Príncipe Desterrado.

Capítulo 17

Sylver

Caminamos en silencio por las oscuras calles, en dirección a nuestra única opción. Realmente esperaba que no tuviéramos que acudir a esto, pero Horus insistió y cuando ese maldito dice algo, es casi imposible negarse. A pesar de ser un simple hechicero, su estatus es mayor que el mío, cosa que odio.

Tengo que obedecer a un gato... ¡Un gato! ¿Qué sigue? ¿Pájaros? ¿Una rata?

—¿Puedes decirme a donde vamos? —susurró Artemisa, cuestionando nuestros pasos.

Imagino que las vistas de la parte más fea de la ciudad, no le hacen ninguna gracia ni hace que se sienta más segura. La sorprendí queriendo llorando cuando pasamos al lado de una mujer y su niño, revisando el basurero. Los humanos también tienen sus problemas, en parte se ven afectados por la presencia de los hechiceros y los brujos que intenta llevar una vida normal, tomando trabajos como cualquier humano. El problema para los humanos es que los hechiceros somos mejores en muchos ámbitos y eso generó que muchos humanos perdieran sus trabajos. No entiendo porque mi madre no ha hecho nada para resolver ese problema.

Así que ante la mirada de tristeza de Artemisa, ocupé un poco de mi energía para aparecer algo de comida en el basurero que el niño revisaba, junto a un poco de dinero que tenía guardado en la caja fuerte de mi apartamento.

Será un dato que me guardaré para mí mismo, pues no quiero quedar como un héroe, solo quiero ayudar en algo que, sin querer, hemos contribuido.

Debajo del puente, donde había mucho más vagabundos, estaba la entrada ilegal hacia la casa de Merlín. Horus puso su pata en el tablón de madera que usa para cubrirlo y después de repetir la palabra "Sehen-ita", el tablón se hizo tranparente, dejando a la visión una parte de su estudio.

Antes de que Artemisa pudiera ver al niño de hace minutos entrar con la enorme bolsa de comida, la empujé hacia el estudio de Horus.

—¿Esa es tu forma de enamorar a una mujer? —preguntó Eros, sonriendo.

—¿Esta es tu forma de no hacer que te hacer mate? Porque te digo que no está funcionando.

Horus entró, riendo en voz baja ante mi respuesta mordaz. Eros sacudió la cabeza y para no sentirme mal después, por ser tan duro con él después de estar arriesgando su vida por nosotros, sonreí.

—Haces unos terribles chistes —me reprendió, soltando el aire que retuvo por el miedo de haberme hecho enojar—. Pero me alegro de que estés más calmado que de costumbre.

Cruzó hacia el estudio, dejándome de último. Antes de entrar y sellar la entrada, le eché un vistazo al niño que compartía su comida con todos, parecían que muchos llevaban un par de días sin comer y ver la alegría de poder comer, me animó a seguir adelante.

Si puedo, les cambiaré la vida a los humanos.

Artemisa

Sylver idiota...

Me alejé de él cuando intentó acercarse y me fui con Horus, a recorrer el estudio lleno de libros y artefactos que nunca en la vida había visto antes. Al estar en este lugar, me recuerda a una película infantil, donde todos los sueños son posibles y los unicornios existen.

Acaricié la portada de un libro: "Poderes magníficos y su historia", encontrándome con la imagen de un señor con barba blanca en la contra portada.

Interesante...

—Intenta no tocar nada que tenga brillos o burbujas —me advirtió Horus, empujando una puerta de madera—. Entre más curioso sea, menos te acerques.

En otras palabras, ¿me acaba de llamar entrometida?

Suspiré, dejando pasar lo que sea que estuviera en letras pequeñas dentro de esa orden. Seguí viendo el librero que ocupaba todo el estudio, repletos de libros de diferentes colores, tamaños y grosores. Y cuando vi una pequeña caja dorada en una mesita de centro café oscuro, no pude evitar abrirla... por un segundo, antes de que la mano de Sylver la cerrara de golpe.

—¿No escuchaste, Artemisa?

Me di la vuelta, golpeando a propósito su rostro con mi cabello. ¡No puedo creer que me haya empujado! ¿Qué es esto? ¿El jardín de infantes?

Igual mi comportamiento no está siendo el mejor...

—Iré ayudar a Horus —dijo Eros, saliendo por la misma puerta que Horus.

—Bien, ya que estamos solos...—agarró mi brazo y me dio la vuelta. Pasó su brazo por mi cintura, pegándome a él y acorralándome contra los libros— ¿Podemos continuar con la conversación?

—No quiero recordar lo que pasó en esa cocina, donde disparé contra una persona, gracias —respondí demasiado fría. Su cercanía me pone nerviosa y en mi actual animo, me enfurece aun más.

—Pues, estaba a punto de besarte pero creo que lo dejaré para un momento en el que no quieras sacar e arma y dispararme, gracias.

Cuando se iba alejar de mí, lo agarré de su camisa y recosté mi cabeza en su pecho, escuchando el latido de su corazón. Llevo un par de días estresada, no he dormido apropiadamente desde casi tres semanas, mi estomago está prácticamente vacío, salvo por el medio sándwich que comí cuando veníamos de camino, los constantes cambios de humor de Sylver no me ayudan, esa carta sin información me tiene preocupada y sobre todo, no saber nada de Nea me está volviendo loca.




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