Príncipe enemigo

DOS.

Anahía.

Las horas después de esa discusión fueron horribles. El servicio corría por todos lados decorando y limpiando para la fiesta. El cáterin no dejaba de traer comida por montones.

Y descubrí que los tratados fueron firmados hace más de una semana, los preparativos empezaron el mismo día, y ahora comprendo la flexibilidad de madre de dejarme acompañar a Adal en todas sus tareas como heredero a la corona. Incluyendo la de observar a los nuevos reclutas del ejército.

Sigo observando mi reflejo en el espejo, para no perderme de los detalles y todo el arte que logró crear Luigi en tan poco tiempo, él había asegurado que era una pieza que estaba preparando porque sabía que mi tiempo de libertad se estaba acabando.

La parte superior es un corsé en tono negro con muchas pedrerías en color azabache. Este tiene una apertura larga llegando a la mitad de mi abdomen, de allí viene la falda, que empiezan con una tela de seda azabache en el fondo, para que arriba venga una de gasa en tono blanco para que, con unas telas en formas de pétalos de rosas en tono vino tinto, este cubre toda mi cadera y los costados y la parte trasera del vestido.

Luigi lo llamó la oscuridad llevándose la inocencia. Yo lo denominé venganza. Tomando en cuenta que jamás me había atrevido a usar zapatos de tacón tan altos ya que, siempre me parecieron incomodos, no obstante, la situación lo amerita, porque el tono vino tinto le sigue dando el toque y elegancia al vestido sin mangas que se sostiene en mis hombros y espalda.

La cadena delgada de oro cae de forma grácil en mi pecho hasta llegar al baye de mis senos, donde reposa el dije de flecha que Adal me regaló. Mis dedos centrales, anular y pulgar de ambas manos están adornados con anillos en color dorado. En mi muñeca derecha tengo un brazalete que mi padre me obsequio en mi cumpleaños número veinticinco, finalmente, aplico perfume en mis muñecas y cuello y me digno a salir de la habitación sabiendo que Marco tiene demasiado tiempo esperando por mí. Sin embargo, sé que no puedo retrasar esto, además, sé que madre estará fúrica por no usar el vestido en color negro con dorado, creyendo así que me vestiría para mi prometido.

Jamás. Y eso ella lo debería de saber a estas alturas, pero, madre sabe que soy una rebelde empedernida. Y mi carácter es una mezcla de padre y el de ella, así que, no pueden pedir demasiado.

—La reina estará furiosa por la elección de su atuendo—, comenta Marco con una vaga sonrisa plantada en su rostro.

Sus ojos negros se ven brillosos por la iluminación haciendo que sus rasgos marcados y endurecidos por los largos años prestando sus servicios a nuestra nación, se suavicen. Cosa que muy pocas veces deja ver.

—¿Qué puedo decir? —. Pregunto caminando con la espalda totalmente erguida sintiendo como la corona en mi cabeza brilla al pasar debajo de un farol de luz—, soy una rebelde empedernida.

—A veces creo, alteza, que usted pondría el reino a sus pies si le dieran la oportunidad.

Lo miré tratando de verificar si sus palabras fueron con honestidad. Lo veo mirar a su alrededor buscando una amenaza existente, y sé que, Marco jamás mentiría, estaría en la horca si se atreviera a hacerlo. Son parte de nuestras leyes, no se les miente a tus monarcas.

Sonreí con orgullo por unos segundos antes de despejar mis facciones. Coloqué mi mejor expresión altiva, irguiendo en toda mi altura. Escucho mi nombre ser vociferado para así, las puertas se abran permitiéndome ingresar al salón.

Logro escuchar el jadeo colectivo por mi atuendo, mientras las vociferaciones llegan a mí como una avalancha. Sin embargo, estando plenamente acostumbradas a ellas hago oídos sordos y camino hacia mi padre que me espera al final de las escaleras.

—Tu madre estará furiosa—, me susurra cuando deposita un beso casto en mi mejilla.

—Qué bueno porque yo también lo estoy—, asevero con brusquedad tomando su brazo para caminar a su lado hasta los gobernantes de Cressedent.

Mi vista se posa primero en el rey Nicholas V Blackjack. Su porte refinado y confiado, su vestimenta negra con hilos dorados. Su cabello negro con rastros de gris le daba un toque a su piel morena, sus ojos verdes seguían nuestros pasos.

Por otro lado, el príncipe heredero posado a su lado tenía sus brazos en la espalda, su cuerpo ejercitado enfundado en un traje negro a la medida. Ojos verdes, estatura alta, cejas gruesas, labios llenos, cabello negro y un rastro de bello oscuro adorna su barbilla, mandíbula y labio superior.

—Rey Nicholas—, saludo con una leve inclinación de mi cabeza—, reina Beatriz.

La mujer alta de porte grueso me regresa el saludo. Su cabello cobrizo brilla por las luces resaltando la corona gruesa sobre su cabeza.

—Príncipe Nicholas—, culmino con mi saludo posando la mirada en mi prometido.

—Princesa Anahía—, saluda con voz gutural.

—Luce encantadora, querida—, alaga el rey de Cressedent con una sonrisa que me parece falsa, sin embargo, en estos momentos la sinceridad no es parte de este teatro.

—Ha llegado el momento de hacerlo público—, dice padre de repente, soltando mi brazo para luego caminar con el rey Nicholas.

Los veo alejarse para poder acercarse a la tarima donde se encuentran los tronos. De pronto, un calor corporal se posa a mi lado, haciéndome saber que el príncipe enemigo ha decidido posarse a mi lado.




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