve frente a la puerta del bar, mirando con incredulidad a mi compañero.

—¿Es machista querer protegerla? ¿Estoy siendo un machista por no querer que la lastimen en una pelea donde ella no tiene nada que hacer? Es una humana, no tiene forma de defenderse, podría morir por un hechizo mal dirigido. Si ser machista es proteger a una mujer, entonces lo soy.

Ignoré el silbido bajo que hizo, divertido por mi confesión. Demonios, estoy siendo muy débil por culpa de una mujer

—Es increíble. Creí que nunca viviría para este momento —puso su mano en mi hombro pero me la saqué de encima con un movimiento brusco—. Sylver Knight, el futuro rey del mundo mágico, preocupado por la vida de una humana.

—No soy el futuro rey, es una responsabilidad que pasará a alguien más. Y no me preocupo por ella, simplemente no quiero otra mancha en mi expediente —me di la vuelta y empujé la puerta de entrada al bar. La música llegó a mis oídos con rapidez, debido al fuerte sonido en el que estaba—. Además, ya sufrieron demasiado.

—¿Quieres decir que le tienes lastima?

Me niego a sentir lástima por alguien. La lástima es un sentimiento enfermo que usan los idiotas hipócritas para quedar mejor con todos. Sus típicas palabras son "pobre, me da lástima", queriendo decir... ¿Qué? ¿Qué están mejor que uno? No quiero creer que alguien está a un nivel más bajo que yo. Artemisa no está por debajo de mí...

—Sí, ahora entra y terminemos con esto.

Eros negó con la cabeza, claramente disgustado con mi respuesta.

—Me has decepcionado, Sylv.

Ya he escuchado esa frase muchas veces. Sin embargo, esta vez me he decepcionado hasta a mí mismo.

Pasamos de prisa por las mesas, esquivando a los borrachos que se tambaleaban y cantaban a todo pulmón. Las mujeres solteras se mantenían apartadas de los borrachos, algunas voltearon a vernos y apartaron la mirada asustadas, mientras que otras acomodaban sus escotes, más bien lo bajaban a un mas. La magia en nuestra sangre atrae a las humanas más fácilmente que a las brujas o hechiceras, es un magnetismo para sus almas comunes. Somos un tesoro y ellas son una imitación de, Indiana Jones, versión femenina. Queriendo el tesoro sin importar los problemas que este conlleva.

Subimos por las escaleras de madera al segundo piso, donde a veces lo usamos como una base contra brujos. Emmett, el dueño del bar es un hechicero rebelde, algo un poco raro para nuestra especie. Desde bebés, nos enseñan a hacer el bien, nunca dejarnos llevar por el mal y jurar lealtad a la reina. El hechicero que muestre una pizca de maldad, es enviado al mundo mágico bajo protección. Después de estar dos años bajo el cuidado de una humana del sector de protección, decidió poner el bar y donar la parte alta al sector de protección. Una muy buena idea para quitarte a los molestos humanos de la organización de encima.

—Están en esa habitación —señaló la habitación a nuestra derecha. Antes de que pudiera abrirla, me agarró del brazo—. Por favor, sé un poco sensible y olvídate de las reglas.

No había comprendido, hasta que la puerta se abrió y un hombre se quedó mirando de Eros a mí. Un balbuceo hizo que mirara adentro de la habitación, donde la bruja mecía a un bulto.

Un bebé. Es un bebé mixto, nacido de una bruja y un humano.

 

Artemisa

"Un humano no puede tener magia. Una persona que puede tener maldad en su cuerpo, no merece poseer un poder especial."

Dejé el libro en la mesa, dejando el capitulo inconcluso. Por más que me llamara la atención el tema de la historia mágica, no quiero leer porque el odio hacia los humanos y a las personas "mixtas".

Pensar en el rechazo que vivió y sigue viviendo Sylver por ser un hechicero mixto, hace que me olvide un poco de que me dejó encerrada con un gato que habla.

—¿Por qué pones esa cara? —dijo el gato, saltando a la mesa donde dejé el libro— ¿Eres muy tonta? ¿No comprendiste nada del libro?

—Comprendí que los hechiceros pueden creerse los muy buenos pero son unos racistas de mierda —me levanté del sofá, la furia comenzaba a salirse de control—. ¿Qué les pasa? ¿Quiénes se creen que son para decidir quién debe amar a quien? ¿Un gato no puede amar a un perro?

—No me gustan los perros —murmuró el gato, lamiendo su pata y pasándola por sus bigotes.

—Ese no es el punto —me volví a sentar en el sofá, mirando el libro cerrado—. El punto es que no pueden decirle a nadie que no puede enamorarse de otra especie o... —un pequeño pinchazo llegó a mi estomago— O desterrar a un niño, quien no tuvo la culpa de haber nacido mixto. ¿Por qué no desterrar a la reina? Sylver no pidió ser mixto.




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