Sylver
Me niego rotundamente a alejarme de Artemisa. Horus tiene una explicación que darme, mi madre igual, pero en estos momentos lo único que quiero es mantenerla junto a mí, protegiéndola de cualquier persona que intente lastimarla. Sin darle una oportunidad de decidir entre regresa o irse, la acosté en mi cama con delicadeza, antes de acostarme a su lado y rodearla con mis brazos.
Hay muchas cosas sucediendo, pensamientos atormentándome, todos relacionados ante la idea de perderla.
—¿Vamos a dormir? —preguntó adormilada, acomodándose más contra mí.
—No, tu dormirás y yo cuidaré tus sueños —aparté un mechón de su cabello, tomándome el tiempo para acariciar su rostro—. Luego, cuando estés más descansada, hablaremos.
Abrió los ojos y se alejó de mí. Su rostro sereno se transformó en el rostro de una mujer furiosa, dispuesta a matar a cualquier pobre desgraciado que se atravesara por su camino. El pobre desgraciado en este caso, soy yo... Pero no me siento como un desgraciado. Hasta dándome esa mirada de furia, me siento feliz de poder ser quien la haga sentir tantas sensaciones.
—¿Estás casado, Sylver? —preguntó con rabia, agarrando las sabana entre sus puños.
—Sí, igual que tú.
Abrió la boca sorprendida para cerrarla en un segundo, volteando a ver hacia otro lado, pensativa y conmovida. Están siendo muchas emociones para ambos, y aunque ahora que mi magia negra ha desaparecido ya no soy tan débil, aun necesito descansar. Sin embargo, Artemisa es humana y no tan fuerte como nosotros.
—Duerme, te despertaré cuando Nea se vaya —negó con la cabeza, levantándose de la cama—. Artemisa...
—¡No! —Caminó hacia la ventana, corriendo las cortinas y jadeó cuando miró el exterior— ¿Puedes explicarme ahora lo que está pasando? ¡Me estoy volviendo loca!
Pero antes de que pudiera responder, un estruendo provino del lado sur del castillo, acompañado de un leve temblor que tardó unos segundos en irse. Este es el momento en el que tengo que irme para comprobar los daños, informarme y dar órdenes.
El problema es que no puedo dejar a Artemisa cuando tiene esa mirada de frustración, molestia, decepción... tristeza. ¿No hay alguien que pueda encargarse de esto mientras hago cosas más importantes? ¡Un sustituto real! Tendré que proponerle la idea a mamá porque no pienso poner a Artemisa en segundo lugar.
—Sylver, ve —Artemisa miró desconfiada a Horus. La idea de dejarla con él no es mucho mejor...—. No haré nada que vaya en contra de tus órdenes.
Al segundo temblor, supe que no tenía más opción. Mirando a Artemisa, intentando transmitirle seguridad, me tele-transporte al lugar de ataque. Donde lo primero que pude observar, fue a la guardia real enfrentarse con los primeros brujos con descaro a invadir el castillo.
Las cosas continuarán así hasta que algún lado caiga o hasta que alguien decida rendirse. Es claro que Kennedy seguirá luchando hasta conseguir su objetivo. La única opción que tenemos es encontrarlo y acabar con él, arrancar un poco la mala hierba y la segunda opción es destruir la organización, borrar la memoria de todos los humanos que tengan conocimiento de la magia y acabar con el contacto entre seres mágicos y humanos.
Necesito encontrar una forma de poder tener paz entre todos o tendré que despedirme de Artemisa para siempre...
Manteniendo esos pensamientos de lado, me dispuse a unirme a la batalla, acabando con esos brujos como si ellos fueran los causantes de todos mis problemas.
Artemisa
Saber que mis sueños con Sylver, no son simples sueños es... confuso. He visto a Horus "borrarle" la memoria a Sylver en su recuerdo, el que lo haya hecho conmigo también me pone de malas. Es cierto que no tengo magia y que no puedo convertirlo en un sapo pero soy Artemisa Wolf y cuando me enojo, es mejor que se alejen de mí.
—¿Cómo estás? —preguntó amablemente, de una forma protectora que si no estuviera molesta con él, lo hubiera abrazado.
—Aquí, normal —respondí sarcástica, preparándome para una lucha—. Solo acabo de descubrir que un hechicero borró parte de mis recuerdos y que mis sueños en realidad, son esos recuerdos que me borraron —sonreí arrogante cuando retrocedió, alejándose de mí con algo de miedo—. ¿Sabías que soñé con una boda? También soñé con pasar mi noche de bodas en esta habitación, las vistas siguen iguales —señalé hacia la ventana, donde podía ver el hermoso jardín lleno de flores y unos cuantos gatos pasear por los alrededores—. ¿Sabes algo de eso?
—¿No?
Salté sobre él, sin importarme ser una pésima luchador cuerpo a cuerpo. Mis uñas estaban largas, un ojo podría sacarle si me lo propongo, tal vez le deje una fea cicatriz si presiono con la fuerza indicada. ¿Habrá un cuchillo cerca?
—¡Me borraste la memoria, infeliz hijo de...! —grité furiosa.