Anahía.
—Debe de saber que entre Nicholas y yo hubo un romance—, alega con una sonrisa de superioridad casi haciéndome reír.
—Hubo. Tiempo pasado—, comenté con simpleza eliminando una pelusa inexistente de la manga de mi vestido.
—Tuvimos un romance fortuito—, vuelve a atacar con brusquedad—, estábamos enamorados.
—Repito, pasado—, doy un paso hacia ella, haciendo que ella de uno atrás haciendo que las esquinas de mi boca se eleven con una sonrisa burlesca—. Me temo decir que la constitución de Cressedent es muy liberar con respecto a la forma en la que las mujeres se pueden comportar fuera y dentro del matrimonio. Pero, debe de recordar, señorita, ¿cómo fue que me dijo que era su nombre?
—Alicia—, aclara con la voz cargada de molestia.
—Sí, eso—, continúo quitándole importancia al hecho con un movimiento de mano—, provengo de una tierra donde la mujer que se mete con un hombre comprometido, termina perdiendo algo. O la cabeza o lo que sea que, la mujer que ha sido ofendida decida.
Vuelvo a dar un paso hacia ella para esta vez tomar su brazo con fuerza haciéndola sisear. Sabía que mis dedos se marcarían, y no me importaba un carajo.
—Si me entero por un segundo que andas rodando la vida de mi prometido te juro por todo lo que soy, que yo misma iré a donde sea que vivas y quemaré el lugar hasta los cimientos y luego volveré a casa con mi futuro esposo. Así que te diré esto una sola vez, de ahora en adelante, mantendrás tus demostraciones de cariño solamente para ti, y cuando te dirijas a él, lo harás con el debido respeto que se merece, y espero que, también, ese sea dirigido a mí. ¿Quedó claro?
La veo asentir con sus ojos llenos de lágrimas. Puedo sentir su humillación e impotencia.
—Ana, tu bebida—, escucho la voz de Nicholas detrás de mí haciendo que suelte el brazo de la mujer, para luego girar sobre mis pies para encontrarlo con un vaso en su mano, y un gesto de desconfianza en su rostro—, ¿todo está bien?
—Por supuesto, cariño—, dije caminando hacia él, para tomar el vaso y mojar mis labios con el agua—, la señorita Maddamara y yo solamente estábamos conversando.
—¿Y de qué conversaban? —. Requiere saber con desconfianza mirando a Alicia que huyó de su mirada.
—De la forma en la que se maneja mi pueblo—, respondí fingiendo inocencia—, le hablé particularmente del artículo seis de la constitución de Esdaney.
Mi comentario hace que deje de mirarla para luego enfocarse en mí. Pude ver como retiene la sonrisa que está a punto de dedicarme.
—Señorita Maddamara, nos podría dejar a solar, por favor—, la despaché con tranquilidad.
—Príncipe Nicholas—, se despide con una reverencia para luego mirarme y repetir sus acciones.
La veo alejarse con paso apresurado y con pánico. Escondo mi sonrisa triunfal llevando el vaso a mis labios para tomar un trago de agua.
—Artículo seis—, repite con tono de burla—, en Cressedent no castigan a las mujeres por dormir con hombres comprometidos, Anahía.
—Yo nunca dije que no estaba dispuesta a traer parte de mis leyes conmigo—, espeté mirándolo a los ojos—, y tomando en cuenta que no me agradecerás, te diré, de nada, Nicholas, es un grato placer para mí quitar de tu vista lo que sea que te estorbe o moleste.
La sonrisa que me regala y el beso en la mejilla que me deposita me hace saber que no importa lo que tenga que hacer. Esa mujer es persona no grata para el príncipe enemigo, y como le dije una vez, nunca me ha importado llenar mis hermosos vestidos de sangre.
Después de ello, la velada fue tranquila, perdí la cuenta de las personas que se acercaron a felicitar a Nicholas, y a mí, solamente dirigirme una mirada sutil antes de alejarse.
Él y yo nos desplazábamos por la habitación con tranquilidad, a veces, me acompañaba a tomar un aperitivo y en otra ocasión yo iba con él a buscar una bebida.
Me sentía agotada de tanto sonreír que ya a las últimas instancias, me limitaba a asentir y fijar en mi rostro un gesto monótono.
—Necesito tomar un poco de aire—, le susurro a Nicholas, ganándome su atención.
—Está bien—, asiente hacia mí y se inclina para indicarme—, ¿quieres que te acompañe?
—No—, meneé mi cabeza—, sigue en tu conversación de… ya me perdí de lo que era.
Nicholas ríe y se acerca a mí para apretar mi mano y depositar un beso en mi cabeza y, sin más, se aleja para seguir con su conversación.
Con un suspiro me alejo de él, para así dejar el salón del trono con paso lento. En el pasillo había demasiadas personas para mi gusto, y todas ellas me lanzaban miradas de soslayos, buscando algún defecto, señalando, juzgando.
Estoy agotada, señor.
Respiré profundo cuando salí al patio trasero del castillo. El olor a pasto, el sonido de los patos chapoteando en el lago, el viento zumbando, la luz natural de la luna acompañada por la de los faroles.
Con tranquilidad, caminé por el camino de roca que daba con el lago. Maravillada observé a la familia de patos nadando, y me sentí nostálgica.
Editado: 23.08.2025