Príncipe Desterrado.

Capítulo 31

Artemisa

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Odio sentirme débil, como un estorbo que lo único que sabe hacer es preocupar a los demás. Quiero demostrar que soy fuerte y valiente, al igual que todos. Sin embargo, la imagen de Kennedy en el pasillo, Claire en un estado delicado y la imagen de ese hechicero lleno de sangre me atormenta.

Sylver se fue después de asegurarse que estuviera bien y Nea no se ha alejado de mi en ningún momento, hasta Eros luce preocupado. Es lindo que se preocupen por mí, pero eso no está haciendo que me sienta mejor.

—Yo sé que sabes algo que no quieres decirme —me susurró Nea para que Eros no nos escuchara hablar.

—Tu has mantenido muchos secretos bien guardaditos, Nea —le recordé a lo que ella se sonrojó—. Mejor no me salgas con ese tono de reproche, ¿quieres?

—¿Es porque te oculté lo de nuestros padres o de tu matrimonio con Sylver? —arqueé una ceja, mirándola mal—. Está bien, debí decirte ambas cosas, pero todo era por vuestra seguridad.

—Por ejemplo, ¿el pequeño detalle de si uno de los muere, el otro morirá?

—¿Te lo dijo? —su rostro palideció al ver que estaba aún más molesta—. Oh vaya...

Me crucé de brazos, mirando lejos de ella para no querer encerrarla en una habitación por ser tan mala hermana. Mientras yo siempre he cuidado de ella, ella no puede decirme que mi vida depende de la vida de Sylver y viceversa. Otra cosa es él, quien no ha tenido las agallas de contarme ese detalle. ¿Por qué son tan idiotas? ¿Tan débil me creen?

Me quedé en silencio después de esa corta conversación, mirando hacia el jardín, donde Sylver dijo que me ama. Es un lindo recuerdo y seria mucho mas lindo si no estuviera molesta con él. Quiero gritarle en la cara, quiero decirle muchas cosas y reclamarle por ocultármelo, pero a la vez, no me creo capaz de hacerlo. Ya hay suficientes problemas rodeando por su cabeza como para que yo venga y me ponga como una esposa alterada.

Tengo que demostrar que soy fuerte y que puedo contra todo, por muy asustada que esté.

Al terminar de cenar, me encerré en la habitación que comparto con Sylver, cerrando con llave y poniendo una silla enfrente de la puerta. No voy a reclamarle nada, pero por el momento, no quiero hablar con él, ni quiero verlo. Tengo mi derecho a tener privacidad, mas que todo por su bien.

Me senté en el piso, frente a la chimenea que siempre permanecía encendida gracias a la magia y me puse a hojear el libro de papá. Cada pagina era un recuerdo junto a mis padres, unas frases me recordaban más a ellos y los momentos en que las dijeron. Mas que un simple libro, eran memorias estancadas en palabras, en oración...

Lo extraño. Sé que, si ellos estuvieran junto a mi en estos momentos, todo sería más fácil. El tener ese pensamiento me hace sentir aun mas débil, pero es que es la verdad. Ellos siempre me cuidaron, estaban ahí para levantarme cuando me caía, me hacían reír en momentos de tristeza y podía olvidarme de todos mis problemas junto a ellos. Éramos una hermosa familia feliz.

Al llegar a la página de en medio, una fotografía apareció entre las páginas. Contuve el aliento y agarré la fotografía con manos temblorosas. No pude evitar sonreír entre las lagrimas de sensibilidad ante la imagen, admirando ese momento que mi mente no recuerda, pero que mi corazón sí.

En la foto estaban mis padres, Nea, Eros, Horus, los padres de Sylver, Kennedy, Claire y en medio... estábamos Sylver y yo. El vestido blanco era tan esponjoso y largo que las piernas de Sylver no se miraban mientras él me cargaba en brazos y nos besábamos. Todos sonreían, completamente feliz por la ocasión, incluyéndonos.

La siguiente pagina tenia otra fotografía, y así con todas las paginas, hasta que todas las fotos mías con Sylver podían formar un álbum de fotos. Ya no eran solo fotos de la boda, eran fotos de cada momento que pasamos juntos: cena navideña, citas, besos tomados sin que nos diéramos cuenta, todos juntos en familia, riendo o simplemente conversando.

Hasta que la última fotografía era una mía con dos pequeñas niñas de la misma edad, Nea y Claire.

—Amor, ¿olvidaste que tu esposo es un hechicero o que pasa? —negué con la cabeza, limpiándome las lagrimas con el dorso de mi mano. Pasó su brazo por mi hombro, atrayéndome a su pecho— ¿Dónde encontraste esas fotos?

—En el libro de papá —respondí entre sollozos.

—Claire ha de estar igual que Nea —dijo agarrando la foto de las tres juntas y le dio la vuelta, donde una letra infantil se podía apreciar.

"Para mi segunda mamá; Artemisa".

Me abracé a Sylver, llorando en su pecho, olvidándome que estaba furiosa con él. Acariciaba mi espalda y besaba mi cabello, susurrándome palabras para que me tranquilizara, pero no podía estar tranquila.

Claire está en algún lugar, sufriendo con un idiota que solo quiere... ¿Qué? ¿venganza? ¿poder? No puedo estar tranquila, tengo que ayudarla.




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