Príncipe Desterrado.

Capítulo 25

Sylver

Hay cosas que no se quisieran saber, sin embargo la curiosidad siempre gana. Podría llamarse curiosidad aun que "masoquismo" también podría ser aceptable. Preferimos la verdad, por muy cruel que sea, antes que tener que vivir en una feliz mentira. No hay nada de malo en querer la verdad, en algunos casos, esa cruel verdad es la que forma personas con carácter, luchadores de sangre, dispuestos a continuar una vida a base de éxitos, ganados con esfuerzo y dedicación.

Al ver a Artemisa ayudar a los hechiceros heridos y regalarles sonrisas de ánimo, me di cuenta que quiero saber más sobre mí, sobre mi familia y sobre todo, nosotros. Tenemos recuerdos ocultos, que podríamos recuperar con un fácil hechizo o podemos ir recuperándolos con el tiempo, mientras creamos nuevos recuerdos. Pero el pasado, ese del que no fui testigo, no vendrán con el tiempo.

Después de asegurarme que todo estaba en orden, le di un beso en la frente, prometiéndole encontrarme con ella en nuestra habitación. Me dirigí hacia el pasillo, donde la habitación de mi madre se encontraba al final. Tengo preguntas que hacerle y respuestas que necesito para poder continuar.

No es que vivamos del pasado, es que en ocasiones, necesitamos conocerlo para poder saber quiénes somos. En estos momentos, lo único que sé de mi es que mi padre era un brujo, cuyo hermano es un hechicero. Siempre miré mal a Kennedy, sin saber que es mi tío, alguien que cuidaba de mí sin ser muy obvio. Lo juzgue mal, creo que todos lo juzgamos de esa manera, aun que con su rostro de tipo amargado era imposible no hacerlo.

Dudé de la honestidad de mamá, ya que siempre ha sido una experta en ocultarme las cosas, no quiero creerme cuentos falsos. Aún no estoy seguro de poder confiar en ella, de ser capaz de creerle o que ella sea capaz de decirme la verdad. Es por eso que dejé el puño en el aire, incapaz de tocar la puerta. Bajé la mano cuando sentí unos brazos rodearme, su cuerpo pegado a mi espalda y dejé salir el aire que estaba conteniendo. Por mucho que quiera saber la verdad, primero tengo que asegurarme de que mamá esté lista para contármela.

—¿Quieres dar un paseo junto a mí, esposo de mi vida? —dije a mi espalda, el amor en su voz calmó un poco mi malestar.

Me di la vuelta, encontrándome con sus bellos ojos enmarcados por su cabello rojizo, siguiendo creyendo que es un sueño. Nunca en la vida pensé que podría encontrar a una mujer más maravillosa que Artemisa. El solo hecho de tenerla a ella, ya hace que mi vida tenga un sentido.

—¿Segura de querer pasear con este amargado rey en vez de descansar en una cómoda cama? —le pregunté agarrando su mano para comenzar a caminar por el pasillo.

—Descansaré... —se soltó de mi agarré y caminó enfrente de mí, moviendo sus caderas de forma sensual— cuando el rey decida llevarme a la cama con él.

Volteó a verme por encima de su hombro, sonriendo pícaramente, mostrándome ese brillo de travesura en sus ojos. Esta mujer es un sueño, sacada del perfecto cuento de hadas, donde las mujeres no pasan la vida entera esperando a un hombre. Artemisa salió de un cuento, donde las mujeres saben caminar con tacones aun en medio de una guerra, quienes tienen el valor de enfrentarse a grandes cosas con la cabeza en alto. Podría hablar de su belleza y de la forma en la que su cuerpo me hace sentir; pero no es por eso que me he enamorado de ella, se podría decir que eso es un extra. La razón por la que me encanta, es por la fuerza que tiene, su amabilidad y...

—Creo que te amo.

Se detuvo en medio de la puerta al jardín, donde el sol alumbraba los pétalos de las rosas y el agua cristalina de la fuente parecía hecha de diamantes. Caminé un poco inseguro cuando continuó el camino sin decir nada, ignorando mi confesión. Bien, no fue el mejor momento pero tenía que decirlo. Pensar en ella, hace que pierda la cabeza, por eso lo solté. No pensé en nada más que en hacerle saber mis sentimientos.

Y si no lo digo ahora, ¿quién sabe cuándo podré hacerlo? No recuerdo habérselo dicho en el pasado, cuando ella era una dulce joven enamorada de un idiota, porque acepto completamente que antes era un completo idiota. Entonces está este otro pensamiento, este que me tortura cada minuto, preocupado de que las cosas terminen mal y que uno de los dos muera, haciendo que el otro muera también.

Estamos condenados al igual que una mala adaptación de Romeo y Julieta, ambos moriríamos.

Me detuve unos pasos detrás de ella cuando se quedó mirando una flor blanca, la única entre todas las flores de colores. Acarició los pétalos cuidadosamente, perdida en sus pensamientos. Entonces volteó a verme, sonriendo con tristeza.

—Ese "creo" arruinó la hermosas palabras que lo acompañaban —murmuró, sus ojos comenzaron a cristalizarse, rompiéndome el corazón al verla llorar por mi culpa— y lo peor es que se escuchó como una despedida.

Sigo siendo un idiota.

Acorté la distancia, mandándola lejos de nosotros. Donde hay amor, no tiene que haber distancia.

Sus labios encajaron a la perfección con los míos. No me importó tener que agacharme un poco para poder besarle, la posición no me parecía tan incómoda, su beso hacia que olvidara todo lo demás. Y aunque suene extraño, Artemisa es la primera mujer a la que beso con amor...




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.