Príncipe Desterrado.

Capítulo 11

Sylver

Si ella no me importa, entonces... ¿Qué hago aquí?

—¿Quieres agua, soda, té, chocolate, leche?

Caminé lentamente en dirección a la chimenea, donde había diferentes fotos en marcos muy coloridos e infantiles. Solo al observar los marcos de macarrones y brillantina, puedes descubrir que el talento con las manualidades se lo lleva Atenea.

—¿Tienes café? —pregunté amablemente.

—Café, la única opción que no mencioné —la miré por encima de mi hombro para poder comprender porque lo dijo con tanta felicidad—. Es algo muy de Isa. Vuelvo con su café, majestad tatuado.

Me dejó solo en la sala. ¿Es que ya nadie respeta a sus mayores? Sin embargo, no me molestó. Atenea tiene un aire de diversión, joven y autentica, tiene una magia especial que te hace sentir en confianza. Casi igual a la de Artemisa, casi.

Volví a inspeccionar las fotos de la familia. Muchas eran solo de Artemisa y Atenea, juntas o separadas, pero la mas resaltaban eran las dos fotos con los marcos de macarrones. Además del ostentoso brillo y color, la foto de la familia completa es muy nostálgica, melancólica... Podías ver la felicidad que tenían de compartir ese momento juntos, a pesar de la cara gruñona de Artemisa, se apreciaba ese brillo de diversión en sus ojos. La hermana mayor gruñona era abrazada por su padre, Aquiles Wolf, sin importarle que su hija intentara escaparse de su abrazo, mantenía la sonrisa. La más pequeña sonreía a la cámara, abrazándose a las piernas de su madre, Isabella Wolf, haciendo reflejo de la enorme sonrisa de su hija.

La otra foto era parecida, solo que en esa Artemisa también sonreía y la familia usaba el mismo suéter navideño. Feo pero con un bonito significado...

—Mamá nos obligó a usar ese feo suéter que picaba —me tendió la taza de café. Tenía una sonrisa honesta, parece que está recordando ese día—. Le prometimos darle una bonita foto si nos dejaba quemar esos suéteres después.

—¿Aceptó? —asintió.

—Sí, pero ella los guardó en el ático, donde los encontramos después de que ellos...

Comprendí su silencio. Las personas actuamos de diferentes maneras a una misma situación. Hasta la persona más alegre y positiva puede caer en depresión ante la pérdida de alguien importante en su vida, así como alguien depresivo puede seguir adelante como si nada hubiera pasado. Todo depende de la fuerza de cada uno o del trauma con el que queda.

Pero aun que sigas adelante, volviendo a sonreír, viviendo la vida con normalidad, siempre habrán momentos en los que recordarás a esas personas que ahora ya no están contigo. Puede ser el sonido de la lluvia al caer, la imagen de un día soleado, el olor de comida casera o simplemente, un momento especial en el que dices "me hubiera gustado que estuvieran aquí". Los días festivos pueden disfrutarse con alegría pero siempre habrá un momento, ya sea un minuto o unas horas, en los que te entrará la nostalgia de no poder abrazar a ese ser querido. No hay abrazos de Navidad, no podrán compartir el plato de uvas para año nuevo y no tendrán a esa persona cantando el "Feliz cumpleaños" mientras encienden las velas del pastel.

Tal vez no se viva en depresión todos los días, posiblemente lo superes. Sin embargo, los recuerdos traerán esa nostalgia a ti, sin importar nada.

—No sabía que Artemisa es pelirroja —comenté para poder desviar la conversación un poco.

—Sí, se pinta el cabello porque piensa que ya es suficiente con llamarse "Artemisa".

—Tienes una hermana muy complicada —susurré más para mí mismo.

—Y eso es lo que te atrae de ella, ¿cierto, Sylver? —sonrió picara, subiendo y bajando sus cejas varias veces antes de reír—. Tu rostro de "culpable", lo dice todo.

Dejando pasar su intento de sacarme información, me senté en el sofá para poder tomar mi taza con café tranquilamente. Po supuesto, no contaba con la necedad de Atenea en sonsacarme información sobre lo que pienso de su hermana mayor. Lastima para ella que soy un hueso duro de roer.

Se sentó en el sofá de enfrente y cruzó la pierna, sin quitar su sonrisa.

—¿Qué edad tienes? —pregunté.

—Veintidós, ¿cómo pasaron la noche? ¿Hubo caricias y besos o fue puro placer?

Veintidós... Veintidós años y es una atrevida. No puedo culpar a Artemisa por la mente y boca suelta de su hermana menor, aun que eso me da curiosidad. ¿Cómo es Artemisa cuando agarra suficiente confianza?

—Estoy seguro que tu hermana disfrutó mucho su noche, no te preocupes por eso —rodó los ojos, molesta por mi respuesta.

—Lo dices como si fuera la gran cosa estar contigo, Sylver —reprochó. De repente me sentí regañado por mi madre...

—¿Quieres probar? —pregunté con arrogancia. Ni aun así se avergonzó.

—No me meto con los hombres de mi hermana, lo siento —respondió con una sonrisa.




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