Príncipe enemigo

TRECE.

Anahía.

Nicholas limpiaba mi mano con tranquilidad, la oficina donde estuvimos hace unos minutos vuelve a escondernos de las miradas ajenas. Veo como su entrecejo se arruga con concentración.

—Explote, lo lamento—, digo en un susurro agotado.

—No me molesta que dejes en claro tu posición, An—, dice negando con su cabeza, siguiendo con su labor de eliminar la sangre de mis manos—. Todos en este reino deben de respetarte, y si tienes que hacerlo por tu cuenta para sentirte mejor, entonces yo te respaldaré.

—Oh, Nick—, susurré tomando sus manos para hacer que me miré a los ojos—, gracias.

—Somos un equipo, Ana, y sé que no me necesitas para defenderte, pero una parte de mí se siente extraña viendo sangre en tus manos.

—Lo importante es que no es mía—, bromeo con una sonrisa.

—No importa, no me gusta cómo se siente eso—. Lo veo negar con su cabeza pasando una vez más la toalla por mi mano eliminando todo rastro de sangre.

Me acerco a él, posando mis manos limpias sobre sus abrazos, haciendo que el posicione sus palmas en mi cadera para acercarme a su cuerpo.

—Eres una maravilla, Nick—, me coloqué de puntilla para depositar un beso sobre su mejilla.

Sin embargo, él buscó mi boca con cuidado, y con una sonrisa cómplice dejo que coloque sus labios sobre los míos.

El beso es suave. Mis labios se mueven al compás de los suyos. Siguiéndolo como un estudiante a su maestro. Le permito acercarme a su cuerpo cuando el beso sube un poco de tono, haciendo que nuestra respiración se acelere.

—Disculpe, alteza—, tocan la puerta rompiendo el momento.

Me alejo de Nick con más brusquedad de la que pretendí y lo miro con pánico y sorpresa. Mi corazón latía desenfrenado dentro de mi caja torácica. Y mi respiración era irregular, igual que la suya.

Lo veo pasar una mano por su cabello a la vez que respira profundo dando un paso hacia mí para dejar un beso en mi frente y decir hacia quien seas que esté en la puerta.

—Adelante.

Lo veo tomar asiento de forma despreocupada mientras el hombre ingresa a su oficina dedicándonos una reverencia.

—Estamos listos para comenzar los combates.

—Bien—, él se coloca de pies para luego colocar su palma en el centro de mi espalda instándome a caminar.

Seguimos al soldado con paso lento. Observo a Nicholas lucir tan compuesto después de lo ocurrido, y me siento estúpida por sentirme acelerada, por el calor en mi vientre, por la humedad entre mis piernas.

—¿Te sientes bien? —, pregunta inclinándose hacia mí cuando tomamos asiento en los tronos improvisados.

Era una especie de silla de madera gruesa, de madera en color negro y asientos de cuero en color rojo. Me siento con cuidado sobre el cojín que cedió bajo mi peso con gracilidad.

—Estoy sedienta—, digo para él con la voz ahogada.

Lo veo asentir mientras hace una seña para llamar la atención de los soldados, haciendo que uno se acerque a él.

—Consígale un vaso de agua a mi prometida.

—Sí, señor.

Observo el hombre desaparecer a paso apresurado para luego regresar minutos después con un vaso de agua para mí.

Tomo el vaso acercándolo a mi nariz primero, oliendo por si acaso a estos novatos se les ocurre envenenarme por venganza a su general. Luego lo alejo y lo alzo para mirarlo con suspicacia.

—¿Sucede algo, alteza? —, pregunta el soldado que no se ha alejado de mi lado en ningún momento.

—Revisa que no está envenenado—, responde Nicholas por mí con una ceja alzada.

—Uno nunca sabe—, digo.

Nicholas me arrebata el vaso y lo lleva a sus labios para ingerir una cantidad con tranquilidad. Dejándome la mitad del contenido.

—Claro porque ahora mueras tú, me hará la vida más fácil—, argumenté con sarcasmo quitándole el vaso para tomarme el restante con velocidad y así tenderle el vaso al soldado—. Entonces, si es el caso, qué tragedia más absurda que los dos muramos envenenados por tus soldados.

—No, An—, se inclina hacia mí con una sonrisa cómplice para luego susurrar—, recuerda que, tu morirás en el intento de quemar nuestro reino hasta los cimientos si nos atrevemos a traicionarte.

Reí sin poder evitarlo. Llevé mi mano izquierda a mi rostro para ocultar mi sonrisa. Lo miro desplazar su mirada por mi rostro antes de dirigirse a la multitud.

—Muy bien, que comiencen los duelos.

Observo al general Gantrick caminar renqueando hacia el cuadrilátero improvisado, que consistía en zona de tierra marcada con cal en forma de cuadrado. Miro a Breiden portando sus pantalones de batalla una camisa sin mangas que se ajustaba a su torso. Él suena su cuello y estira sus brazos calentando, mientras espera que Gantrick llegue al centro.

—Será un total de tres combates—, empieza a explicar Nick con voz monótona—, será por cada general Esdaniano que se está uniendo a nuestras tropas, y espero que después de esto, estas rivalidades absurdas se detengan. Si no, habrá consecuencias para los insubordinados.




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