Anahía.
Han pasado dos días de la fiesta de compromiso, después de ello, Nicholas y yo llegamos a un acuerdo de tomar todas nuestras comidas juntos, y en algunas ocasiones lo acompaño a alguno de que quehaceres como príncipe heredero.
Hoy tocaba ir a ver a los militares que mi padre había cedido por el tratado. Y sentía que mis manos estaban temblando con anticipación.
Me removí por tercera vez en el asiento del auto haciendo que Nicholas comente.
—Supongo que estás nerviosa.
—Un poco—, confesé mirando por la ventana—, si conozco a mi padre les habrá enviado a los mejores. Y hay una gran probabilidad que personas que me importan estén dentro de esas filas.
—¿Hay alguna historia en particular que deba de conocer antes de que lleguemos?
Su pregunta hace que lo mire cuando entiendo el significado de sus palabras.
—¡Por todos mis muertos, Nick! —, exclamé con indignación—, jamás tuve nada con algún guerrero de padre. Dios, los hubiera asesinado si hubiera llegado la oportunidad.
—Bien—, dice con brusquedad mirando la ventada y cerrando su mano en puños.
—Lo dije en serio, Nicholas—, me muevo para colocarme de costado y así quedar frente a él, toco su pierna más cercana para llamar su atención—, las personas que me importan que están dentro de la milicia Esdaniana son aquellos que nunca me vieron como una princesa, sino que, cuando aceptaron entrenarme e incluso, cubrirme. Me fueron leales. Y eso, hizo que se ganaran mi respeto.
Lo observo mirarme para luego asentir con su cabeza. De pronto, el auto se detiene haciéndome saber que, habíamos llegado a la base militar.
Asher baja del auto para abrir la puerta para Nicholas, que descendió de este para luego extender la mano hacia mí para ayudarme.
Cuando salimos, observo a varias tropas formadas en batallones de veinte soldados. Caminamos por el medio de estos, nuestros pasos seguros resonaban por el lugar. Todos ellos estaban en posición de saludo, para cuando llegamos a la tarima nos giramos para quedar de frente al grupo de soldados.
—Bienvenidos al ejército, soldados—, comienza Nicholas con voz pausada y autoritaria—. Como todos sabrán, nuestro reino entró en un estado de paz con Esdaney—, Nicholas me señala haciendo que dé un paso adelante para quedar a su lado, permitiendo que todos los soldados puedan verme—, y gracias a ese tratado, el reino Esdaniano nos ha proporcionado doscientos de sus mejores soldados para así, ayudarnos a mejorar nuestras defensas. Así que, quiero que les den la bienvenida a los militares de guerra de Esdaney.
Observo como al unísono los soldados se giran hacia el espacio vacío en el centro por donde empezaron a pasar con posición erguida varios de los militares de mi reino. Portaban su uniforme con orgullo, la bandera de mi pueblo relucía en su brazo izquierdo. Y cada uno, portaba cada una de las medallas que había ganado por sus batallas.
Un jadeo sorpresivo sale de mi boca cuando observo a Marco caminar hacia mí, siendo seguido de Breiden y, por último, desfila el general Alonzo haciendo que una mano invisible apriete mi corazón.
—Hay personas importantes aquí, verdad—, asegura Nicholas inclinándose hacia mí haciendo que asienta sintiéndome incapaz de formular un comentario decente—, bienvenidos—, dice el príncipe—, es para nosotros un honor que nos brinden la sabiduría de guerra de los Esdanianos.
Sin más Nicholas hace una seña al general a cargo que empieza a repartir ordenes sin cesar.
Siento cómo Nicholas me toma del brazo para luego hacerme caminar. Nos guía por una serie de pasillos que no logro identificar, hasta que nos detenemos en una puerta de madera que abre con brusquedad para luego soltar mi extensión y pedir con los brazos cruzados.
—Cuéntame, cuales son.
—Los generales Marco Pinely, Breiden Alcaz y Alonzo Fautino—, llené mis pulmones de aire para luego seguir—, el primero ha sido mi guardaespaldas desde que tengo uso de razón. El segundo me entrenó junto a Adal y el último, nos cubrió.
—¿Son de fiar? —. Cuestiona una vez más caminando hacia la silla que está detrás del escritorio para sentarse en esta y fijar su atención en mí, que seguía en el mismo lugar donde me dejó. Cerca de la puerta.
—Les confiaría mi vida, Nick—, afirmé dando un paso hacia él—, son los mejores. Quieres que tu gente conozca sobre estrategias de guerra pon a Alanzo a cargo. Quieres que los traidores suelten la lengua antes de tiempo, déjale ese trabajo a Breiden, y quieres que tu guardia civil se mueva con los ideales de la milicia, entonces deja que Marco se encargue, en una semana los tendrá a todos en línea. Con ellos, solamente lo más fuertes sobreviven.
Lo veo asentir. Tomando un bolígrafo para anotar lo que estaba diciéndole.
—¿Conoces a los demás?
—No—, negué con mi cabeza caminando hasta posicionarme a su lado—, pero si están aquí es porque ellos tres han dado su visto bueno. Son extraordinarios, Nick, y si no me crees ponlos a prueba, si fallan te permitiré pedirme lo que sea y te prometo no contradecirte.
Mi reto hace que suelte el bolígrafo y se recueste del espaldar de la silla para mirarme con una sonrisa traviesa. Me ruboricé y reí con nerviosismo.
Editado: 15.04.2025