Príncipe Desterrado.

Capítulo 13

Sylver

Las mujeres son hermosas, pueden darle un significado especial a tu vida, fueron hechas con delicadeza, destinadas a hacer el mundo mejor. Pero a veces, pueden ser un problema.

—Artemisa, te digo que no es un no.

Bufó molesta, sus manos se volvieron puños y vi en sus ojos, todas las formas de matarme que pasaron por su mente.

—¡Tenemos que ir a mi casa! Nea dijo lo de los suéteres por una razón —se dio la vuelta, hacia Eros—. Dile que tengo razón.

—No me metan en su pelea de parejas, por favor —respondió de inmediato, incomodo con la situación.

Al ver que no era capaz de convencernos, comenzó a caminar hacia la dirección contraria. Si ella quiere ir y ponerse en riesgo, bien. No voy a arriesgar mi vida y la de Eros por una tontería.

Seguí caminando... detrás de Artemisa.

—Por favor, piensa un poco las cosas antes de hacer una locura —le pedí pero ella me ignoró. Molesto con su actitud, la agarré de mi abrigo, haciendo que sus piernas quedaran expuestas junto a sus bragas.

—¡Suéltame! —gritó, volviéndose hacia mí. Sus ojos ardían de furia, casi igual de rojos que su cabello— No es justo que yo crea en ti y que tú no puedas confiar en lo que te digo.

—¡Me preocupa que te pase algo, que le pase algo a Eros o al estúpido gato! —grité sin poder controlarme. Horus gruñó algo entre dientes que decidí dejar de lado, solamente concentrándome en Artemisa— No voy a ponerlos en riesgo. Ya tuve suficiente.

Solté el abrigo cuando su rostro volvió a estar lleno de ternura, mirándome a los ojos, brillantes y hermosos. Sin ser capaz de decir algo más, di un paso hacia atrás pero Artemisa se abalanzó sobre mí, abrazándome. Su pequeño cuerpo se estremecía debido a los sollozos que salían de su garganta, dejando salir su preocupación y el miedo, por ella y por Nea. Sé que ambas son mujeres fuertes. Sin embargo, no puedo evitar sentirme culpable al meterlas en este problema. Es algo mío, de mi madre y el mundo mágico, no de ellas.

—Por favor, confía en mí —susurró entre sollozos.

Y ahí va el idiota de Sylver, cayendo ante esos ojos llenos de lágrimas.

Me miraba a los ojos, esperando pacientemente por mi respuesta. ¿Qué opción tenia? No quiero hacer que se sienta mal o que piense que no puedo confiar en ella. Estoy entre la espada y la pared...

—Vamos, si Nea lo mencionó, es por algo —dijo Horus, tomando el camino en dirección a la casa de las hermanas—. De paso conseguiremos ropa para Artemisa.

Me soltó, sonriendo ante el apoyo de Horus y lo siguió. Van acabar conmigo, lo sé, lo presiento.

—Lindo trasero, ¿no crees? —Eros, palmeó mi espalada, sonriendo estúpidamente mientras miraba el trasero de Artemisa.

Cansado, más bien exhausto de todo esto, chasquee los dedos y un pantalón apareció sobre las piernas de ella. Gritó sorprendida y volteó a verme impresionada... ¿o molesta?

—¿Pudiste hacer esto desde el principio y sin embargo, preferiste dejarme caminar frente a ti, por casi una hora, semi desnuda?

Demonios. Parece ser que esto será más complicado de lo que parece.

Caminamos durante otros diez minutos hasta poder conseguir un taxi desocupado. Por alguna razón, el taxista conocía a todos, incluyendo. Dejándolos conversar sobre "porque es malo tomar alcohol hasta la inconsciencia", me dediqué a mirar por la ventana. La pequeña mano de Artemisa descansaba sobre la mía y entrelacé nuestros dedos sin atreverme a mirar su reacción.

En estos momentos, me siento igual que un niño pequeño, tímido y torpe.

No me siento muy cómodo con el camino que va agarrando la situación, en el peor de los casos terminaremos muertos o causando una guerra. ¿Mi madre ya estará al tanto de esto? Sea cual sea su intención, no puedo culparla por esto. Tal vez pueda culparla de meter a Artemisa en mi vida, ella tiene toda una vida por delante, cuidando de su hermana, encontrando a un hombre que la quiera, cumpliendo sus metas, casándose, hijos... Es la vida que no puedo darle y la vida que no podrá tener si algo sale mal. ¿Qué sería más egoísta? ¿Abandonarla e irme lejos de ella, dejándola a su suerte o dejar que se quede y arriesgarnos? Protección o suerte...

¿Qué hubiera pasado si no nos hubiéramos encontrado ese día en el pasillo de la organización? ¿Seguiría siendo amable con ella? ¿Y si Atenea no hubiera estado en ese casino?... ¿Y si hubiera muerto? Hay tantas preguntas rodando por mi cabeza, lastimosamente la mayoría no tienen una respuesta, lo más cercano a una respuesta es a una ilusión de los acontecimientos.

Cuando bajamos del taxi, enfrente de la casa de Artemisa, tuve que agarrarla de la cintura al verla debilitarse ante la imagen de las ventanas destrozadas, por las balas que iban en mi dirección. Las cortinas estaban rasgadas y podíamos ver una parte del desorden de adentro. De nuevo, la culpa llegó a mí, acompañada de un pequeño sollozo de parte de ella.




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