Príncipe Desterrado.

Capítulo 23

Artemisa

En definitiva, el edificio había sido abandonado desde hace un par de tiempo, años quizás. Las paredes estaban algo destruidas, los pisos de madera tenían partes con hoyos pequeños, cosa que Horus descubrió cuando metió la pata, las ventanas estaban caídas y otras no tenían cristal, era una simple bolsa de plástico. Aun así, se convirtió en un buen refugio para los hechiceros.

En cuanto encontramos el piso en el que se escondían, Horus corrió a ayudar a los heridos, mientras que yo miraba a mí alrededor, reconociendo los rostros de todos mis compañeros de trabajo, o ex compañeros de trabajos. Entre los hechiceros, había unos cuantos humanos ayudando a los heridos. Es un alivio saber que no todos decidieron pasarse al lado malvado.

—¿Artemisa? —me voltee hacia la voz femenina. Arrugué la nariz al ver el terrible aspecto de la joven, quien me parece haberla visto en más de una ocasión con Nea— ¿Dónde está Nea? Dime que no está con ellos.

—No, ella está a salvo, no te preocupes —asintió, luciendo aliviada de la noticia. La agarré del brazo y la ayudé a sentarse. La sangre seca en su cabeza me daba un poco de nauseas. Sin contar su hombro dislocado... —¿Estás bien? ¿Qué pasó?

—Desconozco la razón por la que todo comenzó, lo único que sé es que Kennedy desapareció, Jerry apareció muerto en la bodega y...

—Alto —la interrumpí sin comprender eso ultimo— ¿Jerry murió? Creí que estaba con ellos...

—No, murió el mismo día en el que la orden de capturar a Sylver se dio —miró a las personas que estaban cerca y bajó la voz—. Dicen que Kennedy lo mandó por unos archivos en el último pasillo y ahí le tendió una trampa. Jerry nunca hubiera traicionado a la reina, es algo que todos los que éramos cercanos a él sabemos. En realidad, él fue quien mantuvo a Nea informada de todo lo relacionado al caso de Sylver, guardó los archivos de vuestros padres y borró cualquier acto sospechoso que las inculpara de traición.

—¿Por qué haría algo así? —pregunté incrédula.

—Porque estaba enamorado de ti, Artemisa.

Me siento aun mas asqueada ahora con esa información. Jerry murió por ayudarnos... ¿Por qué? Bueno, estaba enamorado pero eso no era un motivo para arriesgarse.

¿Qué digo? Si Sylver estuviera en peligro, yo también me arriesgaría por salvarle. Es lo que el amor te hace hacer, despierta las fuerzas y el valor para arriesgar todo por la persona que amas.

—Escucha —agarró mis manos, mirándome fijamente a los ojos—, los hechiceros están en guardia. Creen que hay traidores entre este grupo y que en cualquier momento, alguno dará información de nuestro paradero y los brujos vendrán —señaló con la cabeza hacia un hechicero que se mantenía de pie al lado de una ventana, vigilando el exterior—. Son inteligentes, no van a darse por vencidos después de haber construido la organización ellos solos.

—Creo que hay alguna forma en la que se enteran de nuestro paradero —susurré cuando un tipo de archivos pasó cerca.

—Lo hay —soltó mi mano y agarró mi collar, donde tenía una pequeña esmeralda—. Este es un rastreador, los únicos con acceso a él es Kennedy, unos cuantos de seguridad y la reina.

¿La reina? Oh vaya, eso significa que Sylver ya ha de saber donde estoy.

Me saqué el collar, dudando si tirarlo o no. Es una forma en la que sabré que Sylver podrá encontrarme en cualquier lugar, cosa que a la vez no quiero. Pero debo mantener la seguridad de todos, es mi deber.

—Jerry escribió una lista de sospechosos —sacó un papel del bolsillo de su chaqueta y lo metió en mi bolsillo con rapidez, atenta a que nadie más nos estuviera viendo—, dijo que Nea sabría descifrarla. Nunca fui buena con los códigos ni los rompecabezas.

Me puse de pie y le sonreí, agradeciéndole por la información y la confianza. Me alejé de todos un poco para poder tener la libertad de destruir el cristal y a la vez, pensar en toda la información nueva. Sentí a Horus detrás de mí cuando salí hacia la siguiente planta, sabiendo que estaría sola ya que habíamos pasado por ahí antes.

Antes de contarle a Horus lo que había conseguido, agarré una piedra y con todas mis fuerzas, golpee el cristal, provocando que una luz blanca saliera junto a pequeños brillitos que se mantuvieron flotando alrededor mío.

—Era una joya muy costosa —murmuró Horus, admirando los brillos mágicos.

—También problemática —agarré el pequeño pedazo de metal que quedó en el piso, junto a unos pequeños pedazos de cristal—. Un rastreador dentro de una esmeralda... Un desperdicio.

Volví a golpear el aparato con la piedra, hasta que se convirtió en pequeños trozos irreparables. 

Saqué el papel de m bolsillo y lo desdoblé frente a Eros, mostrándole los raros signos mezclados. Estaban escritos hacia abajo, parecía japonés o chino... Debí aprender un poco mas de Nea.




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